“El poeta pobre”, de Carl Spitzweg (1839) |
Reconozco que mis últimas reflexiones han podido resultar algo arduas, e incluso tediosas, para muchos de mis lectores, dado su caracter esencialmente filosófico.
Por ello hoy voy a hablaros de la belleza de la poesía.
De vez en cuando se desata el alma
del escritor, no se la puede embridar, campea a su aire y según sus antojos, apareciendo, así, el poeta.
Hubo quien hizo del arte de encadenar endecasílabos una
profesión y un modo de vida. Hoy apenas daría para algunos mendrugos.
Sin embargo, para aquellos que tienen una sensibilidad
literaria profunda, el verso sigue siendo la mayor expresión escrita de los
recovecos del alma, ya sufriente, ya eufórica, ya crítica, ya melancólica, y
ahí se concentran todas y cada una de esas pasiones.
Decía la escritora Angela Vallvey, que:
“Para ser poeta no hace falta escribir poemas, sino
tener una especial sensibilidad para aproximarse a los acontecimientos que nos
rodean y expresarlos desde la emoción interior que nos produzcan.”
tal y como recordaba en mi post ESCRITURA Y POEMAS al que se puede acceder haciendo click en el texto resaltado.
Efectivamente, en estos momentos, me encuentro en una de
esas fases en las que me apetece escribir poesía, pero, pienso que no sé
si seré capaz de encadenarla, aunque lo desearía, pues como le sucede a Harry Heller, el lobo estepario
de Hesse:
“Una noche, estando despierto en la cama, empezase de
pronto a recitar versos, versos demasiado bellos, demasiado singulares para que
yo hubiera podido pensar en escribirlos, versos que a la mañana siguiente ya no
recordaría y que, sin embargo, estarían guardados en mí como la nuez sana y
hermosa dentro de una cáscara rugosa y vieja”.
De modo que prefiero los versos escritos por
quienes si tuvieron la virtud de expresarlos.
Así que, parafraseando a Quinto Horacio Flaco, “Trataré de mezclar a mi prudencia un grano de locura”.
En cualquier caso, mi amor por los versos bellos y
singulares se inclina hacia aquellos que se refieren a lo que Hamlet definía
como “aquel país desconocido de cuyos límites
ningún caminante torna.” Pues el destino ultimo del hombre es una
de las cuestiones que más obsesionan mi razón y mis sentimientos.
Así, me encantan los versos de Tennyson dedicados a los
efectos del paso del tiempo, de su poema Ulises, en los que nos dice:
“[…] no tenemos ya aquella fuerza
que en los viejos días
movía tierra y cielo,
somos lo que somos:
Con igual temple de corazones heroicos
debilitados por el tiempo y el destino,
pero más fuertes en voluntad para esforzarse,
buscar, encontrar y no rendirse.”
o,
parcialmente, los recogidos en el poema “Cuando baña mi lecho luz de luna”
al
pasar, lenta, una llama de plata,
aclarando las
letras de tu nombre,
la cifra de tus
años.
[…] y entonces sé
que la bruma flota,
como leve velo,
de costa a costa
y en el oscuro
templo, como un fantasma,
centellea tu
lápida a la aurora.”
Otro gran poeta inglés que se refiere a la muerte es
Shakespeare, quien en su poema “Cuando haya muerto, llórame tan sólo...” , nos
dice:
"Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.
Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.
Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,
para que nadie en tu llorar indague
y se burle de ti por el ausente.
Por mi parte, soy, generacionalmente, miembro del movimiento poético de los años 70 del siglo pasado donde se fraguó un estilo con gran personalidad.
Así Jimmy Giménez-Arnau agotó, en la poesía y en aquellos años, todo el genio que tenía, con poemas como estos:
"Si se le ocurre preguntar por mi
invéntate una historia parecida
a la tristeza pero que no intuya
que estoy a punto de volverme loco.
Que no intuya que mi última mujer
(La cabecita que despeinó ahora)
es la misma mujer con la que duermo
de una manera imaginada en ella.
Si se le ocurre preguntar por mi
dale manzanas dale vaguedades
dale ambiguas noticias de lo que es
plural incertidumbre de un dolor.
Si se le ocurre preguntar por mi
no le hables de mis noches espantosas
donde los ojos arden de cansancio
y los labios se secan junto a ellos
No le hables de los besos increíbles
que terminaban yéndose a la cama
a recuperar su aliento estropeado
en la cama increíble de los besos
No le menciones nudos ocurridos
que vuelva en solitario a por sus noches
si le queda algo de hambre en la memoria
si se le ocurre preguntar por mi"
Y no quiero renunciar a dejaros aquí dos de mis poemas, que si bien no alcanzan la belleza de los
versos antes recogidos, son, en última instancia, parte de mi pequeña aportación a la poesía:
un rayo permanente,
igual que el de Miguel,
que no me cesa
y ejercita en mí mismo sus furores.
Es mezcla de nostalgia y de dolores,
que provoca que yo sea
sólo el cuerpo que aquí ves,
ya casi nada,
pues cada día abrocho mi piel
más apretada
y se me escapa el yo
en cada pisada
que camino por buscar tu mundo."
"Cuando a mi
tumba,
Si de mí, ya polvo,
aun te acuerdas,
te acerques a
contemplar
el pasado
que, como yo,
ya no será.
Cuando haya sido.
Cuando
sembrado
en un profundo surco,
mi cuerpo, en
fin, no sea más que tierra,
quisiera
verte sonreírme alegremente,
aunque en el
fondo
de tu alma
una lagrima, por mí,
estallar quisiera.
Tal vez
entonces,
ya hecho luz,
ya hecho nada,
sea una
caricia de viento en tu piel.
...Inesperada."
Y concluyó, como siempre, con una nueva pieza musical, hoy "El final de la vida" más conocida como "E luccevan l'estelle" de la Ópera Tosca de Puccini, interpretada por Pavarotti
© 2023, Jesús Fernández-Miranda y Lozana
Bonito poema D. Jesús. Es una lástima que apenas se lea ya poesía con los maravillosos poetas que tuvimos a lo largo de nuestra historia literatura. Léase de muestra la mencionada Generación del 27 y la nunca olvidada del 98. Amén de nuestros clásicos. Es un placer que aún alguien se acuerde de las rimas.
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