En un ejercicio de violación flagrante de las
libertades individuales e incluso de las Leyes y la Constitución, los políticos
social comunistas han adoptado la actitud de prohibir a la ciudadanía, totalitariamente,
todo aquello que no es de su agrado, o que va en contra de su ideología
particular.
También los catalanes separatistas son expertos en eso
de prohibir cosas a la gente.
Como ejemplo la decisión de prohibir las corridas de
toros en Cataluña.
En primer lugar dudo mucho que uno de cada dos
catalanes esté por la prohibición de las corridas de toros, pero, es más, en
segundo lugar afirmo que la decisión de los políticos no se ha adoptado por un
afán de protección de los animales o de evitar su sufrimiento, pues están
exentos de la prohibición acordada festejos taurinos arraigados en Cataluña,
como los toros embolados de fuego [«Bou embolat», «bous al carrer» o «bous
capllaçats»] que son una tradición muy catalana y más cruel, si cabe que una
corrida y si no recuerden ustedes al toro embolado de fuego al que se le
rompió una pata en el momento de embolarlo.
¿De qué se trata entonces? Pues de prohibir las
corridas por su cualidad intrínseca de festejo español por excelencia, es decir
por su españolidad.
Según el abogado Joaquín Moeckel, asesor jurídico de
los toreros, el artículo 148.1.17 de la Constitución permite a las comunidades
autónomas asumir competencias sobre el fomento de la cultura y la
investigación, pero no sobre los espectáculos. La Constitución «olvidó» los
espectáculos públicos. Además el artículo 149 le atribuye al Estado la
competencia exclusiva sobre la defensa del patrimonio cultural, artístico y
monumental. Como se ve, los toros están implicados en todo ello. ¿Cuántas
plazas de toros son monumento histórico artístico? Pero no es el único precepto
que pude ser vulnerado, ya que la norma aprobada va contra el artículo 20, que
habla de la creación y difusión artística; el 44 y 46, que obliga a los poderes
públicos a promover y preservar los fenómenos culturales; o el 38, que habla de
la libertad de empresa. No olvidemos que la Fiesta es una actividad económica.
Vamos que ya tenemos pendiente otra asonada del
Tribunal Constitucional en ciernes.
Pero como eso les ha parecido poco, ahora han
prohibido fumar en las playas de Barcelona.
Aquí me remito a las palabras de un catalán, Juan Carlos
Girauta, ya repetidas en mi REFLEXIÓN anterior, para quien:
“«Hacer bien» a la gente consiste principalmente en privarles de algún placer: bebida, juego, ociosidad, etcétera. En este caso aparece un elemento que es típico de nuestra moralidad social y es la envidia a quienes pueden cometer faltas de las que nosotros debemos abstenemos si queremos que nuestros amigos nos respeten. Los que votan, por ejemplo, una Ley para que no se fumen cigarrillos […] son no fumadores para quienes el placer que otros obtienen del tabaco es una fuente de dolor.” [i]
Al final, el postmarxismo, el falso progresismo de la
izquierda, consiste en imponer su ideología como la única aceptable y prohibir
a los ciudadanos todo aquello que no se ajuste al concepto de “vida aceptable”
conforme a esa ideología, que no es tal, sino un mero método de desintegración,
mediante su desvertebración, de las sociedades de democracia liberal, con la
final de alcanzar y perpetuarse en el poder, así como la utopía clásica marxista de crear una nueva
sociedad ─con criterios de dudosa legitimidad y éxito─ y un hombre nuevo
Y en ese paroxismo de la prohibición, nuestros políticos que ocupan el poder, caen
frecuentemente en el absurdo denunciado por el genial Quino en la viñeta que
abre esta reflexión.
Y tal obsesión por prohibir es incluso mayor que la existente
respecto del pecado en la más puritana concepción de cualquier religión.
Concluyamos esta reflexión con el video musical "Prohibido Prohibir" de Sandra Mihanovich
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