Nadie sale de un laberinto propio con llave ajena.
Sólo pueden usarse algunos trucos como el de Ariadna y su hilo.
La Mitología griega nos cuenta que Todo gira en torno al Minotauro mitad hombre, mitad toro.
El Minotauro solamente se alimentaba de carne humana y a medida que iba creciendo se volvía más salvaje.
Para neutralizarlo, Minos le encargó a Dédalo la construcción de un laberinto con una única salida. Finalmente, el Minotauro quedó atrapado allí.
Micenas y Atenas entraron en guerra, que ganó Micenas.
Tras la victoria de Micenas, Minos exigió la entrega de jóvenes atenienses para su sacrificio, entregándolos al Minotauro para que se alimentara.
Teseo era el hijo del rey de Atenas, Egeo, y era famoso por su valor y arrojo. Además, tenía la fama de haber vencido siempre a todos sus enemigos.
Por eso, cuando cumplió 18 años, se ofreció para que lo incluyeran entre los efebos a sacrificar.
Aprovecharía para matar al Minotauro y así acabar con los sacrificios.
Ariadna era la hija del rey Minos. Se enamoró de ella al verla y fue correspondido.
Ariadna conoció cuáles eran las intenciones del joven. Sabía que, aunque lograra derrotar al Minotauro, no conseguiría después salir del laberinto.
Para evitar que esto ocurriera, le entregó a su amado un ovillo de hilos de oro. Así Teseo lo iría deshaciendo a medida que avanzara en el laberinto, para seguir su rastro de vuelta.
De este modo Teseo inició su misión. Primero dio muerte al Minotauro y encontró la salida gracias al hilo de Ariadna.
Pero volvamos al objeto de esta reflexión.
La realidad nos hace comprender que los problemas propios han de resolverse por uno mismo, sin que podamos contar con otros para que nos los resuelvan y que esos problemas son diferentes para cada persona en atención a sus percepciones personales.
Así una lombriz advertía a sus hijos que los leones, tigres y otros grandes depredadores son inofensivos, mientras que las gallinas y los patos son animales altamente peligrosos.
En mi caso, los años y los golpes recibidos, me han dejado cicatrices que durante mucho tiempo escondí por miedo y vergüenza.
Hoy he decidido no ocultarlas más porque gracias a ellas mantengo mi rumbo personal, y su reconocimiento me han hecho más fuerte, resistente y selectivo.
Pero lo que más me sorprende, es que fui consciente de que era diferente al resto del mundo, cuando los que tenían más que yo empezaron a tenerme celos.
Pero ¿Celos de qué?
Ni soy atractivo, ni demasiado simpático, ni estoy sano, ni tengo fortuna personal. Y soy un jugador medio de croquet, mi actual juego/deporte.
Pero es algo que me ha sucedido siempre y que no he entendido nunca.
Puedes que se trate de mi fuerza personal, que trascienda en cada acto que protagonizo en mi vida.
O puede, que se trate, simplemente, de una visión de las cosas, que como Kant nos recuerda, las vemos no como son, sino como somos nosotros, que no percibimos la realidad objetivamente, sino a través de nuestros propios filtros.
Y así, llegados a la vejez los filtros que usamos son ya muy numerosos, y afectan a nuestra percepción de las cosas más que a los jóvenes, quienes todavía están formando sus filtros.
El envejecimiento es un proceso extraordinario donde uno se convierte en la persona que debería a ver sido siempre
Dicen que la vejez es la edad del atardecer, pero hay atardeceres que muchos se paran a admirar.
Pero en esta situación, cada noche me envuelve la oscuridad con su frio manto y susurra mi nombre como en una letanía infinita y el eco del reloj murmura palabras que las sombras dejaron inconclusas.
Al final, a mi edad, vivo según mis propias reglas, compartiendo mis pensamientos sin buscar aprobación. Si no te gusta respeto tu opinión, pero no me afecta.
Es curioso como ahora, la gente siente que tiene derecho a meterse en la vida de los demás, exigiendo explicaciones, como si se les debiera alg.
No estoy aquí para alimentar esa curiosidad.
Cada uno sigue su propio camino y el mío es exclusivamente mío.
Ya no me preocupa lo que piensen los demás.
Si quieres juzgarme, adelante.
Ya no tengo necesidad de explicar quién soy, que hago, o por qué tomó ciertas decisiones.
Si alguna vez me veis callado y mirando a un punto fijo, no os preocupéis y pensar que a veces mi mente está en un caos, luchando con mis propias ideas.
Al final el olvido no es sino un océano que arrastra los restos de un naufragio que nadie intenta rescatar.
Y para concluir esta “Reflexión Heteróclita”, como es mi costumbre, os traigo una nueva pieza musical. Hoy "Sibilando y ululando" el Aria de Medea de la ópera “Teseo” de Händel, interpretada por la Mezzo Soprano Maria Riccarda Wesseling.
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FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA