Páginas

viernes, 6 de septiembre de 2024

EL SILENCIO

 


"Soy tan partidario del silencio que podría hablar horas enteras acerca de él."

Es esta una de las más bellas contradicciones que escribió el genio inglés George Bernard Shaw

Como os contaba el pasado 5 de julio, uno de los sonidos de la naturaleza que más me sobrecogen es el del principio de la tormenta, antes de que descargue su lluvia sobre nosotros, con sus truenos prolongados, roncos, que parecen permanecer en el ambiente más tiempo del imaginado; sobre todo al atardecer, cuando el sonido de la tormenta se acompaña por la luz de los relámpagos, que inunda el cielo con destellos luminosos entre las débiles luces del sol que, al tiempo que cae, se oscurece por efecto de las densas nubes.

     En muchas ocasiones esas tormentas eléctricas no son solo ruido y luz, si no que vienen acompañadas de otras sensaciones placenteras, como el olor intenso del ozono, justo antes de que descargue la lluvia, o el fresco olor de la tierra mojada después de su paso, cuando renace el silencio, la paz, el sosiego...

 La compensación de mi amor por el estruendo soberano de las tormentas, que de todo se enseñorea, está en mi amor por el silencio, amor al que se refiere Azorín en este pasaje de uno de sus ensayos:

 “Cervantes, que tanto había andado por el mundo, amaba el silencio. Había vivido, en Valladolid, en un cuartito que se hallaba situado encima de una taberna ruidosa. Y mientras las voces resonaban en la soledad, turbando su sosiego, Miguel ansiaría cada vez más el silencio: el silencio sedante, el silencio dulce, el silencio que es compañero de los coloquios interiores del artista. Cuando Cervantes pinta en El Quijote la casa del caballero del verde gabán, recordad como hace notar que en ella reinaba el silencio. Recordad también como adjetiva ese silencio. Maravilloso silencio, escribe Miguel”

     ¡¡¡Cuantas veces habremos añorado un poco de silencio, de maravilloso silencio!!! como lo hiciera Don Miguel en su cuartucho vallisoletano.

    Amo el silencio íntimo, “bálsamo de fierabrás” de nuestras dolencias espirituales, de nuestras ansias de recogimiento, de nuestra necesidad de soledad y de meditación.

     Amo el silencio de los campos paseados, nunca silencio, pues siempre queda roto por el rumor de la brisa entre la vegetación, los cantos de las cigarras y los grillos, o los gorjeos de las aves.

     Amo el silencio de los templos, siempre hollado por los ecos de puertas y pisadas, de murmullos de confesión, de roce de cuentas de un rosario que se deslizan entre los dedos de alguien que reza, o del crepitar de las velas.

     Pero amo sobre todo el más placentero, para mí, de mis silencios, el silencio posterior a la plenitud de la tormenta, cuando el viento se amaina y tan solo se escuchan el goteo de los restos de lluvia, deslizándose desde las ramas de los árboles o desde los aleros de los tejados, y la lejana trepidación, ya apenas audible, de la tormenta que se extingue en la distancia.

     Amo, finalmente, el “conticinio”, que según el DRAE es el momento de la noche en que todo está en silencio,

     Me refiero, pues, a esos silencios imperfectos, acogedores, “atopadizamente” protectores, humanos, no a los silencios absolutos, pues esos solo los habrá más allá de la muerte y para ellos deberemos esperar, deseo que por largo tiempo, a nuestro ocaso.

Y que duda cabe de que, esos silencios son refugio donde el despotismo no puede alcanzarnos con sus esbirros, desde cuyo interior el solitario sortea a los sicarios del tirano; es la caverna del mundo interior, donde solamente el propio espíritu tiene acceso.

Y en esa situación del “yo” en soledad, en intimidad, vive —en secreto— el misterio, el tesoro del más particular saber, que descansa en, y se nutre del atopadizo silencio, que es su patria y su alimento.

Schopenhauer, en esta línea, nos recuerda que un hombre sólo puede ser él mismo mientras está solo; si no ama su soledad no amará su libertad, porque únicamente cuando está solo es realmente libre.

Por otra parte ¿Se puede aprender del silencio y con el silencio? Aunque parezca increíble, claro que sí. 

A través del silencio el hombre puede descubrir su propia grandeza, reflexionar sobre sus actos y evaluarlos, ejercitar la capacidad reflexiva acerca del mundo, comprender la realidad que le circunda, activar sus procesos de cognición observando las cosas con atención y cautela silenciosa; es decir, el silencio es un elemento paralingüístico que se constituye en una herramienta importante para el proceso cognitivo.

Máxime cuando el silencio viene acompañado de la soledad buscada, otra de mis grandes pasiones.

Y concluyo, como siempre con un nuevo video musical. Hoy "Los sonidos del silencio" de Simón&Garfunkel



©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA




No hay comentarios:

Publicar un comentario