Yo viviré el fin del mundo.
Cada uno de los que me leéis, viviréis también el fin del
mundo.
Pero no será un final apocalíptico, catastrófico y global,
sino que será el fin del mundo para cada uno de nosotros por el hecho de la
muerte, abandonando este mundo y acudiendo a la bondad del padre.
Benedicto XVI en relación con la muerte de cada ser
humano nos decía que el momento más difícil para el hombre es el de su muerte.
Es una puerta que tendremos que atravesar todos en
absoluta soledad.
Pero tenemos la suerte de que detrás de ella está Jesús,
que nos habrá de llevar a una de las muchas moradas que nos tiene preparadas en
presencia del padre, y todo ello organizado por quien yo llamo “El Muñidor”,
que no es sino el Espíritu Santo.
Chateaubriand, en las últimas líneas de sus “Memorias de Ultratumba”
nos dice que ya esperaba a la muerte con un crucifijo entre sus manos, sabiendo
que en poco tiempo, en breves momentos, habría de ser enterrado en su tumba.
Y que a partir de ese momento nuestro mundo desaparecería
y que nuestra memoria sería un vano recuerdo en las almas más cercanas, pero que
en poco tiempo, nuestra memoria será indiferente para las generaciones
venideras.
De todos modos, lo que más asusta de la muerte, no es
ella en si misma, sino los sentimientos de melancolía por lo no concluido, aquello
para lo que no nos va a quedar tiempo.
Pues el tiempo no deja de ser esencial en nuestras vidas,
como nos dijo Jung:
“No, lamento las personas que he perdido con el tiempo,
sino que lamento el tiempo que perdí con ciertas personas, porque las personas
no me pertenecían, pero el tiempo sí.”
Mientras que Cervantes se lamenta de la fuga del tiempo a
que se enfrenta ante la proximidad de la muerte, cuando escribe al Rey Felipe
III
“Puesto ya el pie en el estribo con las ansias de la
muerte, Gran Señor, esta te escribo. Ayer me dieron la extremaunción y hoy
escribo esta. El tiempo es breve. Las ansias crecen, las esperanzas menguan. Y
con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir.”
Y es esta espera de la muerte,
lo que inspira a muchos a reflexionar y a llegar a conclusiones a cerca de su
propia vida, en la que no podemos olvidar que tal y como afirmaba Oscar Wild, las
personas más insoportables son los hombres que se creen geniales y las mujeres
que se creen irresistibles, y es esa lucha con el prójimo lo que implica
tristeza y excitación, pues en estos tiempos en que los principios
tradicionales están en riesgo, lo más excéntrico que uno puede hacer es usar su
inteligencia.
Sin embargo no podemos ignorar que esa inteligencia es,
para gran parte de la gente, un monstruo que llevamos dentro, al que en ocasiones
debemos dejar salir cuando lo necesitamos, aunque poder volver a encerrarlo una
vez que termine su trabajo es una obra maestra.
De
todas formas ¿No has notado que cuando no te dejas pisotear la gente comienza a
decir que tienes un carácter difícil?
Y esa apreciación de los otros,
me lleva a pensar que lo normal es solo lo ordinario, lo mediocre. La vida
pertenece a aquellos individuos raros y excepcionales que se atreven a ser
diferentes, por ello no me subestiméis, sé más de lo que digo, pienso más de lo
que hablo y me doy cuenta de mucho más de lo que crees.
Y no, no sufro de amnesia, solo
me acuerdo de lo bonito y de lo que quiero acordarme. Se llama memoria
selectiva y es muy saludable tenerla.
Y para concluir quiero ofrecer disculpas a las personas
que se sientan ofendidas por mis publicaciones. Honestamente, no pensé que
supieran leer.
Y terminemos, como es mi costumbre, cons del Fin una nueva pieza musical, el Segundo Movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven, que en la Película "Señales del Fin del Mundo" es banda sonora .
©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario