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miércoles, 7 de septiembre de 2022

NO ES QUE YO SEA DIFERENTE, ES QUE SE PRETENDE QUE TODOS SEAMOS ABSURDAMENTE IGUALES

 


Vivimos en una sociedad absolutamente igualitaria, que valora a los sujetos por responder a un estereotipo identitario “políticamente correcto”.

    Ser diferente no es solamente un atentado al uniformismo ideal creado por la mayoría política marxista, sino que se califica, incluso, de antidemocrático.

    Por eso de lo que se trata —ya que no podemos hacer a los hombres iguales— es de perseguir no la diferencia, sino el trato distinto a los diferentes.

    Tomas Jefferson al respecto, advertía —en 1781— que:

“Reiterados intentos de establecer la uniformidad ideológica, material o de ambos tipos, han atormentado a incontables seres humanos desde el principio de los tiempos. El resultado ha sido hacer de una mitad del mundo estúpidos, y de la otra mitad hipócritas; pedir otra igualdad distinta de la “Igualdad ante la Ley” tan solo conduce al lecho de Procusto [i], pues como hay peligro de que los hombres grandes ganen a los pequeños hágase a todos del mismo tamaño, estirando a los segundos y cortando a los primeros”.

     Así pues, partiendo de esa imposibilidad de igualar a los hombres, los “progresistas dogmáticos intolerantes” que conforman la secta que tiene secuestrado al PSOE, pretenden proscribir la diferencia de trato a los distintos.

     A esto responde La Ley de Igualdad del Gobierno para evitar seis tipos de discriminación por razón de: sexo, religión, edad, discapacidad, orientación sexual y origen étnico, aunque un estudio de la Fundación Socialista Ideas Para el Progreso propone al Gobierno que la nueva Ley dé un golpe de efecto ampliando los aspectos susceptibles de discriminación a otras cinco barreras: características genéticas, apariencia física, patrimonio, origen nacional y lengua.

    La pretensión del gobierno no deja de ser “utópica”, otra muestra más del Pensamiento Alicia de los socialistas, inspirada en ese “buenismo antropológico” que se trata de imponer a los ciudadanos legislativamente.

    En el mundo real tan solo merece la pena la defensa de la libertad sobre la base del principio de igualdad ante la ley, pues solo ella permitirá al hombre su completo y feliz desarrollo.

    Sin embargo, la pretensión no es fácil, y tal vez por ello el proyecto cuenta con el máximo secretismo por parte del Ejecutivo, que ha venido retrasando su presentación una y otra vez sin explicación alguna.

    La mayor dificultad aparece en relación con la exclusión por apariencia física. Son casos difíciles de demostrar ante un tribunal, cuya protección jurídica no resulta del todo efectiva y que socialmente pueden conllevar un alto grado de desgaste psicológico.

     No se trata de que no haya gordos, feos, bajos o personas que no sepan hablar castellano, sino que cualquiera de ellos no sea discriminado por razón de serlo.

    En cualquier caso, no me parece mal la pretensión, pero solo en tanto y cuanto que lo que se trate de evitar sea la discriminación legal, es decir que por cualquiera de aquellas razones se vulnere el principio de “igualdad ante la Ley” de un ciudadano.

    Y que además impere el sentido común en su aplicación, lo cual no es sencillo.

    Imaginémonos algunos supuestos:

    En Londres, y como consecuencia de la violación de varias mujeres por taxistas, se creó una compañía de coches de alquiler con conductor, “Pink Taxi”, conducidos exclusivamente por mujeres y para àsajeras mujeres, con la finalidad de minimizar aquel riesgo. ¿Podría un varón considerar que es discriminado por la referida compañía como consecuencia de su sexo al no ser contratado como conductor precisamente por ser hombre?

    “Victoria Secret”, una de las firmas más famosas de lencería del mundo, selecciona cada otoño a las modelos que participan en su famoso desfile anual, y este año ha rechazado contratar a algunas candidatas por su obesidad.

    ¿Existe discriminación a las gorditas o mero sentido comercial en tal actuación?

    Lo cierto es que siempre habrá seres humanos altos y bajos, gordos y delgados, guapos y feos, calvos y peludos, atractivos y repelentes, y no por tratar de evitar que nos refiramos a su existencia, van a dejar de existir, o tener mejores alternativas vitales, ni ser mejor o peor aceptados por el resto de sus semejantes.

    Pero eso parece que no les basta a nuestro Gobierno Tiránico ni a su Ministra ―por cuota matrimonial― Irene Montero.

     Dios me libre de que la discordancia pueda ser considerada también discriminatoria en tanto y cuanto no sea conforme a la “opinión mayoritaria” de la Sociedad según el criterio, claro está, de nuestros actuales gobernantes.

En cualquier caso, si ya es grave establecer el “igualitarismo” por ley, más lo es, desde el punto de vista técnico jurídico, la inversión de la carga de la prueba que establece el Artículo 28 de la Ley de Igualdad, al establecer que:


De acuerdo con lo previsto en las leyes procesales y reguladoras de los procedimientos administrativos, cuando la parte actora o el interesado alegue discriminación y aporte un principio de prueba sobre su existencia, corresponderá a la parte demandada o a quien se impute la situación discriminatoria la aportación de una justificación objetiva y razonable, suficientemente acreditada, de las medidas adoptadas y de su proporcionalidad.


    Es decir que el discriminado tan solo con alegar la existencia de una “presunción razonable” o mero “principio de prueba” de la existencia de una discriminación no está obligado a su prueba, sino que el acusado debe probar que no ha existido discriminación frente a la presunta víctima.

    O sea, el mundo al revés legitimando la llamada "Probatio Diabólica" por imposible.

    Concluyamos, así 一ya que vamos de igualdad de "todos y todas"一 con una nueva pieza musical, “Todas las criaturas de Dios Nuestro Señor”, por la orquesta y Coro del "Mormon Tabernacle Choir".






[i] En la mitología griega, Procusto era un hermoso bandido y posadero del Ática que invitaba a los viajeros solitarios a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si por el contrario era más baja, la invitaba a acostarse en una cama larga, donde también la maniataba y descoyuntaba a martillazos hasta estirarle.

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