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lunes, 24 de febrero de 2025

LOS LIBROS

 



Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésemos.

 Así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subjuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies.

 Cuando hemos recorrido bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando ya no se me ocurren pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, retrasamos días durante los cuales entiendes en qué consiste ser cobarde. Sencillamente.

 Aquí y ahora, los libros son tan comunes, tan desprovistos del aura de novedad tecnológica, que abundan los profetas de su desaparición.

 Cada cierto tiempo podemos leer,  con desconsuelo, artículos periodísticos que vaticinan la extinción de los libros, que serán sustituidos por dispositivos electrónicos y derrotados frente a las inmensas posibilidades de ocio.

 Los más agoreros, pretenden que estamos al borde de un fin de época, de un verdadero apocalipsis de librerías, que echarán el cierre y junto a las bibliotecas, quedarán deshabitadas.

 No lo creo.

 Los libros tradicionales en papel son insustituibles.

 ¿O acaso alguien se arriesgaría a quedarse sin batería y sin posibilidad de recarga de un artilugio electrónico de lectura, ─por ejemplo en el campo─, en mitad de una lectura?

 Cada opción de lectura tiene su hueco, y hay que saber aprovecharlo.

 En cualquier caso, e independientemente de la calidad de sus contenidos, los libros que más me gustan son los libros encuadernados. cuyas cubiertas en cuero, papel o telas de distintos colores, y con distintos modelos de encuadernación, con sus hierros, que así se llaman los grabados dorados que normalmente ocupan sus lomos, confieren al libro la dignidad que le corresponde y protegen su contenido.

 Así, una biblioteca de libros encuadernados te está diciendo, nada más verla

 

“Mírame, mira el contenido de gran calidad que atesoro.”

 

      En la práctica, cualquier libro, con independencia de su formato o apariencia, no deja de ser el compendio o recopilación de una historia, una investigación o un pensamiento de su autor.

Y en ello encuentra su verdadero valor.

No cabe, aquí y ahora, clasificar todos los tipos de contenidos posibles, pero todos   tienen interés para sus lectores, ya sea por su deseo de iniciarse en determinada materia, por ocio, por aprendizaje o investigación, o por el deseo de formación de una cultura propia.

 La lectura, de otra parte, no es sino un hábito formado a lo largo de los años.

 Desde muy niño me gustó leer y lo hacía con los típicos libros de infancia y juventud cono las aventuras de los cinco de Enid Blyton.

Ante este hecho, y a la edad de doce o trece años, mi padre se me acercó un día con un libro en la mano y me dijo:

 “A ver su eres capaz de leer y entender este libro”

       Y me dio el libro “Ordo Amoris” de Marx Scheler.

       Al principio su lectura me resultó muy ardua, de modo que tuve que leerlo por segunda vez para que llegase a interesarme y comprenderlo,

       Tras comentarlo con mi padre me dijo:

 “Muy bien, léetelo otra vez y cuando termines te daré otro”

       En esta tercera ocasión lo leí ya con menos dificultad, llegando incluso a interesarme y disfrutarlo y cuando se lo devolví me dio otro, e esta ocasión “La aceptación de si mismo” de Romano Guardini.

      El proceso fue similar, aunque en esta ocasión me bastaron dos lecturas del mismo para entenderlo y disfrutarlo.

       El proceso se fue repitiendo durante años con innumerables obras, cada vez más complejas centrados en filosofía e incluso teología, lo que fu conformando una cultura de la que hoy disfruto.

       Como anécdota recordaré siempre como al final de ese proceso, a partir del cual comencé a ser autónomo en la elección de mis lecturas, me entrego, como últimas lecturas de su elección, las obras de Marx y Hegel, autore de las obras fundamento del comunismo, y cuando le pregunté porque eran los últimos libros que iba a entregarme, me dijo:

 “Porque quería que estuvieses bien formado antes de leer los libros de moda entre la juventud revolucionaria ideológicamente manipulada”


      Y para finalizar esta “Reflexión Heteróclita” hoy os traigo una nueva pieza musical que he elegido por su belleza, pues nada tiene que ver con los libros o la lectura. Se trata del segundo movimiento —Adagio— del “Concierto para Clarinete” de Mozart

 




©2025 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

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