¡Ay mísero de mí, y ay,
infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Grita Segismundo, encadenado, en “La vida es sueño” de Calderón de la Barca
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Se queja amargamente, después de que, una vez que liberado de su prisión y habiendo vivido como Príncipe, es de nuevo encadenado por decisión de su padre ante sus desmanes.
¿Qué
nos quiere contar Calderón? ¿Se trata de un mero ejercicio literario, o esconde
una reflexión moral o filosófica?
No podemos olvidar que Calderón es un claro exponente de
la literatura barroca del Siglo de Oro español, en plena confrontación de la reforma luterana, defensora de la predestinación, y la
contrarreforma católica, que defiende el libre albedrío.
Así, Segismundo expresa el conflicto entre
su libre albedrío y la predestinación en su primer monólogo, mientras que en el
soliloquio que da nombre a la obra, intenta
profundizar sobre el tema de qué es la vida y en qué se diferencia la realidad
de un sueño.
La
formación jesuita de Calderón, según sus críticos contemporáneos, le sitúa en
el pensamiento neoplatónico, trufado de un gran pesimismo atemperado por su
profunda fe, y todo ello le acerca al existencialismo cristiano y al pesimismo
de Schopenhauer.
Discrepo,
respetuosamente, del genio alemán. Si la vida sólo fuera un cúmulo de tristezas
y desgracias ningún ser humano querría prolongar su vida, pero la verdad, que
es tozuda, niega esa conclusión y afirma que son excepción los hombres que
quieren abandonarla.
Incluso
Cristo, que para los creyentes es Hombre y Dios, cuando se enfrenta a la
proximidad del suplicio y la muerte ruega al padre que se lo evite
“… arrodillado, oraba diciendo:
Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz".
Lucas.
22, 39-46
Partiendo
de estas consideraciones, creo que, si a Iglesia desea parar la perdida de
fieles, y recuperarlos de nuevo, debe abandonar el existencialismo pesimista de
la fe, dar la vuelta a la Doctrina y presentar a los fieles la “Alegría propia
de Dios” “
Y esta labor debe comenzar por el abandono de la idea del Dios cruel y justiciero del Antiguo Testamento, que Jesús transforma en un Padre amable y bondadoso que actúa por “Amor al Hombre”
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. “ Juan 4:8
Y esto me conecta con una de las siete últimas frases pronunciadas por Cristo en la cruz, que han sido objeto de múltiples análisis y valoraciones a lo largo de la Historia.
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lucas, 23: 34).
Y concluyo este POST con Joseph Haydn “Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz” Op.51 1787
Shopenauer. Solo he oido citas de este a mi padre. Supongo que consecuencia de su profunda fe.
ResponderEliminarY tambien me enseño a Haydin como maestro y origen de la musica clasica
Discrepo
ResponderEliminarLa iglesia (en minúsculas) no es más que un órgano político de una religión.
La IGLESIA en mayúsculas entendida como conjunto de fieles si creo conoce esa alegría de vivir en dios.
La iglesia debe dejar de tratar a la IGLESIA como menores de edad, ya no son el conjunto de fieles analfabetos que necesitan ínterpretaciones de la biblia.
Al revés, los que están fuera de lugar son ellos.
El pesimismo lo tiene la iglesia al verse como el otrora león poderoso que ha perdido los dientes y se empeña en rugir sin darse cuenta que da más risa que miedo.
Espero no me quemen por hereje.