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viernes, 13 de octubre de 2023

GENERACIONES


“... para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.”
Ángel González [1]

    La idea de la existencia de Dios está enraizada en el pensamiento de que si el fruto del devenir de generaciones, cientos, miles de ellas, desde la aparición del hombre sobre nuestro planeta ─en un proceso evolutivo que considero programado y antropocéntrico─ es el hombre contemporáneo, habremos de acabar en la idea del carácter trascendente del ser humano.

    Veámoslo desde otra perspectiva.

    Para los ateos y evolucionistas la existencia del ser humano es el fruto de una contingente suerte de infinitas carambolas que mediante el proceso evolutivo y desde el primigenio momento del “Big-Bang”, ha desembocado en la aparición del hombre sobre la tierra. (Tesis evolutiva)

Para los creyentes, sin embargo, la existencia del hombre es el fruto de un deseo del Dios creador. (Tesis Creacionista o del superdiseño)

    Vamos a analizar una y otra posición.

    Para empezar lamento no poder considerar serio el planteamiento ateo.

    Del mismo modo que Umberto Ecco, pienso que:

“… el ateo es una figura cuya psicología se me escapa, porque al modo kantiano, no veo de qué forma se puede no creer en Dios y considerar que no se puede probar su existencia, y creer después firmemente en la inexistencia de Dios, y sentirse capaz de poder probarla.” [2]

    Es decir, que siguiendo las doctrinas más cientificistas y racionalistas, si no somos capaces de demostrar que Dios existe, porque ni la ciencia ni la razón aportan instrumentos que permitan esa demostración, no tiene sentido pretender, y ello por los mismos razonamientos, que sea posible demostrar que Dios no exista.

    En consecuencia en esta materia habremos de limitarnos, en palabras de Joseph Ratzinger, a explorar los conceptos referidos a Dios desde el “dialogo entre la razón y la fe”.

    Y aquí es donde el hombre encuentra, desde posiciones filosóficas, elaboraciones tan curiosas como la que se encierra en el apotegma:

        Credo quia absurdum[3]

al que le dedica un interesante artículo Desiderio Parrilla Martínez en la revista online “El Catoblepas” y que podéis leer haciendo clik AQUI
Adelantemos, no obstante, que la frase en cuestión no es exactamente la escrita por Tertuliano ─su presunto autor─, cuya literalidad es la siguiente:

“Crucifixus est Dei Filius, non pudet, quia pudendum est; et mortuus est Dei Filius, prorsus credibile est, quia ineptum est; et sepultus resurrexit, certum est, quia impossibile.” [3]

si no que se inspira en la expresión del final de la frase: “certum est quia impossibile“, que literalmente se podría traducir como “Es cierto porque es imposible”.

    Lo que Tertuliano quiere decir en esta frase es que su creencia en la resurrección de Jesús se fundamenta en el hecho de que es humanamente imposible y que por lo tanto esa resurrección ha de ser un milagro de Dios, tal y como nos enseña la fe cristiana.

    En este punto querría hacer referencia a las críticas al nuevo ateísmo, representado por su adalid británico Richard Dawkins, el autor de los anuncios en los autobuses de Londres con los carteles expresando “Probablemente Dios no exista así que despreocúpate y disfruta de la vida”, campaña repetida en Madrid hace algún tiempo.


    Richard Dawkins, autor de 'El gen egoísta' y 'El espejismo de Dios'

    Este personaje con aspecto respetable y vestimenta que recuerda a la de un fraile franciscano es, pese a su aspecto bonancible, un intelectual dogmático y prepotente.

    En su trayectoria ético/filosófica Dawkins es un activista del ateísmo, el aborto y la Eugenesia.

    Dejaremos para otros posts la crítica al proabortismo y la eugenesia, pues en esta reflexión heteróclita quiero centrarme en el ateísmo y la existencia del hombre como fruto de la creación, y exponer las razones que me llevan a esa consideración esencial.

    En cualquier caso, la actitud siempre prepotente de Dawkins ─autor de 'El gen egoísta' y 'El espejismo de Dios'─ implica, a mi juicio, dos cosas:

    Que no es un filósofo racional, sino un intransigente.

    Y que se cree en posesión de la verdad en cuestiones que, por mucho que lo pretenda, siguen sin contestación válida aun en nuestros días, como el hecho de la existencia o no de Dios, salvo que nos acerquemos a ella desde la creencia y el sentimiento.

    Frente a su posición, ensalzada desde la izquierda progresista dogmática e intolerante, se han alzado en los últimos tiempos muchas voces autorizadas.

    Por ejemplo, el filósofo también británico, y durante muchos años ateo militante Antony Garrard Newton Flew, quien en 2004 anunció su abandono de las tesis ateas, reconociendo que:

 “Tuve que rendirme ante la evidencia de los hechos, entre otros los recientes descubrimientos científicos en los campos de la cosmología y de la física, y los hallazgos realizados durante más de cincuenta años de investigación del ADN, que sirven de base para nuevos y poderosísimos argumentos a favor del diseño” [4]

    Otros autores que critican a Dawkins son los también británicos Scott Hahn y Benjamín Wiker, que en su libro “DAWKINS EN OBSERVACION: Una crítica al nuevo ateísmo” [5], atacan ferozmente los argumentos del adalid del ateísmo, diciendo entre otras cosas que
“Dawkins esté dispuesto a afirmar que cualquier cosa es posible para así dejar abierta la puerta al azar como explicación puramente material de cualquier hecho milagroso, como … la aparición espontánea sobre la Tierra de algo equivalente al ADN.”

    Partiendo de esta postura Dawkis llega a la conclusión de que es el azar el factor determinante de nuestra existencia en la tierra, y de la creación toda.

    Así, según  afirman Hahn y Wiker en su libro:

“Dawkins viene a decir lo mismo que Tertuliano pero cambiando los términos: el azar puede convertir lo imposible en posible, haciendo que pase a ser algo milagrosamente improbable. Pero eso, en el fondo, no es muy distinto del credo quia absurdum est que se atribuía a Tertuliano. ¿Cómo se puede tener tanta devoción a ese esquivo dios, el Azar? Muy fácil, Dawkins es capaz de creer en cualquier cosa antes que en Dios.”

    Pero el propio Dawkins, al tratar de explicar sus tesis, cae en profundas contradicciones, de las que él mismo se tiene que dar cuenta con bastante claridad al referirse a la selección natural, pues como hace notar en varios pasajes de su obra [6], la selección natural (entendida como la acumulación gradual de rasgos favorables) viene a ser «lo opuesto» al azar.

    Su razonamiento es que si la selección natural hubiera de producir un ojo mediante una única y gigantesca cascada de mutaciones aleatorias, toda la evolución sería una cuestión de pura casualidad, y por tanto prácticamente imposible porque las partes (los distintos átomos) no tienen la tendencia a adoptar espontáneamente una estructura biológica supercompleja, por lo que tendríamos que ceder al azar la capacidad de lograr lo que sólo un dios puede hacer y en una pirueta inconcebible adjudica ese plus al azar.

    En conclusión, volviendo al texto de Hahn y Wiker:

“El Azar (al que se refiere Dawkins) debe poseer las cualidades de ese Dios al que reemplaza, por lo que crece hasta convertirse en un dios que es capaz de hacer cualquier cosa. Dawkins no necesita que haga cualquier cosa, por supuesto, sino sólo aquellas cosas que la selección natural no puede hacer y que requerirían un Dios real: crear los primeros seres vivos”.

    Como conclusión diremos que frente a la tesis del ateo los pensadores creyentes oponen el llamado “Argumento Cosmológico”. Dicho argumento se basa en la imposibilidad de entender el origen del universo sin acudir a la existencia de un “Dios Creador”.

    La ciencia ha demostrado, en los últimos decenios, que el universo no es eterno, sino que tuvo un comienzo, un principio que se produjo hace unos 14.000 millones de años.

    Por lo tanto existió un principio, y nada existía antes de ese principio.

    Si no existe nada antes de ese principio, si no hubiese Dios, nos encontraríamos con que el universo decidió existir por sí mismo, lo que es una conclusión poco creíble.

    La realidad es que es poco creíble y poco probable que la energía y la materia que componen el universo nacieran per se de motu proprio, dando lugar a su propia existencia a partir de la nada, de la absoluta no existencia.

    Como parte del argumento cosmológico, finalmente, se incluye la existencia de las leyes físicas y el misterio que representa que todas, en su inmensa y no totalmente desentrañada amplitud y complejidad, estuvieran vigentes y activas desde el primer instante del Big-Bang, ya que sin ellas la expansión del Universo desde ese primigenio momento no podría haber tenido lugar, a lo que debe añadirse que esas leyes, sin un Dios que las hubiese programado, habrían de haber nacido nuevamente motu propio de la materia y energía que conforma el universo y es bastante increíble y paradójico pensar que estos elementos tuvieran capacidad para inventar leyes de semejante complejidad y ponerlas en marcha en el mismo momento de su nacimiento.

    Llegados a este punto, y como conclusión de todo lo anterior, he de afirmar que me niego a aceptar que Dios no exista y que, en consecuencia no haya creado el universo y en él al ser humano a quien, además, aportó la esperanza en la vida venidera.

    Me niego así a aceptar que todas mis vivencias, mis recuerdos, mis sensaciones, mis emociones, mis placeres, mis dolores, mi vida humana, en fin, tenga por único destino la desintegración en unidades de materia inconexas y en energía “cósmica” disuelta y sean tan sólo el fruto de una incomprensible e imposible, por excesiva, casualidad cósmica, fruto de la conjunción de infinitas casualidades anteriores producidas desde el momento primigenio del “Big Bang”.

    En tal caso, la existencia del hombre, con su cualidad intelectual y espiritual intrínseca, sería una carambola excesivamente cruel del Universo.

    Por eso:

NON NOBIS DOMINE NOBIS, 
SED NOMINE TUO DA GLORIAM” [7]

Nada para nosotros Señor Nuestro, 

sino para la gloria de tu nombre 

 

Y os dejo esta perla musical, el Miserere interpretado por Zuchero, Pavarotti y Bocelli


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana







[1] Ángel González; Áspero Mundo (1956); de su libro 101+19= 120 Poemas;  VOLUMEN CDXXXV DE LA COLECCIÓN VISOR DE POESÍA; VISOR LIBROS 2005;

[2] ¿En que creen los que no creen? (In cosa crede chi non crede) - Umberto Eco, Carlo María Martini (y Emanuele Severino, Manlio Sgalambro, Eugenio Scalfari, Indro Montanelli, Vittorio Foa, y Claudio Martelliaño), 1997 - Traducción: Carlos Gumpert Melgosa - Editor digital: Mowgli - Corrección de erratas: newclave y DiabloKhel  (metadatos), brun elesqui y Jecanre - ePub base r1.0 – EPUBLIBRE

[3] Tertuliano; De Carne Christi V, 4: "El Hijo de Dios fue crucificado: no hay vergüenza, porque es vergonzoso. Y el Hijo de Dios murió: es totalmente creíble, ya que no es adecuado. Y, enterrado, resucitó: es cierto, porque es imposible".

[4] “Mi peregrinaje desde el Ateísmo al Teísmo - My Pilgrimage from Atheism to Theism”; Entrevista realizada por  Gary R. Habermas, en la Revista Philosophia Christi (publicada por la sociedad Filosófica Evangélica con el apoyo de la universidad de Biola); 9 de diciembre de 2004. Pg. 6.

[5] HAWKINS EN OBSERVACIÓN: Scott Hahn y Benjamin Wiker – Editoraal RIALP, 2011

[6] El espejismo de Dios (título original: The God Delusion, 2006); Ed. Espasa 2007

[7] Nada para nosotros, Señor Nuestro, sino para la gloria de tu nombre; Lema de los templarios

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