Sigamos con las perlas dialécticas de nuestros personajes públicos.
Hoy le toca el turno a don Cándido Conde Pumpido, Fiscal General ¿del Estado? –más parece que del Gobierno, pues se tiene bien aprendido el discurso victimista de los progresistas dogmáticos intolerantes de la izquierda radical que, como una “secta” (según expresión de Hermann Tersch) se han apoderado del PSOE −
Pues este Señor Conde, en sus últimas declaraciones, de hoy mismo, ha manifestado su disgusto frente a los “fiscales paralelos”.
¿A quien se refiere este señor con su expresión?, ¿a los acusadores particulares o a los querellantes que ejercen su derecho a la defensa de la legalidad vigente mediante el ejercicio de los derechos de acción judicial constitucionalmente establecido?, ¿o al Fiscal del franquismo –lo es y ha ejercido como tal desde 1962 sin que en aquellos años de la oprobiosa se le conociese discrepancia alguna respecto del régimen− Jiménez Villarejo?, personaje que se ha permitido el lujo de llamar torturadores y cómplices del franquismo a los Magistrados del Tribunal Supremo.
Hay una coincidencia esencial con las actitudes de diversos responsables del Gobierno, inspirada en un pensamiento que se intuye y aterroriza y que no sería muy distinto a considerar que todo aquello que no les guste o convenga, aunque esté en la ley y amparado en la Constitución, lo cambian y a correr, que ya se encargaran ellos mismos de que el Tribunal Constitucional tarde tres o cuatro años en resolver.
Vamos, más en la línea de los “montagnards” de Robespierre o Saint Just, que en la de los defensores de la ley y la separación de poderes Talleyrand o Montesquieu.
Tengo un amigo que acaba de incorporarse a este apasionante mundo del “blogero”, y que defiende la tesis de que debemos alejarnos de las opiniones o informaciones, según él, siempre sesgadas, de los medios de comunicación y que hay que estar en actitud “despolitizada” y de criterio propio.
Yo no sé si estaré politizado, aunque creo no tener mal criterio; lo que me ocurre es que no entiendo el debate intelectual sino es desde “mis verdades”, que son las que vienen fundamentadas en mis convicciones, mi fe y mis creencias filosóficas, morales, religiosas, sociológicas, etc… y que son las que producen los “chispazos” de mi mente que se derraman en mis escritos, que no tienen otra intención, como os digo frecuentemente, que la de provocar algún tipo de alteración en vuestro normal estado de ánimo.
Y si alguien me aporta fundamentos suficientes para abdicar de tales “verdades mías” así lo haré, ya sea mi interlocutor de derechas, de izquierdas o mediopensionista.
Y sobre todo amo la polémica, en términos socráticos, pues como dijera el ateniense en su dialogo con Gorgias, según relata Platón:
"Soy de los que gustan que se les refute cuando no dicen la verdad y de refutar a los otros cuando se apartan de ella, complaciéndome tanto en refutar como en ser refutado. Considero, en efecto, que es un bien mucho mayor el ser refutado, porque es más ventajoso verse libre del mayor de los males que librar a otro de él. No conozco, además, que exista mayor mal para un hombre que el de tener ideas falsas en la materia que tratemos”
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