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lunes, 23 de diciembre de 2024

MICROQUIMERISMO EN BELÉN

 

La Virgen con el Niño. Ferruzzi

    Soy profundamente creyente, y siempre he sigo devoto de la Virgen María, pero esa devoción se ha visto acrecentada con el reciente descubrimiento molecular que Juan Pablo II profetizó: 

El Microquimerismo y la Relación entre Jesús y María

La biología molecular ha revelado un fenómeno fascinante: durante el embarazo, madre e hijo intercambian células que permanecen en sus cuerpos para siempre.

Este hallazgo, conocido como microquimerismo maternofetal, da un nuevo significado a la relación entre la Virgen María y Jesús.

La relación entre madre e hijo ha sido representada a lo largo de la historia en el arte, la literatura y la psicología, mostrando su profundidad emocional y simbólica.

Sin embargo, más allá de lo espiritual, esta conexión tiene una base biológica sólida.

En 1996, la Dra. Diana Bianchi identificó que durante la gestación, madre e hijo intercambian pequeñas cantidades de células a través de la placenta.

Estas células, genéticamente diferentes, no desaparecen nunca de la madre, ni del hijo, después del parto, sino que permanecen en el organismo durante toda la vida.

Este fenómeno explica cómo partes físicas de cada hijo gestado persisten en el cuerpo de su madre, y viceversa.

La Dra. Bianchi utilizó el término quimerismo para describir este proceso, inspirado en la figura mitológica compuesta por partes de diferentes seres, destacando la singularidad y el poder de esta conexión celular.

Las investigaciones han demostrado que las células del bebé no sólo permanecen en la madre, sino que también pueden desempeñar funciones regenerativas.

En 2004, el Dr. Kiarash Khosrotehrani descubrió que algunas de estas células son pluripotenciales, capaces de integrarse en tejidos como el corazón, el cerebro, el hígado o la piel.

Además, se ha demostrado que contribuyen a la reparación de tejidos dañados, como en enfermedades hepáticas, cardíacas o cutáneas, según estudios de la Dra. Laurence Loubiere de la Universidad de Cambridge en 2006.

Este proceso sugiere que la presencia celular del hijo puede actuar como una forma de protección para la madre, ofreciendo beneficios fisiológicos sorprendentes más allá de la gestación.

La realidad del microquimerismo nos invita a reflexionar sobre su significado en el contexto de la vida de Jesús y María.

Si este intercambio celular ocurrió en la Virgen, como en cualquier madre, una parte física de Jesús habría permanecido en ella durante toda su vida, y viceversa.

Así, desde un punto de vista biológico, la presencia de María habría acompañado a Jesús de manera tangible, desde Beñén hasta el Gólgota.

Esta conexión no solo es emotiva, sino que tiene profundas implicaciones teológicas.

Si, como enseña la doctrina, María no experimentó la corrupción del cuerpo al ser asunta al cielo, las células de Jesús que residieron en su cuerpo también estarían presentes en su glorificación.

Esta realidad celular abre preguntas sobre su conexión con la Eucaristía.

¿Es posible que exista una asociación espiritual entre María y el cuerpo eucarístico de Cristo?

San Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003), intuyó esta relación al afirmar que María, al concebir a Cristo en su seno, anticipó sacramentalmente lo que los creyentes experimentan al recibir la Eucaristía, y en el "Cuerpo de CRisto" que comulgamos, estaría, también, Maria gracias al Microquimerismo.

El Papa destacó que, para María, recibir la Eucaristía habría sido como acoger nuevamente en su cuerpo aquel corazón que una vez latió al unísono con el suyo.

Así, la presencia de María en cada celebración eucarística subraya su vínculo inseparable con Cristo y la Iglesia.

El descubrimiento del microquimerismo maternofetal no solo confirma la conexión física entre madre e hijo, sino que aporta una nueva dimensión a la relación entre María y Jesús, iluminando aspectos profundos de la fe cristiana.

En palabras de Juan Pablo II, María está presente en cada Eucaristía, acompañándonos como Madre de la Iglesia y acercándonos al misterio de Cristo.

Este vínculo, tanto biológico como espiritual, resalta la unión indisoluble entre la maternidad divina y la redención humana.

Estas realidades puestas de manifiesto por la ciencia y por la teología, nos llevan a una conclusión sorprendente.

María alojaba en su cuerpo mortal y lo hace en su cuerpo incorrupto, asunto y santificado, células de Jesús, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad del Dios único en el que creemos, lo que, de alguna manera la hace participe de la misma esencia de Dios.

Y es precisamente esa integración biológica y espiritual entre María y Jesús, lo que incrementa mi devoción hacia el misterio de la especial santidad de María.

Y para concluir esta breve, pero especial, “Reflexión Heteróclita, y siguiendo mi costumbre, hoy os traigo una nueva pieza musical, en esta ocasión la “Salve Marinera” cantada por los marinos y cadetes de Marín al Papa Benedicto XVI en su visita a Santiago de Compostela.




©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

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