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viernes, 27 de septiembre de 2024

INTIMIDAD, SOLEDAD Y SILENCIO




    Hacía tiempo que las musas no me acompañaban. Y lo más grave es que ni estaban ni se las esperaba.

La lectura fue siempre una de las fuentes de inspiración. Pero durante mi última estancia en mi castillo, ni siquiera esto me provocaba la necesaria capacidad de escribir, limitándome a sobrevivir y lamerme las consecuencias de una grave enfermedad sufrida.

Sin embargo, son cientos de horas dedicadas al papel y la pluma. Muchas con sentido, otras intrascendentes, pero todas respondiendo a una idea, la existencia, el ser, la conciencia del yo que a veces se disuelve, y ello me ha llevado, como todos habéis podido comprobar, a esa reforzada dedicación y amor por la escritura.

Así que, últimamente, parece que mis pensamientos comienzan a fluir con más presteza y ello me invita a seguir cogiendo la pluma y emborronar mis papeles.

De todos modos, no hay que valorar las cosas por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan, y lo mismo es aplicable a mis escritos.

He de confesar, en cualquier caso, que todas las veces que intento escribir algo original, vuelvo a mis raíces.

Y esas raíces se encuentran en conceptos éticos, morales, religiosos y filosóficos, concretados en las ideas que conforman mi ser íntimo. Los sentimientos, en fin, que me rodean.

Al final y después de tantos años vividos, tan solo soy lo que a duras penas sobrevive de mí, de tal modo que se diría que algún hechizo nos protege la vida hasta el día en que morimos.

Marcel Proust, hace más de 100 años ya nos dijo que donde la vida levanta muros, la inteligencia abre salidas.

Me reconozco pecador y por lo tanto mal cristiano, y ante esos muros tengo el consuelo —la salida— de pensar que un mal cristiano se limita a esperar el día en el que se lo lleven al infierno, o en el que se muestre en toda su gloria la Misericordia Divina.

Guillermo de Ockham, un fraile franciscano y filósofo inglés, que vivió a caballo entre los siglos XIII y XIV, pasó a la posteridad por formular su famoso principio llamado “La Navaja de Ockham”, que rezaba que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable», y para mi la “explicación más probable” es la de la existencia de un Dios infinitamente misericordioso.

Por lo demás, sigo amando mi libertad y mi Soledad, pues como nos dijo Jung «La soledad es peligrosa, es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente».

Así que recordemos a Nietzsche, que nos recuerda que «Quien con monstruos —la gente— lucha, ha de cuidar de no convertirse también en monstruo y tener en cuenta que cuando se mira largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti»,

Es decir, que no hay que olvidar que cuando señalas a una persona con el dedo, los otros tres te están apuntando a ti.

Y concluyamos con una estrofa del poema AVANTI del poeta argentino Almafiera

«No te des por vencido ni aun vencido,

no te sientas esclavo ni aún esclavo

trémulo de pavor, piénsate bravo

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo»

Y, como siempre, concluyo con una nueva pieza musical, hoy “Soledad y Silencio” de Hilario Camacho 1976



©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

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