Hoy, día de Navidad, en el que celebramos el 2024 aniversario de la encarnación y nacimiento de Jesús Hijo de Dios, creo que es un momento apropiado para esta "Reflexión".
Los Cristianos al rezar nuestro “Credo apostólico” rezamos unas estrofas que dicen, en relación con la muerte y resurrección de Jesús, fundamento y esencia de nuestra Fe:
Fue Crucificado, Muerto y
Sepultado
Descendió a los Infiernos
Y al tercer día Resucitó de
entre los Muertos.
Y es precisamente en esta estrofa en donde radica el Misterio esencial de nuestra Fe, que no encuentra respuesta a las preguntas
1.-
¿Porqué Dios se hizo hombre para Morir en la Cruz como modo de salvar a los
hombres?
2.-
¿Para qué “Descendió a los Infiernos”?
3.-
¿Es la resurrección de los hombres el objetivo del sacrificio del propio Dios?
Hace algunos años escribí una serie de POSTS sobre el misterio de la muerte y el destino del hombre tras ella.
Hoy, es un buen momento para reiterar mi reflexión heteróclita y tratar de mejorar aquel POST, buceando el en misterio de Jesús Muerto y Depositado en Su tumba y descendiendo a los infiernos, como paso previo a Su Resurrección.
Lo primero que se nos plantea en estas
cuestiones es ¿Porqué tuvo Jesus que encarnarse en hombre y padecer su martirio
y muerte en la Cruz para la salvación de los hombres?
La respuesta ha de ser doble, y está
vinculada al misterio mismo de la REDENCIÓN.
En primer lugar, hemos de partir de la consideración de que “Deus Caritas est, (Dios es Amor)” y sus propias palabras, según las cuales a la redención del hombres pueden acceder todos ellos.
Así Juan en su evangelio recoge palabras de Jesús muy
importantes, expresadas con ocasión de la muerte y resurrección de su amigo
Lázaro:
Jesús
le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera,
vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. …
Juan 11:25-26.
En cuanto a la cuestión de porqué Dios hubo
de encarnarse en Jesucristo, cabría una explicación tal vez no muy ortodoxa, en
cuanto que condiciona el principio de que Dios es Todopoderoso y Goza del don
de la Ubicuidad, es decir la facultad de estar en todas partes al mismo tiempo.
Esta explicación partiría del hecho de que
hay un lugar en el que Dios no está, en el que no podría estar, pese a su
carácter ubicuo y todopoderoso.
Ese lugar es el infierno, pues el infierno es
la pura negación de Dios, la total y absoluta falta de su presencia, pues si
Dios estuviera en el Infierno, ya no serían tales, ni Dios ni el Infierno.
Y partiendo de esa idea conceptualmente
formal, aunque comprendo que discutible, o al menos difícilmente de aceptar,
hemos de llegar a la conclusión de que si no puede estar en el Infierno no
puede rescatar a las almas que están en él.
Recientemente se ha publicado en Roma bajo el
título “Porque Continuamos en la Iglesia”, una recopilación de artículos
teológicos de Ratzinger antes de acceder al papado.
En uno
de dichos artículos, precisamente llamado “El infierno es estar solo” Ratzinger
nos dice:
“Si existiese [después de la muerte] una suspensión de la existencia tan grave que en ese lugar [o situación] no pudiera haber ningún tú, entonces tendría lugar esa verdadera y total soledad que el teólogo llama infierno”
para concluir afirmando:
“Una cosa es cierta, hay una noche a cuyo abandono no llega ninguna voz; hay una puerta que podemos atravesar solo en soledad: la puerta de la muerte. La muerte es la soledad por antonomasia. Aquella soledad en la cual el amor no puede penetrar es el infierno. Sin embargo, Cristo ha atravesado la puerta de nuestra última soledad; con su Pasión ha entrado en el abismo de nuestro ser abandonado. Allí donde no se podía escuchar ninguna voz. Allí está Él. De este modo el infierno, la muerte que antes era el infierno, ya no lo es más.”
Y ¿a cuento de que estas reflexiones? me pueden decir mis lectores, pues
porque vienen a reforzar mi teoría.
Si Jesús ha bajado a los infiernos, como efectivamente así lo proclamamos
en nuestro “Credo”, anteriormente citado, lo hizo en su calidad de "hombre" ―aunque “Dios Verdadero”― que con su muerte “descendió a los infiernos” para
redimir al género humano, pues, ya que como Dios Padre no podría hacerlo, según
antes hemos querido explicar, tuvo que hacerlo el Hijo como Hombre ―insisto en
que al mismo tiempo que hombre es “Dios Verdadero”― tal y como nos dice
Ratzinger:
Cristo ha atravesado la puerta de nuestra última soledad; con Su Pasión ha entrado en el abismo de nuestro ser abandonado ―el Infierno―
Pero aún hay más: ¿Y por qué hubo de
morir en un sacrificio cruento, bajo tortura y en la terrible muerte del
crucificado?
Esto, para mí, tiene más difícil
contestación.
Sin embargo, vamos a intentarlo.
Según la teología oficial, es tal el dolor
que los pecados de los hombres causan a Dios, que ese sufrimiento se muestra
expresamente en el suplicio y muerte del Hijo.
Otros
teólogos afirman que el suplicio y muerte de Cristo es una prueba de la
humildad de Dios frente a sus creaturas, frente al hombre, al manifestar su
amor hacia su creación aceptando un sufrimiento que, difícilmente, un hombre, incluso
un santo, estaría dispuesto a aceptar por sus semejante, y que en este caso
alcanza su máxima expresión al ser el Dios creador y todo poderoso quien acepta
aquella humillación, dolor y tortura en su muerte, como lección de amor hacia
los hombres.
"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.”
Juan 3, 16-21
Tal vez así,
entendiendo que Cristo quiso mostrar al Hombre el sacrificio que era capaz de
soportar para darnos la salvación, podríamos los cristianos acercarnos al
misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo y su poder salvífico.
Realidad que ha
sabido expresar bellamente José Hierro en estos versos de su poema Alegría:
“Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe”,
Frente a este intento racional de explicar los misterios de mi religión, no puedo omitir una referencia a la frase:
"Credo quia absurdum"
Frase latina que significa
“Creo porque es absurdo”.
y que es una paráfrasis de la escrita por Tertuliano "De Carne Christi"
“prorsus est credibile, quia ineptum est”,
que se puede traducir por:
“se cree precisamente, porque es absurdo”
frase que se vincula a la doctrina del fideísmo, entendido como “un sistema de filosofía que niega el poder de la razón humana para llegar a alcanzar la certeza, si no es en base a la fe, posición rechazada por Ratzinger, para quien fe y razón van inseparablemente unidos.
Y para concluir esta reflexión, os pongo, como de costumbre, una pieza musical, en este caso el movimiento I “Inferno” de la obra “The Divine Comedy”, de Robert W. Smith
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