fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.”
Ángel González [1]
La idea de la existencia de Dios está enraizada en el pensamiento de que si el fruto del devenir de generaciones, cientos, miles de ellas, desde la aparición del hombre sobre nuestro planeta ─en un proceso evolutivo que considero programado y antropocéntrico─ es el hombre contemporáneo, habremos de acabar en la idea del carácter trascendente del ser humano.
Veámoslo desde otra perspectiva.
Para los ateos y evolucionistas la existencia del ser humano
es el fruto de una contingente suerte de infinitas carambolas que mediante el
proceso evolutivo y desde el primigenio momento del “Big-Bang”, ha desembocado en
la aparición del hombre sobre la tierra. (Tesis evolutiva)
Para los creyentes, sin embargo, la existencia del hombre es
el fruto de un deseo del Dios creador. (Tesis Creacionista o del superdiseño)
Vamos a analizar una y otra posición.
Para empezar lamento no poder considerar serio el
planteamiento ateo.
Del mismo modo que Umberto Ecco, pienso que:
“… el ateo es una figura cuya psicología se me escapa, porque
al modo kantiano, no veo de qué forma se puede no creer en Dios y considerar
que no se puede probar su existencia, y creer después firmemente en la
inexistencia de Dios, y sentirse capaz de poder probarla.” [2]
Es decir, que siguiendo las doctrinas más cientificistas y
racionalistas, si no somos capaces de demostrar que Dios existe, porque ni la
ciencia ni la razón aportan instrumentos que permitan esa demostración, no
tiene sentido pretender, y ello por los mismos razonamientos, que sea posible demostrar
que Dios no exista.
En consecuencia en esta materia habremos de limitarnos, en
palabras de Joseph Ratzinger, a explorar los conceptos referidos a Dios desde
el “dialogo entre la razón y la fe”.
Y aquí es donde el hombre encuentra, desde posiciones
filosóficas, elaboraciones tan curiosas como la que se encierra en el apotegma:
“Credo quia absurdum” [3]
al que le dedica un interesante artículo Desiderio Parrilla Martínez en la revista online “El Catoblepas” y que podéis leer haciendo clik AQUI
Adelantemos, no
obstante, que la frase en cuestión no es exactamente la escrita por Tertuliano ─su
presunto autor─, cuya literalidad es la siguiente:
“Crucifixus
est Dei Filius, non pudet, quia pudendum est; et mortuus est Dei Filius,
prorsus credibile est, quia ineptum est; et sepultus resurrexit, certum est,
quia impossibile.” [3]
si no que se inspira
en la expresión del final de la frase: “certum est quia impossibile“, que
literalmente se podría traducir como “Es cierto porque es imposible”.
Lo que Tertuliano quiere decir en esta frase es que su creencia en la resurrección de Jesús se fundamenta en el hecho de que es humanamente imposible y que por lo tanto esa resurrección ha de ser un milagro de Dios, tal y como nos enseña la fe cristiana.
En este punto querría hacer referencia a las críticas al nuevo ateísmo, representado por su adalid británico Richard Dawkins, el autor de los anuncios en los autobuses de Londres con los carteles expresando “Probablemente Dios no exista así que despreocúpate y disfruta de la vida”, campaña repetida en Madrid hace algún tiempo.
Richard Dawkins, autor de 'El gen egoísta' y 'El espejismo de Dios'
Este personaje con aspecto respetable y vestimenta que
recuerda a la de un fraile franciscano es, pese a su aspecto bonancible, un
intelectual dogmático y prepotente.
En su trayectoria ético/filosófica Dawkins es un activista
del ateísmo, el aborto y la Eugenesia.
Dejaremos para otros posts la crítica al proabortismo y la
eugenesia, pues en esta reflexión heteróclita quiero centrarme en el ateísmo y
la existencia del hombre como fruto de la creación, y exponer las razones que
me llevan a esa consideración esencial.
En cualquier caso, la actitud siempre prepotente de Dawkins ─autor
de 'El gen egoísta' y 'El espejismo de Dios'─ implica, a mi juicio, dos cosas:
Que no es un filósofo racional, sino un intransigente.
Y que se cree en posesión de la verdad en cuestiones que, por
mucho que lo pretenda, siguen sin contestación válida aun en nuestros días,
como el hecho de la existencia o no de Dios, salvo que nos acerquemos a ella
desde la creencia y el sentimiento.
Frente a su posición, ensalzada desde la izquierda
progresista dogmática e intolerante, se han alzado en los últimos tiempos
muchas voces autorizadas.
Por ejemplo, el filósofo también británico, y durante muchos
años ateo militante Antony Garrard Newton Flew, quien en 2004 anunció su
abandono de las tesis ateas, reconociendo que:
“Tuve
que rendirme ante la evidencia de los hechos, entre otros los recientes
descubrimientos científicos en los campos de la cosmología y de la física, y
los hallazgos realizados durante más de cincuenta años de investigación del
ADN, que sirven de base para nuevos y poderosísimos argumentos a favor del
diseño” [4]
Otros autores que critican a Dawkins son los también
británicos Scott Hahn y Benjamín Wiker, que en su libro “DAWKINS EN OBSERVACION:
Una crítica al nuevo ateísmo” [5],
atacan ferozmente los argumentos del adalid del ateísmo, diciendo entre otras
cosas que
“Dawkins
esté dispuesto a afirmar que cualquier cosa es posible para así dejar abierta
la puerta al
azar como explicación puramente material de cualquier hecho milagroso, como …
la aparición espontánea sobre la Tierra de algo equivalente al ADN.”
Partiendo de esta
postura Dawkis llega a la conclusión de que es el azar el factor determinante de nuestra existencia en la tierra,
y de la creación toda.
Así, según afirman Hahn y Wiker en su libro:
“Dawkins viene a decir
lo mismo que Tertuliano pero cambiando los términos: el azar puede convertir lo
imposible en posible, haciendo que pase a ser algo milagrosamente improbable.
Pero eso, en el fondo, no es muy distinto del credo quia absurdum est que se
atribuía a Tertuliano. ¿Cómo se puede tener tanta devoción a ese esquivo dios,
el Azar? Muy fácil, Dawkins es capaz de creer en cualquier cosa antes que en
Dios.”
Pero el propio Dawkins,
al tratar de explicar sus tesis, cae en profundas contradicciones, de las que él
mismo se tiene que dar cuenta con bastante claridad al referirse a la selección
natural, pues como hace notar en varios pasajes de su obra [6],
la selección natural (entendida como la acumulación gradual de rasgos
favorables) viene a ser «lo opuesto» al azar.
Su razonamiento es que
si la selección natural hubiera de producir un ojo mediante una única y
gigantesca cascada de mutaciones aleatorias, toda la evolución sería una
cuestión de pura casualidad, y por tanto prácticamente imposible porque las
partes (los distintos átomos) no tienen la tendencia a adoptar espontáneamente
una estructura biológica supercompleja, por lo que tendríamos que ceder al azar
la capacidad de lograr lo que sólo un dios puede hacer y en una pirueta
inconcebible adjudica ese plus al azar.
En conclusión,
volviendo al texto de Hahn y Wiker:
“El Azar (al que se refiere Dawkins) debe
poseer las cualidades de ese Dios al que reemplaza, por lo que crece hasta
convertirse en un dios que es capaz de hacer cualquier cosa. Dawkins no
necesita que haga cualquier cosa, por supuesto, sino sólo aquellas cosas que la
selección natural no puede hacer y que requerirían un Dios real: crear los
primeros seres vivos”.
Como conclusión diremos
que frente a la tesis del ateo los pensadores creyentes oponen el llamado “Argumento Cosmológico”. Dicho argumento
se basa en la imposibilidad de entender el origen del universo sin acudir a la
existencia de un “Dios Creador”.
La ciencia ha
demostrado, en los últimos decenios, que el universo no es eterno, sino que
tuvo un comienzo, un principio que se produjo hace unos 14.000 millones de
años.
Por lo tanto existió un
principio, y nada existía antes de ese principio.
Si no existe nada antes
de ese principio, si no hubiese Dios, nos encontraríamos con que el universo decidió
existir por sí mismo, lo que es una conclusión poco creíble.
La realidad es que es
poco creíble y poco probable que la energía y la materia que componen el
universo nacieran per se de motu proprio, dando lugar a su propia existencia a
partir de la nada, de la absoluta no existencia.
Como parte del
argumento cosmológico, finalmente, se incluye la existencia de las leyes
físicas y el misterio que representa que todas, en su inmensa y no totalmente
desentrañada amplitud y complejidad, estuvieran vigentes y activas desde el
primer instante del Big-Bang, ya que sin ellas la expansión del Universo desde
ese primigenio momento no podría haber tenido lugar, a lo que debe añadirse que
esas leyes, sin un Dios que las hubiese programado, habrían de haber nacido
nuevamente motu propio de la materia y energía que conforma el universo y es
bastante increíble y paradójico pensar que estos elementos tuvieran capacidad
para inventar leyes de semejante complejidad y ponerlas en marcha en el mismo
momento de su nacimiento.
Llegados a este punto, y como conclusión de todo lo anterior,
he de afirmar que me niego a aceptar que Dios no exista y que, en consecuencia
no haya creado el universo y en él al ser humano a quien, además, aportó la
esperanza en la vida venidera.
Me niego así a aceptar que todas mis vivencias, mis
recuerdos, mis sensaciones, mis emociones, mis placeres, mis dolores, mi vida
humana, en fin, tenga por único destino la desintegración en unidades de
materia inconexas y en energía “cósmica” disuelta y sean tan sólo el fruto de
una incomprensible e imposible, por excesiva, casualidad cósmica, fruto de la
conjunción de infinitas casualidades anteriores producidas desde el momento
primigenio del “Big Bang”.
En tal caso, la existencia del hombre, con su cualidad intelectual
y espiritual intrínseca, sería una carambola excesivamente cruel del Universo.
Por eso:
“NON NOBIS DOMINE NOBIS,
SED NOMINE TUO DA GLORIAM” [7]
Nada para nosotros Señor Nuestro,
sino para la gloria de tu nombre
Y os dejo esta perla musical, el Miserere interpretado por Zuchero, Pavarotti y Bocelli
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
[1] Ángel
González; Áspero Mundo (1956); de su libro 101+19= 120 Poemas; VOLUMEN CDXXXV DE LA COLECCIÓN VISOR DE
POESÍA; VISOR LIBROS 2005;
[2]
¿En que creen los que no creen? (In cosa crede chi non crede) - Umberto Eco,
Carlo María Martini (y Emanuele Severino, Manlio Sgalambro, Eugenio Scalfari,
Indro Montanelli, Vittorio Foa, y Claudio Martelliaño), 1997 - Traducción:
Carlos Gumpert Melgosa - Editor digital: Mowgli - Corrección de erratas:
newclave y DiabloKhel (metadatos), brun
elesqui y Jecanre - ePub base r1.0 – EPUBLIBRE
[3] Tertuliano; De Carne Christi V, 4: "El Hijo de Dios fue crucificado: no
hay vergüenza, porque es vergonzoso. Y el Hijo de Dios murió: es totalmente
creíble, ya que no es adecuado. Y, enterrado, resucitó: es cierto, porque es
imposible".
No hay comentarios:
Publicar un comentario