La Ley de Memoria Democrática,
es una norma que carece de consenso político y que no cuenta con el respaldo de
la mitad de los ciudadanos —incluso de una mayoría si atendemos a las últimas encuestas—.
Para su aprobación fue clave
el apoyo de EH Bildu, partido que sigue sin condenar a ETA.
La condición que ha puesto el grupo liderado
por Arnaldo Otegi para darle sus votos a la propuesta del Gobierno es
que la investigación de los crímenes del franquismo se prolongue hasta el 31 de
diciembre de 1983, fecha en la que ya se había aprobado la Constitución de 1978
y gobernaba en España Felipe González.
El asunto es meter a los GAL
en el ajo. Hay que recordar que, por ejemplo, Segundo Marey fue
secuestrado en diciembre de ese año.
Pero también hay que añadir
que el ex ministro del Interior, José Barrionuevo, y el ex secretario de
Estado de Seguridad, Rafael Vera, ya fueron condenados por ello.
Fuentes del Gobierno se han
apresurado a puntualizar que la investigación sobre esos hechos "no tendrá
consecuencias penales".
Menos mal. Un poco más en la cesión a EH Bildu
y vemos sentado en el banquillo al mismísimo González.
La clave, no nos engañemos, de
este nuevo bodrio no es buscar criminales franquistas aún vivos, cosa que
rayaría lo sobrenatural, sino modificar, erradicar, la base política sobre la
que se edificó la Transición política.
Es decir, establecer un nuevo
relato en el que se determina con claridad meridiana quiénes fueron los buenos
y quiénes los malos.
Lo dijo sin pelos en la lengua Mertxe
Aizpurua, la exetarra portavoz de EH Bildu en el Congreso, en una entrevista
para Hamaika Telebista: "Hemos abierto un camino para poner en
jaque el relato de la Transición".
Este revisionismo histórico
tiene como objetivo colocar al centro derecha al otro lado de la legitimidad
democrática.
Y eso nada tiene que ver con
el pasado, sino con el más grosero presente.
La finalidad de esta ley no es consensuar un
relato de hechos, sino situar a la derecha lo más cerca posible del dictador
para deslegitimarla
El Gobierno —no olvidemos
que Félix Bolaños. entre sus diversos ministerios lo es de la Memoria
Democrática— ha negociado hasta el agotamiento con EH Bildu. E incluso con ERC,
que le ha negado su voto porque entre sus pretensiones estaba la de borrar de
un plumazo la ley de Amnistía de 1977.
Sin embargo, no ha destinado
un segundo a pactar con el principal partido de la oposición una norma que
establecerá un relato oficial —que se llevará a la enseñanza en la ESO y en el
Bachillerato— de lo que sucedió en España desde 1936 hasta 1983.
No sólo es una barbaridad,
sino un insulto a las víctimas de ETA, organización que no aparece en esa
auscultación a los ataques a los derechos humanos.
Existieron los GAL, pero no ETA. está es una auténtica falsificación histórica.
Van a cumplirse, ya, 50 años
desde la muerte de Franco y, por tanto, hay perspectiva
suficiente para abordar lo que significó la dictadura.
Establecer que el
levantamiento militar fue un golpe de Estado, que durante casi 40 años se
vulneraron en España los derechos y libertades, se torturó y se persiguió a la
oposición democrática, es de justicia.
Reconocer el expolio, crear centros de
interpretación histórica, rebautizar el Valle de los Caídos... son iniciativas
que no tienen por qué abrir una brecha entre la izquierda y la derecha.
Pero es que a Pedro
Sánchez una ley de Memoria Democrática de consenso no le interesa.
Su fin, insisto, no es
consensuar un relato de hechos, sino fabricar una imagen de la derecha lo más
próxima posible a la figura del dictador, para deslegitimarla.
El ideólogo de la teoría que
consiste en arrinconar a la derecha para que el PSOE capitanee una mayoría
social en compañía de la extrema izquierda y los independentistas no es otro
que Rodríguez Zapatero.
Es verdad que la ley de
Memoria Democrática surge de un compromiso programático con Podemos, pero
también lo es que Sánchez sólo ha cumplido los acuerdos que a él le
interesaban.
La influencia del anterior
presidente socialista en este Gobierno es cada día mayor.
No sólo ha colocado a hombres
suyos, como Oscar López o Antonio Hernando, en el núcleo duro de
Moncloa, sino que él mismo se ha convertido en el mejor propagandista de las políticas del Gobierno.
Parece increíble cómo cambian
las cosas. Zapatero, que hizo todo lo posible para echar a Sánchez del PSOE y
del poder, ahora ha acabado por convertirse en su refugio. Otra prueba de que
el PSOE, como partido, está en fase terminal.
En cualquier caso, lo más
lamentable de la Ley es que omite, como inexistente, la represión, torturas y
asesinatos cometidos por los republicanos durante los primeros años de la
República y durante la guerra civil.
Nosotros no podemos olvidarnos
de los más de 6.800 religiosos asesinados por los distintos grupúsculos que
formaban el Frente Popular, como tampoco podemos olvidarnos de las más de
50.000 víctimas civiles, que en Madrid fueron torturados en las “Chekas” y
asesinados posteriormente, siendo paradigmas de tales masacres el Cementerio de
Víctimas de Paracuellos del Jarama, o el cementerio de Aravaca.
La izquierda radical sanchista, conglomerado de socialistas extremistas, comunistas y separatistas, además de herederos de terroristas, está empeñada en consagrar el concepto de MEMORIA HISTÓRICA, de carácter “colectivo”, es decir memoria del conjunto de los ciudadanos y no memoria individual.
Para Gustavo Bueno la llamada «memoria histórica» no es propiamente memoria, sino selección partidista; por qué eclipsa de modo funcional aquello que no interesa y exagera y manipula el objeto de ensalzamiento, y por qué la «memoria histórica sólo puede aproximarse a la imparcialidad cuando deje de ser memoria y se convierta simplemente en historia.”
Además, la aplicación del concepto de “Memoria Histórica” suscita notables discrepancias, especialmente al implicar la fijación de hechos y procesos históricos, de interpretación no unívoca, en algún tipo de "relato", alternativo a otros, que en casos extremos puede convertirse en una "verdad oficial" (cuya negación puede incluso ser perseguida legalmente) o en una verdad "políticamente correcta" o "pensamiento único" impuesto coercitivamente.
Yo creo profundamente en la diferencia entre la historia y la memoria; permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso.
Mientras que la historia adopta necesariamente la forma de un registro, continuamente reescrito y reevaluado a la luz de evidencias antiguas y nuevas, la memoria se asocia a unos propósitos públicos, no intelectuales.
Estas manifestaciones mnemónicas del pasado son inevitablemente parciales, insuficientes, selectivas; los encargados de elaborarlas se ven antes o después obligados a contar verdades a medias o incluso mentiras descaradas, a veces con la mejor de las intenciones, otras veces no. En todo caso, no pueden sustituir a la historia.
Y como decía Santos Juliá
«Imponer una memoria colectiva o histórica es propio de regímenes totalitarios o de utopías totalitarias».
Lo más grave de la “Memoria Histórica” sanchista es que oculta y niega la realidad de la violencia asesina y la persecución religiosa y civil cometida por los republicanos en el período 1931/1939.
Según Antonio Montero Moreno, las víctimas de la persecución religiosa republicana ascienden a ¡6.832!
Estas víctimas fueron 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos, y 238 religiosas.
Pero la persecución y el asesinato republicano no tuvieron solo por objetivo a la Iglesia, sino que afectó también a miles de civiles asesinados por “fascistas” y en muchas ocasiones apresados y torturados en las llamadas “Chekas”, cárceles propiedad de cada grupúsculo izquierdista con independencia de los demás, victimas que según muchos historiadores es cercana a las 100.000 personas.
Pero todo esto es ocultado en la “Memoria Histórica” sanchista que ha tenido, además, la desfachatez de decir que
«El único período de autentica democracia en España ha sido la II República»
La más reciente muestra del falsario espíritu de esta “Memoria” es el anuncio por parte de Sánchez de más de 100 actos, fastos y acciones en celebración del 50 aniversario de la recuperación de las libertades —que identifica sin razón alguna, ni argumento real, y por mero oportunismo, con el momento de la muerte de Franco—
Efectivamente Franco murió en 1975, pero lo hizo tranquilamente en la cama, después de haber ordenado la ejecución de 5 personas semanas antes, y la democracia no llegó a España hasta la aprobación de la Constitución de 1978, y gracias al proceso que realmente debería celebrarse, que es la llamada “Transición”, proceso que se inició con la victoria del ala aperturista —liderada por el Rey y Torcuato Fernández Miranda— frente al ala conservadurista del Movimiento, lo que permitió la promulgación de la Ley para la Reforma Política, que dio lugar a las primeras elecciones libres que, a su vez, dieron lugar a la Constitución, que consagró definitivamente un Estado Democrático pleno.
Y concluyamos, como siempre, esta “Reflexión Heteróclita” con una nueva pieza musical, hoy "Los Martires" de Gaetano Donizetti
©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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