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viernes, 20 de diciembre de 2024

MI INTIMIDAD

 


A veces me deslizo por derroteros íntimamente personalistas, incluso con matices, en ocasiones, excesivamente individualistas.

No sé si ello satisface o no a mis lectores, pero a mí me sirve de desahogo para mis sufrimientos emocionales y físicos.

Así, soy consciente de que durante mucho tiempo no me he dejado iluminar por la inspiración,  ni por la sagrada influencia de las musas.

Mis sentimientos se escondían en los rincones más recónditos de mi alma, posiblemente como consecuencia de los hados de la enfermedad padecida.

No obstante no he perdido las sensaciones que me permiten conectar con los demás, y he continuado con la lectura, la música y la escritura, aunque echo de menos el juego de croquet, actividades que alivian mis limitaciones intelectuales y físicas.

En cualquier caso no abandonaré la soledad ni la intimidad de mi “castillo”, pues, al fin y al cabo, con mi edad y mi salud, y abandonadas otras  actividades que desarrollaba en el pasado como cazar, montar a caballo, esquiar, o disfrutar del vino y la buena mesa, debo buscar mi paz y mi alegría en otras actividades como las relatadas.

Pese a todos mis achaques y enfermedades, sigo disfrutando de la vida como ya nos decía Sir Francis Bacon

“Vieja madera para arder

Viejos amigos para charlar

Viejos autores para leer”

     Y omito los “vinos añejos para degustar”, con los que tanto he disfrutado, pues los tengo medicamente proscritos, habiéndolos sustituido por un insulso vaso de agua con gas y limón.

       Mientras tanto, en este frío final de otoño, antes de que lleguen los rigores del invierno, el mundo gira —¿progresa?, lo dudo— y avanza, no se sabe bien hacia donde, bajo las amenazas igualitaristas, malthusianitas y comunistas, en fin, con las amenazas del Poder hacia los derechos y libertades de los ciudadanos.

      Por ello me refugio, muchas veces, en la Soledad e Intimidad de mi Castillo interior, con la certeza de que mis principios no podrán ser alcanzados por los macarras y matones del poder que intenta doblegarnos.

       Pero mi intimidad ha de considerarse compartida, pues me gusta la compañía y la conversación de las personas a las que quiero, familiares o amigos., concretándose su esencia en la exigencia de que los demás la respeten y sea, solamente yo, quien establezca las ventanas por las que pueda entrarse en ella.

       La intimidad personal ha sido a veces concebida como un recinto, como el más secreto y escondido recinto de nuestra vida anímica, que sería la cámara que alberga lo más recoleto y escondido de cada uno de nosotros.

Otras veces, la intimidad ha sido vista como un punto a la vez central y profundo de nuestra conciencia —y de nuestro subconsciente— del cual brotasen nuestras acciones más personales: sería, así, el centro emergente de nuestra vida y sus actos

  Finalmente, una tercera sería una concepción jurídico-moral de la intimidad, el «Fuero interno», es decir,  el ámbito de la vida en que al hombre le es dado existir sui iuris, conforme a su propio derecho, según su propio «fuero», o sea, el ámbito de la acción en el cual el sujeto es verdaderamente libre, y por tanto últimamente responsable.

     Recinto secreto del alma, surtidor de la vida más genuinamente personal, ámbito de libertad y centro de imputación de los actos morales.

 Sí, todo esto es la intimidad. Pero acaso sea más correcta otra visión de la vida íntima.

  Tal vez sea preferible verla como el modo de ser de los actos propios en el cual, y con el cual, mi vida se me hace real y verdaderamente propia.

  O, con otras palabras, verdaderamente «mía».

 Y para terminar esta “Reflexión Heteróclita, os traigo una nueva pieza musical, hoy “Barcarola” de Offenbach, en reconocimiento a uno de mis más fieles lectores.

 



©2024 JESÚS FERNÁDEZ-MIRANDA Y LOZANA

 

 

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