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jueves, 18 de junio de 2020

MELANCOLIA



        La melancolía ha sido definida de muchas formas, pero quizás la más bella definición sea la de Victor Hugo, que define este sentimiento del alma diciendo que:

"La melancolía es la felicidad de estar triste"

    Kant, que suele ser plúmbeo en sus formulaciones, aunque lo sean de gran contenido e intensidad, en un breve ensayo llamado “Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime” utiliza el concepto de "Melancolía" con otro sentido completamente diferente. 

        En este ensayo el pensador alemán define, entre otras cosas, la tipología de lo que él llama los hombres “melancólicos”.

        Si nos detenemos un poco en la definición tipológica del prusiano, se nos da la paradoja de que en ella pueda aparecer un certero retrato de nuestro Presidente del Gobierno, Sr. Sanchez.

        Efectivamente, si analizamos el comportamiento del Sr. Sánchez, siguiendo las definiciones kantianas, fácilmente apreciamos que algunos rasgos de la personalidad del personaje son los característicos de los melancólicos por aquel definidos.

        El primero de estos rasgos es que Sánchez, como todos los melancólicos kantianos, se preocupa poco de los juicios ajenos a cerca de sus propios actos, ya procedan de la oposición o de sus correligionarios, al tiempo que se manifiesta obstinadamente inamovible en sus posiciones políticas y está permanentemente enfadado con el mundo que le rodea porque le lleva la contraria.

                 Pero lo más grave, es que Sánchez se ha inclinado
---como sucedería con los melancólicos según las reflexiones de Kant cuando incurren en la degeneración de su carácter--- hacia el fanatismo y el entusiasmo por sus propias acciones, siendo vengativo con todo aquel que ose oponérsele, amigo o enemigo, a quienes tratará de destruir sin misericordia.

       Así mismo desprecia el peligro, especialmente el riesgo al que está arrostrando a España con su debilidad proverbial ante los terroristas, los nacionalistas y los radicales, o con su nefasta gestión de la crisis del COVID, de pésimas consecuencias no sólo sanitarias, sino económicas y sociales, que pueden precipitarnos a la mayor crisis social de España en los últimos cien años.

        Su inteligencia ha incurrido en lo monstruoso, dando alas a todos los mencionados extremistas; es presa de sueños significativos, presentimientos y señales milagrosas, hasta el punto de que ha caído en la extravagancia de entender que es depositario de un doble destino histórico, casi mesiánico, cual sería, de una parte, el de lograr un Gobierno de "autentica Izquierda", sin importarle el coste de su empeño o el sufrimiento de las víctimas ---hasta el punto de llegar a tratar con mayor conmiseración a los asesinos como Otegui que a sus víctimas--- y de otra su obstinación en mantenerse cuanto tiempo pueda, disfrutando de los privilegios que le concede es ser inquilino de la Moncloa.

        De todo lo expresado debemos concluir que lo más preocupante del talante personal del Presidente del Gobierno no es responder a la definición del “Hombre Melancólico”, sino su inclinación a la chifladura o el desvarío, anunciada por Kant para los melancólicos cuando en ellos se dan aquellas desviaciones de su carácter.

        Y no otra cosa que esa inclinación a la chifladura puede ser la causante de sus desvaríos, torpezas y obsesiones, pues estoy seguro que Sánchez es profundamente inteligente, pues solo desde una inteligencia singular podría alcanzarse la Presidencia del Gobierno, salvo que nos encontrásemos ante un “sosias” del “Mr. Chance” de Jerzy Kosinski, personificado en la película “Bienvenido Mr.Chance” por Peter Sellers, de una simpleza tal que es capaz de engañar con su inconsistente farfolla dialéctica a casi todo el mundo.

        En cualquier caso, esta inclinación no parece preocupar al Presidente ni a sus partidarios de la izquierda radical, pues en la tradición comenzada en el convento de los dominicos de la calle de San Jacobo del París revolucionario, que les ha dado nombre, nada habrá mejor para lograr los propios medios ansiados, que abandonarse a la locura y hacer que el Gobierno de la Nación actúe al modo del “Comité de Salvación Pública [1]” donde Sánchez-Robespierre e Iglesias-SaintJust impongan sus designios políticos arropados por los votos del PSOE y los partidos radicales coaligados en su "banda", sus “montagnards” [2] particulares.

    Solo sería deseable, ante tamaño despropósito, que su mandato fuese efímero, más corto que lo fuera el de tan reprobables jacobinos (1789-1794),pues en cinco años estos monstruos pueden hacer con nuestra Patria mangas y capirotes.

        Me encantaría pensar que nuestra Sociedad es lo suficientemente madura como para que las urnas acaben apreciando la vesanía de sus gobernantes y los desplacen del poder.

    Al menos me conforta que, con sus actuaciones, ellos mismos estén contribuyendo a tal desenlace, si no acaban antes en la cárcel, ya española, si nuestros jueces son diligentes, ya en alguna de las de EEUU, si Trump y la DEA les hacen presas de su lucha contra el narcotráfico de las dictaduras de izquierdas americanas.

    Por último, y como hizo Nietzsche, pidamos perdón por acercarnos en demasía al concepto de la melancolía, y como dejó escrito el genio alemán cantemos:

No te enojes conmigo, melancolía,

porque tome la pluma para alabarte

y, alabándote, incline la cabeza

    Concluyamos, así, esta reflexión con el vídeo que recoge el aria "Per Pietá amore mio, perdoname" de la Opera "Cosí fan tutte" de Mozart cantada por Sofya Nekrasova




[1] El “Comité de Salvación Pública” órgano creado en 1793 para encargarse de salvaguardar la seguridad pública, investigando y juzgando a todo sospechoso de simpatizar con la monarquía o de ser contrarrevolucionario, fue de facto el “Gobierno de la República” durante “El Reinado del Terror”, bajo la autoridad de Maximilien de Robespierre asistido por su mano derecha Louis de Saint-Just, hasta la ejecución de ambos en la guillotina le “jour de l’Arrosoir” ---día de la regadera, feliz coincidencia--- o 10 de Termidor del año II de la República (28 de julio de 1794).

[2] Los "Montagnards" eran los miembros más radicales de la Asamblea y la Convención Revolucionarias, liderados por los jacobinos  Robespierre, Marat y Dantón y así llamados por sentarse en la parte alta del hemiciclo.

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