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martes, 23 de mayo de 2023

LA ILUSTRACIÓN: EL SIGLO DE LAS LUCES... Y DE LAS SOMBRAS

 


     No cabe duda de que los pensadores ilustrados trajeron con sus obras, sobre la base de “La Razón”, los fundamentos de las democracias modernas occidentales, estableciendo las bases de los conceptos de igualdad, libertad, justicia, separación de poderes, etc…

     Sin embargo, junto a ello, no debemos olvidar que, hablando del siglo de las luces, es indiscutible que sólo las luces producen sombras y esas sombras no son sino el hecho de que la Ilustración trajo también consigo el marco intelectual en el que se producirían las dos grandes revoluciones de finales del s XVIII y principios del s XIX: La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la más desafortunada, por caótica y sangrienta, Revolución francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo.

     La Ilustración, al final, destruyó todos los fundamentos del antiguo régimen, con todas sus injusticias, pero tras el páramo estéril fruto de la Revolución, no creó nada nuevo, sino que tuvieron que ser pensadores posteriores los que reformulasen los ideales Ilustrados para dar forma a las democracias modernas, pero esas ideas ilustradas también fueron el germen de las doctrinas totalitarias nacionalistas y socialistas. En esta línea se expresa Tocqueville al decirnos:

"Por radical que haya sido la Revolución, Fue menos innovadora de lo que en general se cree.” [1] … “Yo vine al mundo al final de una larga revolución que, después de haber destruido al Estado antiguo, no había creado nada duradero.[2]


        Así los ilustrados ─muchos gritarán ¡“anatema”!─ son el origen de gran parte de las virtudes, pero también de todos los males de la Sociedad contemporánea, pues su éxito desemboca, esencialmente, en el despotismo ilustrado ─tan bien reflejado en su máxima “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”─ sobre el cual se desarrollarán las ideologías populistas totalitarias, ya nacionalistas (Nazionalismo y Fascismo), ya internacionalistas (Socialismo y Comunismo).

     La destrucción por los ilustrados de todos los principios básicos de la Sociedad del Antiguo Régimen, no se corresponde con una labor creativa de nuevas instituciones y modelos, y sus formulaciones no están carentes de contradicciones groseras.

     Efectivamente los ilustrados consideran a todos los hombres iguales, pero ya Rousseau en su “Emilio” no lo hace, afirmando que:

Yo no me encargaría de un niño enfermizo y achacoso aunque pudiese vivir ochenta años. No quiero encargarme de un alumno siempre inútil para sí y para los demás, el cual se ocupa únicamente en conservarse y cuyo cuerpo perjudica a la educación del alma. ¿Qué realizaré en él, prodigando vanamente mis cuidados, si no doblar la pérdida de la sociedad y privarla de dos hombres en vez de uno? Que otro se encargue en mi lugar de este enfermo; yo consiento y apruebo su caridad, pero mi misión no es ésa. Yo no sé el modo de enseñar a vivir a quien sólo piensa en librarse de la muerte.

       Afirmación que demuestra la cínica concepción del concepto de igualdad que subyace en las teorías rousseaunianas, igualdad para los iguales, discriminación para los desiguales.

     Por otra parte, atacan la autoridad y los principios morales cristianos, que consideran supersticiones. Y así constituyen las bases, posteriormente adoptadas por el marxismo, del concepto del “hombre nuevo” una vez que el ser humano, en lenguaje marxista “supere sus alienaciones”; en lenguaje ilustrado: “recupere sus derechos naturales”.                       

     En todas las grandes revoluciones intelectuales se puede optar por ser reformista o rupturista. En el siglo de las luces ganó la ruptura y se justificó la violencia.

     Y no sólo la violencia, sino incluso la eugenesia, como demuestra este párrafo del Emilio:

(El)…imperio de la medicina, (es) más pernicioso a los hombres que todos los males que pretende curar. Yo no sé por mí cuál es la enfermedad que nos curan los médicos, pero sé que ellos nos causan algunas que son muy funestas: la cobardía, la pusilanimidad, la credulidad, el terror de la muerte; si nos curan el cuerpo, nos matan el coraje. ¿Qué nos importa que hagan andar a los que son unos cadáveres? Son hombres los que nos hacen falta, y uno no ve que salga ninguno de sus manos.

     En el fondo el análisis más acertado, contemporáneo a la propia Revolución, sobre el vacío por ella producido, lo volvemos a encontrar en Tocqueville, para quien en el período post revolucionario las características sociales serían las siguientes:

1. Miedo a la autoridad, a la que se desprecia.

2. Guerra entre pobres y ricos; el egoísmo individual sin la fuerza.

3. Debilidad igual, sin poder colectivo (sin el poder de asociación).

4. Prejuicios sin creencias; ignorancia sin virtudes; doctrina del interés sin conocimiento, egoísmo imbécil.

5. Gusto por el abuso de la libertad.

6. Gente que no tiene el coraje de cambiar; la pasión de los hombres viejos [3]

      Todas estas características abonan el nacimiento de los absolutismos populistas de los socialismos nacionalistas e internacionalistas.

  Se me podrá decir por algún intelectual “progresistamente adoctrinado” que ¿cómo me atrevo a atacar de esta forma a los creadores de los conceptos modernos de libertad e igualdad? pero es que no soy sólo yo quien lo hace, si no multiplicidad de autores. De

      De todas formas, me preocupa poco esa recriminación, pues la falacia del "progresismo" la explica con acierto Gabriel Albiac en este párrafo:

"Pero, de verdad, ¿significan algo los vocablos «progresismo» y «progresista»? En cualquier campo. ¿O son sólo connotaciones afectivas, que ocultan preferencias sin otro fundamento que no sea el arbitrario deseo de quien los pronuncia? El gran Gustavo Bueno solía repetir, con aquella amable sonrisa suya que anunciaba la inmediatez de la masacre, que el progresismo era el modo laico de disfrutar sin coste alguno de la providencia divina. O sea, una monumental majadería. O mejor, una variedad de ese infantilismo que exige tenerlo todo: laicidad más providencia."

      Y críticos con la Ilustración los hay de todas las corrientes e ideologías; Así la “Escuela de Frankfurt” de raíz claramente marxista, y representada, esencialmente por Horkheimer y Adorno, en su intento por superar la crítica marxista, que consideraban anticuada, formulan una crítica total al predominio de la Razón, elevada a la categoría de referente absoluto por los iluminados:

 “Al abandonar su autonomía, la razón se ha convertido en instrumento… Su valor operativo, el papel que desempeña en el dominio sobre los hombres y la naturaleza, ha sido convertido en criterio exclusivo…” [4]

     Por su parte el autor inglés Anthony Pagden, en su obra “La ilustración, ¿Por qué sigue siendo importante para nosotros?” nos advierte de que:

 “El olvido (por los ilustrados) de la piedad y la tradición, la suposición de que todo puede argumentarse y ponerse en cuestión, inició la pendiente que llevó a convertir en engranajes a los humanos y en material desechable a quienes no razonaban de acuerdo con la norma establecida por el Estado, ese “monstruo frío” al decir de Nietzsche” [5]

      Pero volvamos a la “Escuela de Frankfurt” y así los “intelectuales” tendrán más difícil llamarme “fascista".

     El elemento esencial de la «Teoría crítica» formulada por la “Escuela de Frankfurt” ha sido la crítica de la Ilustración o, más precisamente la constatación de su fracaso, en la medida en que, lejos de proponer un objetivo emancipador, la Ilustración ha sido la palanca y la justificación de formas terribles de violencia, de opresión y de alienación, a lo largo de la historia de los siglos XVIII, XIX y XX, y que continuará, desgraciadamente durante el XXI.

      En la «DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN» (1946), obra conjunta de ADORNO Y HORKHEIMER [6] formulan su doctrina entendiendo que el totalitarismo no se reduce a un retorno, a la barbarie y la irracionalidad.

      Defienden la tesis según la cual las Luces son cómplices de su propio hundimiento.

      Según Adorno y Horkheimer, si la Ilustración consiste en la afirmación de la autonomía y de la soberanía de la razón, esa búsqueda ha fracasado de hecho. Y tenía que ser así porque al romper con la tradición, con la religión, con la autoridad y con la hipótesis misma de la existencia de un ‘mundo natural’, encarnaban la potencia de las fuerzas de autoafirmación que eran las de la clase burguesa. "El burgués en sus aspectos sucesivos (…) es el sujeto lógico de la Ilustración".

      No puede sorprender, pues, que al triunfar el movimiento de las Luces, la razón se volviese contra ella misma, mintiese a los hombres y acabase por oponerse a su libertad.

      El totalitarismo, el colonialismo, los genocidios, las guerras mundiales… serían para la Escuela de Frankfurt realizaciones perfectas, pero involuntarias, del ideal de independencia absoluta que reivindica la Ilustración.

      La autonomía es un mito que ilumina el sol de la razón calculadora-ilustrada. Si el programa de la Ilustración consistía en «liberar al mundo de la magia», en su éxito encontró su propio fracaso; pues al lograrlo, lo único que consigue es someter a toda la humanidad al yugo de la eficacia y del interés individualista y competitivo.

      Cuando el sujeto no está vinculado por valores, cuando no hay vínculos sociales sino individualismo, la única norma que sobrevive es la de la eficacia, la organización, la sumisión del mundo y la dominación de la vida por ella misma.

      En este sentido, Adorno Y Horkheimer, consideran que Sade habría sido el autor más lúcido del Siglo de las Luces porque muestra que el espíritu racional conduce a la crueldad metódica y a la violencia organizada; la liberación desenfrenada de la potencia de la afirmación incondicional del yo conduce al abismo.

      De hecho, desde Kant, todas las críticas de la razón han sido defensas de la razón contra ella misma o, por mejor decirlo, contra sus perversas consecuencias. Es banal poner en guardia la razón contra sus propios excesos. Hegel y el propio Diderot en "El sobrino de Rameau", ya incidieron en eso – y en tal sentido el proyecto de Adorno y Horkheimer no es nuevo.

      La tesis de que existe de una razón perniciosa (absolutizante) alzándose contra la razón, no es difícil de rastrear en Rousseau:

 “…quienquiera que se niegue a obedecer la voluntad general será obligado a ello” [7]

      Formulación que se repite, con unas u otras palabras, en autores como Diderot, Montesquieu o incluso en Voltaire, lo que lleva inevitablemente a lo que Tocqueville definió como “La tiranía de la mayoría”, como degeneración del régimen democrático cuya esencia ━que se viola con esa tiranía━  es otorgar el mando, el ejercicio del poder, a las mayorías, pero garantizando, siempre, los derechos de las minorías a mantener sus libertades de pensamiento y expresión, por muy contrarias que sean sus convicciones a las de la mayoría.

        Y no puedo concluir sin citar las críticas de Ratzinger (Benedicto XVI) a la Ilustración, cuando nos dice:

“Las modernas filosofías inspiradas en la Ilustración, se caracterizan por el hecho de ser positivistas. Por consiguiente, anti metafísicas y tanto es así que, a fin de cuentas, Dios no puede tener ningún puesto en ellas.

Todas se basan en una autolimitación de la razón positiva, que funciona perfectamente en el ámbito técnico, pero que, si se generaliza, implica una mutilación del hombre.  

De ahí se sigue que el hombre admite ninguna instancia moral que esté fuera de sus cálculos y que el concepto de libertad, que a primera vista podría dar la impresión de poseer una expansión ilimitada, termina por llevar a la autodestrucción de esa libertad.” [8]

En conclusión,

“Una filosofía confusa de la libertad conduce inexorablemente a un dogmatismo que cada día se revela más hostil a la propia libertad.” [8]

    Y concluyamos, como es nuestra costumbre, con un video musical. En esta ocasión el 2º movimiento, “Andante” de la Sinfonía 101, "El Reloj", de Haydn. Interpretada por la Orquesta Philharmonia Hungarica, dirigida por Antal Doratia dentro del ciclo "El Siglo de las Luces"


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana



[1] Alexis de Tocqueville. El Antiguo Régimen y la Revolución;  p. 67, cap. v, párrafo cuarto

 [2] Cómo nació "La democracia en América" de Tocqueville, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.

 [3] Manuscritos de Yale, paquete 3, caja 3, citado por Schleifer

 [4] Max Horkheimer:  Crítica de la Razón Instrumental

 [5] Anthony Pagden:  La ilustración, ¿Por qué sigue siendo importante para nosotros?; Alianza editorial, 2015

 [6] DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN (1946), obra conjunta de ADORNO Y HORKHEIMER

 [7] Jean Jaques Rousseau; El contrato social, Capitulo VIII

 [8] Fe y Razón Según Benedicto XVI – Conferencia en Subiaco – Sobre la Crisis de las Culturas – 1 de abril de 2005 


2 comentarios:

  1. Magnifico comentario y desarrollo acerca de “La Ilustración”, de sus luces y de sus sombras. Mi mayor admiración por tan Vasco conociento

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  2. Conocimiento sobre el tema (perdón por el lapsus). Enhorabuena de todo corazón y gracias por ilustrarnos con todas sus referencias amén de la bonita música. Hoy nos pone usted muchos deberes a sus admiradores, pero trataremos de estar a su altura….., que no es poco. Buen día.

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