La Virgen con el Niño. Ferruzzi
El Microquimerismo y la Relación entre Jesús y María
La
biología molecular ha revelado un fenómeno fascinante: durante el embarazo,
madre e hijo intercambian células que permanecen en sus cuerpos para siempre.
Este
hallazgo, conocido como microquimerismo maternofetal, da un nuevo significado a
la relación entre la Virgen María y Jesús.
La
relación entre madre e hijo ha sido representada a lo largo de la historia en el
arte, la literatura y la psicología, mostrando su profundidad emocional y simbólica.
Sin
embargo, más allá de lo espiritual, esta conexión tiene una base biológica
sólida.
En
1996, la Dra. Diana Bianchi identificó que durante la gestación, madre e hijo
intercambian pequeñas cantidades de células a través de la placenta.
Estas
células, genéticamente diferentes, no desaparecen nunca de la madre, ni del hijo, después del parto, sino que permanecen en el organismo durante toda la vida.
Este
fenómeno explica cómo partes físicas de cada hijo gestado persisten en el cuerpo
de su madre, y viceversa.
La
Dra. Bianchi utilizó el término quimerismo para describir este proceso,
inspirado en la figura mitológica compuesta por partes de diferentes seres,
destacando la singularidad y el poder de esta conexión celular.
Las
investigaciones han demostrado que las células del bebé no sólo permanecen en
la madre, sino que también pueden desempeñar funciones regenerativas.
En
2004, el Dr. Kiarash Khosrotehrani descubrió que algunas de estas células son
pluripotenciales, capaces de integrarse en tejidos como el corazón, el cerebro,
el hígado o la piel.
Además,
se ha demostrado que contribuyen a la reparación de tejidos dañados, como en
enfermedades hepáticas, cardíacas o cutáneas, según estudios de la Dra.
Laurence Loubiere de la Universidad de Cambridge en 2006.
Este
proceso sugiere que la presencia celular del hijo puede actuar como una forma
de protección para la madre, ofreciendo beneficios fisiológicos sorprendentes
más allá de la gestación.
La
realidad del microquimerismo nos invita a reflexionar sobre su significado en el
contexto de la vida de Jesús y María.
Si
este intercambio celular ocurrió en la Virgen, como en cualquier madre, una
parte física de Jesús habría permanecido en ella durante toda su vida, y
viceversa.
Así,
desde un punto de vista biológico, la presencia de María habría acompañado a
Jesús de manera tangible, desde Beñén hasta el Gólgota.
Esta
conexión no solo es emotiva, sino que tiene profundas implicaciones teológicas.
Si,
como enseña la doctrina, María no experimentó la corrupción del cuerpo al ser
asunta al cielo, las células de Jesús que residieron en su cuerpo también
estarían presentes en su glorificación.
Esta
realidad celular abre preguntas sobre su conexión con la Eucaristía.
¿Es posible
que exista una asociación espiritual entre María y el cuerpo eucarístico de
Cristo?
San
Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003), intuyó esta
relación al afirmar que María, al concebir a Cristo en su seno, anticipó
sacramentalmente lo que los creyentes experimentan al recibir la Eucaristía, y en el "Cuerpo de CRisto" que comulgamos, estaría, también, Maria gracias al Microquimerismo.
El
Papa destacó que, para María, recibir la Eucaristía habría sido como acoger nuevamente
en su cuerpo aquel corazón que una vez latió al unísono con el suyo.
Así,
la presencia de María en cada celebración eucarística subraya su vínculo
inseparable con Cristo y la Iglesia.
El
descubrimiento del microquimerismo maternofetal no solo confirma la conexión
física entre madre e hijo, sino que aporta una nueva dimensión a la relación
entre María y Jesús, iluminando aspectos profundos de la fe cristiana.
En
palabras de Juan Pablo II, María está presente en cada Eucaristía, acompañándonos
como Madre de la Iglesia y acercándonos al misterio de Cristo.
Este
vínculo, tanto biológico como espiritual, resalta la unión indisoluble entre la
maternidad divina y la redención humana.
Estas
realidades puestas de manifiesto por la ciencia y por la teología, nos llevan a
una conclusión sorprendente.
María
alojaba en su cuerpo mortal y lo hace en su cuerpo incorrupto, asunto y santificado,
células de Jesús, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad
del Dios único en el que creemos, lo que, de alguna manera la hace participe de
la misma esencia de Dios.
Y es
precisamente esa integración biológica y espiritual entre María y Jesús, lo que
incrementa mi devoción hacia el misterio de la especial santidad de María.
Y
para concluir esta breve, pero especial, “Reflexión Heteróclita, y siguiendo mi
costumbre, hoy os traigo una nueva pieza musical, en esta ocasión la “Salve
Marinera” cantada por los marinos y cadetes de Marín al Papa Benedicto XVI en
su visita a Santiago de Compostela.
©2024
JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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