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lunes, 18 de septiembre de 2023

SIGAMOS REFLEXIONANDO

 

El pensador - Rodin

     La búsqueda, ya casi rutinaria, del conocimiento, nos lleva como siempre a nuestro “castillo”, ese rincón de recogimiento y silencio al que tan a menudo me refiero.

    Nuestro “castillo”, como epicentro de nuestra vida, evita que el mundo sea caótico.

    La intimidad y protección que nos brinda ese “castillo” son necesarias tanto para percibir el mundo como para seguirlo y orientarse en él.

    Por eso, el castillo interior, junto con el “YO”, son el punto de referencia más importante para nuestras reflexiones y nuestro conocimiento, tanto propio como de las realidades del mundo.

    Nuestro camino por la vida es como un laberinto, en el que cada obstáculo infranqueable nos hace retroceder para reanudar la búsqueda de la salida.

    Y en él la experiencia no actúa como el hilo de Ariadna, pues no queremos volver a la entrada, sino encontrar la salida hacia una nueva dimensión intelectual y espiritual que nos brinde la superación de nuestras humanas limitaciones.

    En ello ha consistido siempre el deambular intelectual de quienes han dedicado su existencia a la reflexión filosófica, que trata de encontrar respuesta ¡ni más ni menos! que al eterno problema de saber quiénes somos, que hacemos aquí y que nos depara existencialmente el futuro.

    Y ello, partiendo siempre de la aceptación de la realidad de nuestra finitud y nuestras limitaciones.

    En cualquier caso, mis referencias a los conceptos de “Castillo”, “Yo interior” o “Laberinto”, nada tienen que ver con la obra “Las Moradas” de Santa Teresa de Jesús, en donde se realiza, con la utilización de tales conceptos, una proyección del camino que ha de seguir el alma para encontrarse con Dios.

    Esos conceptos los entronco, intencionadamente, no con la obra teresiana, si no con el concepto de “Ciudadela” de Goethe, que el alemán defiende como un espacio deseablemente inviolable y en la que jamás debe entrar un extraño.

    Esa ciudadela es la conciencia moral ―la conciencia esencial del “Yo interior”― ese último reducto que acepta la obligación, y decide la acción, de odiar o de amar.

    En una carta de Goethe a Carlota de Stein, en 1778, le comunica su resolución de fortificar siempre, y cada vez más, las defensas de su vida interior contra la curiosidad del mundo exterior, y de armar, no solamente su «ciudadela», sino, para más seguridad, la «ciudad» entera.

    Es en esa “ciudadela”, dominada por el silencio, el trabajo y la conciencia propia del YO, donde, según Goethe, la creación intelectual se hace posible, y solo en ella.

    Mi carácter, celta y no teutón, me hace ser menos estricto que el genio alemán, pues mis reflexiones siempre encuentran parte de su construcción y origen, no solo en las lecturas realizadas, sino en la mera contemplación del mundo exterior, al que no impido su influencia en mi pensamiento.

    En realidad, sería incapaz de reflexionar y de plasmar en negro sobre blanco mis reflexiones, si no fuera capaz de sentirme influido por el pensar o actuar de otros, por las opiniones contrarias a las mías, por la realidad, no siempre grata o amable, de los sucesos cotidianos y de los acontecimientos extraordinarios, por los pequeños placeres y las desoladoras amarguras…

    ¿Cómo no sentirme influenciado en mis reflexiones por el delicioso olor de la «siega de la pación», por el bramar de las olas rompiendo en los acantilados, por lo que a mi juicio son disparates de los políticos o intelectuales que defienden posiciones que considero inaceptables, por el silencio imperfecto de la naturaleza, por mis momentos de fe y de duda, por las alegrías y tristezas de mis seres queridos, por la vida, en fin, que me ha tocado vivir?

    Sin embargo soy consciente, como nos recuerda Herman Hesse en su obra "Demian", que nada hay más molesto para los hombres que verse obligados a seguir el camino que les conduce a su YO interior, y que quienes lo hacen, hombres con valor y carácter, siempre les han resultado siniestros a la gente. Idea que hizo suya José Martí al decirnos

"Quien no tenga enemigos, es señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor temido, ni carácter que impresione, ni honra de la que no se murmure, ni bienes que se codicien, ni cosa buena que se envidie."
 
    Así pues, habremos de llegar a la conclusión de que cualquier persona de mínima valía tendrá enemigos; y frente a esa realidad me adhiero a lo dicho por Marco Tulio Cicerón:
 
Del destino nada temo pues yo ya he visto otros vientos; y he afrontado otras tempestades."

    Y volviendo a las influencias externas, de vez en cuando me como un cocido con amigos notarios, letrados en Cortes, empresarios de renombre o profesionales interesantes, todos ellos de gran nivel cultural e intelectual, que formamos una tertulia que sirve de disculpa para ese almuerzo, al igual que me carteo, con estos sistemas electrónicos contemporáneos, entre otras personas, con un periodista de Bilbao, con un militar de Zaragoza, o con algunas señoras cuya chispa y sensibilidad me divierten, y con las que mantengo una pura relación intelectual, pues mi alma tiene más de la impertinente sobriedad del “Señor de la Torre de Juan Abad” que de la concupiscencia de “Valmont”.

        Con lo que todo está dicho...
 
Siempre exitum est et lux in tenebris lucet
Siempre hay salida y la luz brilla en la oscuridad 

   Y concluyamos esta reflexión con una nueva pieza musical, hoy el “Va, pensiero” de la ópera de Verdi “Nabucco”, cuya primera estrofa nos dice

“Ve, pensamiento, con alas doradas;
ve, pósate en laderas y colinas
donde huele la suave fragancia,
la dulce brisa de la tierra natal!”

bello canto que hoy, como excepción, os traigo en dos versiones.

La primera cantada por por Zucchero y Pavarotti


La segunda interpretada en la “Arena de Verona” por 4600 coristas, en 2015, dirigidos por Carlo Pavese

© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana

1 comentario:

  1. Intenso artículo el de hoy y maravillosas las interpretaciones musicales escogidas. Pero disiento de lo que afirma José Martí: “Quien no tenga enemigos, es señal de que no tiene………”
    Yo diría más bien que quien no tenga enemigos, puede ser que tan solo sea una buena persona.

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