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lunes, 25 de septiembre de 2023

ESCRIBIR


    A lo largo de mi vida siempre he sentido pasión por escribir, pues es la forma en que mis pensamientos, fantasías y reflexiones, adquieren realidad material, dejando de estar encapsulados en mi mente.

    Como nos dice Albiac en su artículo de EL DEBATE del pasado día 6 de septiembre:

“No hay placer comparable a la escritura. Ni angustia que se le acerque ni de lejos. Escribir es un rigor que no admite transacciones. Ni benevolencias. Ni tampoco entusiasmos.”

hasta el punto de que escribir produce un desgarramiento interior incurable, un corte rotundo entre el mundo real y el mundo interior imaginado y relatado.

    La vida del hombre, de los hombres, sólo existe si alguien la refleja en un escrito, al igual que los descubrimientos científicos, las doctrinas filosóficas o las religiones.

    Pero también posee la escritura esa capacidad de permitir al escritor disfrutar de sus recuerdos, imaginaciones o reflexiones, como yo pretendo a través de estas.

    Sin escritura no habría civilización, ni cultura; las creencias habrían quedado reducidas a meras supersticiones, y la ciencia, la técnica o el pensamiento no habrían evolucionado como lo han hecho desde que el hombre comenzó a escribir, algo antes del año 3.000 A.C.

    El Homo Sapiens apareció en nuestro planeta hace más de 100.000 años.

    Con anterioridad a la escritura el homo sapiens evolucionó muy lentamente, y no es hasta la invención de la imprenta, a mediados del s. XV, que las obras escritas llegaron a multitud de seres humanos, produciéndose una evolución exponencialmente acelerada a partir de aquella fecha y muy especialmente en los 2 o 3 últimos siglos.

    Hoy leer y escribir son herramientas al alcance de una gran parte de la población terrestre, aunque quedan cantidades ingentes de analfabetos.

    Sin embargo no basta con saber leer y escribir, hace falta expresar en la escritura lo que se quiere decir, y entender con la lectura aquello que se lee.

    Si no es así, nos encontraremos con lo que se llama “analfabetismo funcional”, que afecta a multitud de personas que usan las herramientas de la lectura o la escritura, pero que ni expresan correctamente lo que quieren transmitir ni entienden lo que leen.

    Cuando el escritor se enfrenta con el papel en blanco para dar vida a sus realidades o imaginaciones, se enfrenta a expresar sus dramas o sus alegrías reales o imaginadas, y si escribe sus reflexiones se enfrenta al reto de tratar de encontrar respuesta a todos aquellos problemas esenciales de su existencia, o al hecho de su existencia misma, nublados, muchas veces, por la angustia que el hombre siente cuando se aproxima a lo incomprensible.

    En este último caso las respuestas definitivas nunca llegan, pues lo cierto es que los filósofos, como diría Pascal, no ven al hombre como es, sino como ellos lo ven, o como entienden que el hombre debe ser.

    Así, en la infinidad de obras de filosofía leídas sólo he encontrado reflexiones aisladas de gran interés, pero nunca soluciones definitivas a los problemas existenciales esenciales, lo que me lleva a pensar que abandonada la filosofía —por no aportarme las soluciones buscadas— tan solo me queda, en ocasiones, la fe.

    Sin embargo continúo escribiendo diariamente, en un intento de que mis ideas adquieran forma material, pues en caso contrario se diluirían en mi mente como le ocurría a Harry Heller, —“El Lobo Estepario” de Hesse— que nos relata su experiencia:

“Una vez por la noche ocurrió que, estando despierto en la cama, empecé súbitamente a recitar versos, versos demasiado bellos, demasiado singulares para que yo hubiera podido pensar en escribirlos, versos que a la mañana siguiente ya no recordaba y que, sin embargo, estaban guardados en mí como la nuez sana y hermosa dentro de una cáscara rugosa y vieja.”


    Y es ese empeño en materializar mis pensamientos o imaginaciones lo que me lleva a escribir estas reflexiones heteróclitas, que en ocasiones no son más que lucubraciones inservibles, que no aportan otra cosa más que un sutil reflejo de mi alma.

    Pero ¿Qué es la literatura sino la descarnada pulsión a contar historias por escrito?

    Al final, tal vez se escribe para obtener respuestas sin necesidad de hacerse previamente ninguna pregunta y para vaciar el alma y después recomponerla con nuevas ideas y nuevos escritos.

     En cualquier caso, la escritura es como el fuego, que no tiene forma definida pero se adhiere al objeto que quema, como hace la luz con la oscuridad.

        Y para terminar os traigo una nueva pieza musical, una de las muchas que me acompañan en los silencios de mi castillo. Y no es una pieza de música clásica, sino un clásico contemporáneo "La canción más bonita del mundo" de Joaquín Sabina
        

© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana





1 comentario:

  1. Envidio profundamente a los escritores porque si el escribir produce el placer inmenso que en mi provoca el hecho le leer, ciertamente ha de ser maravilloso. Todos escribimos cosas alguna vez, especialmente en la adolescencia, pero es un arte demasiado elevado para los que no tenemos facilidad para hacerlo. Por eso hoy quiero dar las gracias y expresar mi admiración por todos aquellos que me hicieron soñar con su pluma, incluido usted por supuesto. Gracias de corazón.

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