La tradición católica llama LONGINOS al legionario romano que perforó con su lanza el costado de Cristo en la cruz, hecho que se describe en el evangelio de San Juan:
“uno
de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y
agua” (Jn. 19:34)
En el Museo de Hofburg, Viena, existe una
lanza que se dice que es la usada por Longinos, para atravesar, en la cruz, el
pecho de Jesús para comprobar que estaba muerto, pues según la Ley Romana, un
condenado no podía ser entregado a la familia sin cerciorarse de su muerte, y
si había alguna duda, había que provocarla y asegurarla con una lanzada que
abriese el corazón
Según los científicos modernos, el agua
que acompañó a la sangre de Cristo, como consecuencia de la lanzada, sería
suero acumulado en los pulmones de Cristo.
Bien pronto se le atribuyeron a esta lanza efectos talismánicos y fue rápida presa de Hitler cuando se apoderó de Austria.
Constantino el Grande había proclamado ser guiado a la
victoria cuando sostenía en la mano dicha lanza en la batalla de Milvian, en
las afueras de Roma, triunfo que llevó a proclamar al cristianismo como
religión oficial de Roma.
Luego, se decía, la misma lanza había también llevado a la
victoria al general franco Carlos Martel (el martillo), en aplastante
inferioridad numérica, sobre los moros en Poitiers (732 d.C.).
Más aún, se suponía que Carlomagno había mantenido toda su
prevalencia empuñando la Lanza y tras cuarenta y siete campañas victoriosas,
sólo cuando la dejó caer accidentalmente se eclipsó su reinado y encontró su muerte.
La leyenda parece tener relación con un viejo relato
irlandés en el que se cuenta que al llegar los antiguos dioses a las
"islas del norte del mundo", llevaron entre otras cosas la lanza del
Dios Lug, cuya característica era que aquél o aquella que la empuñaba no era
vencido en combate alguno.
Hay una segunda Lanza de Longinos, hoy en el Vaticano, regalo
del sultán Bayacyd II de Constantinopla al papa Inocencio VIII, y que se
conserva en San Pedro.
Otra interesante reliquia de la pasión de Cristo es el “Titulus Crucis”, la tablilla que se colocó en la Cruz, por orden de Pilatos, y que está conservada en la basílica romana de la Santa Cruz; es un trozo de madera rectangular de 25 por 14 centímetros, de 2,6 centímetros de grosor y de un peso de 687 gramos, en la que, en griego, latín y arameo, se lee “Iesus Nazarenus Rex Iudeorum” (INRI).
Para terminar, como siempre, os adjunto un archivo musical, en esta ocasión el “Ave Verum Corpus” de Mozart, cantado por Andrea Bocelli en el funeral de Pavarotti, en la que se habla de la sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo con estos versos
Vere passum, immolatum
In cruce pro homine
Cuius latus perforatum
Unda fluxit et sanguine,
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
Terrible el sufrimiento de Cristo en la Cruz después de la tortura a la que fue sometido. Yo pensé que en aquella época certificaban el fallecimiento del reo rompiéndoles las piernas, excepto a Jesús como decían las Escrituras. Una vez que Longinos le clavó la lanza en su pecho parece que pronunció estas palabras: “En verdad este era el hijo De Dios”
ResponderEliminarPor eso es tan apasionante este artículo acerca de la lanza que le traspasó el costado y de su historia a lo largo del tiempo. Muchas gracias D. Jesús, deberíamos de conocer episodios tan interesantes como este en lugar de obcecarnos con tanta política, que es bueno estar al día pero no obsesionarnos con ella. La Historia tiene capítulos maravillosos, y si vienen acompañados de tan bonita música, siempre merecerá la pena conocerlos. Esto es lo que enriquece el alma y el espíritu.