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miércoles, 25 de septiembre de 2024

AROCHOS Y ALBARES

 


         Iniciada la temporada de caza 一o período general hábil para la caza一 prácticamente en toda España, me apetece contaros esta historia.

    Describe el viejo jabalí macareno, protagonista del libro “SOLITARIO” de Jaime de Foxá, a los monteros arochos y albares con gran gracejo, y con total apego a la realidad que vemos en nuestros montes.

     “Así como entre los cochinos y los venados e incluso entre casi todo otro género de animal los hay siempre de dos clases 一arochos o albares一 según su corpulencia y colorido de pelo, así también entre los monteros existen dos tipos diferentes que pueden incluso reconocerse a distancia.

El montero albar suele ser presumidillo y pretencioso. Se viste con atuendos que parecen cada día estrenados y usa prendas inverosímiles jamás utilizadas por los del otro grupo. Tiene la extraña costumbre de llevar dos o tres armas consigo, y debe ser muy exigente en materia de comodidad y apetito cuanto no es fácil contar el número y clase de bultos, herramientas y bártulos que necesita para resistir cuatro o cinco horas de intemperie. Llevan a la cabeza estas gentes fieltros ornados con mechones de cerdas o plumas de aves raras; más limpios que los hielos al alba los calados zahones, y al cinto un puñal ancho que nunca enmohece por uso. Abundan cada día más y ello debe servirnos de satisfacción dado lo inofensivos que por lo general resultan en el manejo de sus instrumentos mortíferos.

No ocurre lo mismo con los monteros arochos, menos ostentosos en su porte, aunque más carniceros en los trances definitivos. Estos apenas llevan al puesto otro bagaje que el rifle y una especie de negros botellines emparejados que se arriman a los ojos para mejor ver lo ocurre a lo lejos. Se tapan con ropas de corte indefinido no siempre huérfanas de manchas; desdeñan la compañía de secretarios y guardas y más de una vez sorprenden a las reses confiadas largándolas un trallazo contundente desde lugares bastante más metidos en portillo que aquellos que el postor les destinó al colocar la armada. Son gente enterada y peligrosa, y a diferencia de los albares, sólo disparan cuando la pieza está próxima y no le es ya fácil arrepentirse del viaje acometido.”

 

 
        
      Albares          Arocho

       En cualquier caso, la mayor consecuencia de la distinción está en el acierto del lance, mucho más probable en los cazadores arochos que en los albares, pues estos pierden más el tiempo en su indumentaria e impedimenta que en la atención de sus presas potenciales, que se adivinan por los arochos en los ruidos del monte, las ladras o los vientos.

       Sin embargo, hay acontecimientos cinegéticos que son verdaderos actos sociales, monterías o tiradas por invitación a los faisanes,  patos, o a la reina del vuelo, la perdiz, en los que los “monteros y pajariteros” deben respetar el código de vestimenta de los “albares”, pues en tales acontecimientos pesa tanto el número de piezas abatidas y su calidad, como la apariencia de la partida de caza en su conjunto, en la que ningún tirador debe destacar por su aspecto poco cuidado, ya que durante los “tacos” o aperitivos, tan abundantes que son casi almuerzos, así como en el almuerzo principal en la casa, los invitados deben estar a la altura de sus anfitriones, agasajándoles no solo con el gentil reconocimiento de las maravillas de la caza, los manjares y las bebidas, sino también luciendo sus mejores galas campestres, en donde las vestimentas de los asistentes, con especial mención a las corbatas de los señores y los sombreros espectaculares de las señoras, deben competir entre si como si de una carrera de Ascot se tratara.

Y concluyamos con “Nos vamos de montería” cantada por  Inma Vilchez




© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


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