La
“agenda 2030” está contenida en una resolución de la ONU llamada “AGENDA
2030” que recoge los 17 objetivos que se desean alcanzar, y que se enumeran
sintéticamente del siguiente modo:
(1) Fin de la pobreza.
(2) Hambre cero.
(3) Salud y bienestar.
(4) Educación de calidad.
(5) Igualdad de género.
(6) Agua limpia y saneamiento.
(7) Energía asequible y no contaminante.
(8) Trabajo decente y crecimiento económico.
(9) Industria, innovación e infraestructura.
(10) Reducción de las desigualdades
(11) Ciudades y comunidades sostenibles.
(12) Producción y consumo responsables.
(13) Acción por el clima.
(14) Vida submarina.
(15) Vida de ecosistemas terrestres
(16) Paz, justicia e instituciones sólidas.
(17) Alianzas para lograr los objetivos.
Y voy a tratar de
explicarlo.
Y que no se me diga que esos movimientos políticos no son marxistas, pues me remito a la crítica de Trotski a la Socialdemocracia, cuando afirmó en 1929, en su crítica a la socialdemocracia austriaca de Adler y Seitz, que:
“La socialdemocracia no es sino una manifestación burguesa del socialismo marxista que tan solo renuncia a la revolución, aunque no al igualitarismo.”
Y esa ideología, aplicada por élites globalistas de carácter socialista,
especialmente en la UE, con un claro sesgo extremista, interpretan o llevan a
la práctica aquellos objetivos de la “AGENDA” de un modo, a mi juicio desafortunado, que se concreta en la frase, absurda y manida, dirigida a los
ciudadanos, a los que se les dice:
“En el futuro no tendrás nada pero serás feliz”.
O el objetivo de crear “Ciudades y
comunidades sostenibles”, que se concreta en un proyecto —el de la ciudad de
los 15 minutos— que plantea dudas de su compatibilidad con la libertad de los
ciudadanos.
Efectivamente la izquierda, en toda
Europa, está apostando por este modelo, que el periodista Gonzalo Cabello de
los Cobos Narváez ha denominado en una columna de opinión de EL DEBATE como “EL
GULAG DE LOS 15 MINUTOS”.
He denunciado reiteradamente,
a través de estas mis reflexiones heteróclitas, y de mis artículos publicados
en EL DEBATE, como, a lo largo de las últimas décadas, se han ido aprobando
decenas de normas que —tratando de que no seamos conscientes de ello—, han
restringido notablemente nuestros derechos y libertades y nuestra capacidad
para decidir.
Al final, ahora somos menos
libres que hace treinta años.
Los distintos gobiernos que
se han ido sucediendo en España y en la UE han ido actuando bajo el
convencimiento de que los ciudadanos no tenemos ni formación ni criterio
suficiente para tomar decisiones por nosotros mismos, lo que les ha llevado a
la conclusión de que son ellos y no nosotros los que deben asumir el mando de
nuestro bienestar y devenir.
Desde esa totalitaria
concepción de la sociedad se está tejiendo el proyecto conocido como «ciudad
de los 15 minutos», la última ocurrencia ecologista que pretende dominar
nuestras vidas y que es tema de moda en todos los chiringuitos de las sectas
medioambientales internacionales.
Un plan que, si llegase a
implantarse, supondría el mayor atentado contra la libertad individual de la
historia moderna y, a su vez, el mayor triunfo de la doctrina radical
izquierdista de la Agenda 2030, cuyos objetivos se engloban en el reiterado, hasta la saciedad, concepto del «desarrollo sostenible», que consiste en dividir las ciudades por distritos y
restringir las veces que un ciudadano puede disponer de su propio vehículo para
salir de su zona o distrito (con una multa por cada infracción, evidentemente).
La idea de este proyecto de
pura ingeniería social es que todos los servicios, centros de salud, colegios,
comercios, parques, instalaciones deportivas, etc. estén a una distancia máxima
de 15 minutos de nuestra casa, andando o en bicicleta.
De esta forma,
supuestamente, los ciudadanos contaminaríamos menos y reduciríamos
drásticamente nuestra huella de carbono.
Sin embargo, este plan desembocaría en la implantación de unas ciudades formadas por Guetos excluyentes, cercenando la libertad de movimiento de los ciudadanos, que no podrían salir con sus vehículos de sus barrios, estableciéndose un régimen sancionador para los infractores, y además limitaría el derecho de los ciudadanos a elegir centro educativo para sus hijos, o la atención sanitaria con elección de médico, o la elección del lugar de culto de su fe, o acudir a restaurantes, espectáculos o comercios, si el lugar al que desease acudir estuviese fuera de su "distrito".
En definitiva el
proyecto ideológico de «la ciudad de los 15 minutos» no es sino otro proyecto
colectivista orwelliano del ecologismo delirante, que cercenaría la libertad individual
de los ciudadanos, y que permitiría a los gobernantes cumplir su sueño de tener
a los individuos controlados, recluidos y con sus derechos y libertades limitados
en beneficio de las élites gobernantes.
Finalmente no quiero dejar de referirme a la absurda política migratoria de la UE, que con el objetivo de englobar efectos en varios apartados de la Agenda -- lucha contra la desigualdad, contra el hambre o contra la falta de empleo-- que tratan de beneficiar a los países en desarrollo, principalmente a los del norte de África y el Sahel, todos ellos musulmanes, defienden la aceptación descontrolada de inmigrantes y la "diversidad cultural", cuando tales inmigrantes empiezan a ser una verdadera amenaza contra nuestra sociedad occidental, no se integran y constituyen grupos sociológicamente beligerantes contra nuestro modo de vida y principios con su pretensión de imponer en nuestros países la Sharía o sus costumbres cuando menos medievales, tal y como expliqué en mi artículo de EL DEBATE titulado "SUPREMACISMO ISLÁMICO" que podéis leer pinchando en su título en color.
Podría continuar desgranando las incongruencias, abusos o peligros de los 17 objetivos de la Agenda 2030, materia a la que podría dedicar un libro, pero creo que con los apuntes recogidos en esta reflexión he cumplido el objetivo de poner en guardia a los ciudadanos —al menos a mis lectores—, a fin de que opongan su libertad y sus derechos frente al intento de las izquierdas de limitarlos con la finalidad de conquistar o mantener el poder sin el incomodo, para ellos, ejercicio de nuestras libertades y derechos individuales.
Por ello...
Y concluiré, como siempre,
con un nuevo video musical. En esta ocasión, tomado de la banda sonora de la película “El
Pianista”, ambientada en el Gueto de Varsovia ―que me recuerda la idea de la ciudad de los 15 minutos llevada a su extremo―, el “nocturno en C Menor” de
Chopin.
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
Magistral artículo el de hoy acerca de la Agenda 2030. Absolutamente Magistral, pero nada que comentar al respecto, tan sólo leerlo y releerlo para aprender lo que es una auténtica lección de buenas ideas en contra de esta nuestra corrupta política. Idealizada por la izquierda y excesivamente tímida por parte de la derecha. Sobre el papel la Agenda 2030 es perfecta, pero la realidad es ciertamente engañosa.
ResponderEliminarTodo tiene un objetivo y es el control de las masas. La pregunta es si lo vamos a permitir con nuestra inacción. Van pegando pequeños "mordiscos" a nuestra libertad hasta que no quede nada en el plato. Y luego nos preguntaremos ¿como pasó?.
ResponderEliminarMuy fácil, consintiendo esos pequeños mordiscos a los que no damos importancia, bien por desidia o cansancio.
No nos quejemos entonces, tenemos lo que merecemos.
Quien no lucha por su libertad está condenado a ser un esclavo.