Lamento,
hacer nuevamente una reflexión crítica con el Papa Francisco, pues muchos
católicos bien pensantes creen que el Papa debe ser intocable y respetado aún
en sus errores; pero las ideas político-económicas y doctrinales que defiende me
provocan escalofríos.
Su
transigencia —incluso apoyo tácito— hacia la “teología
de la liberación” nos devuelve a la década de los 70 del siglo
pasado, cuando este movimiento, inspirador de movimientos revolucionarios
violentos en Hispanoamérica, estaba en pleno auge.
Esta
doctrina se presenta a sí misma, como:
“Una reflexión a partir de
la experiencia religiosa de quienes encuentran a Cristo entre los pobres,
merced al compromiso que contraen en la lucha por su liberación”.
Juan Carlos Scannone —un teólogo
jesuita argentino, considerado uno de
los fundadores del grupo originario de la Filosofía de la Liberación— de gran
influencia doctrinal sobre Bergoglio, la define como
“Una teología que a
diferencia de las demás, no se basa únicamente en la filosofía para analizar la
realidad social e histórica de los pobres, sino también en las ciencias humanas
y sociales”.
Sin
embargo, en contra de lo que su denominación como Teología parecería indicar,
las diferentes versiones de la teología de la liberación no constituyen una
opción religiosa sino política.
Y, al igual que el marxismo, se jacta de que sus propuestas son “científicas”, lo que es absolutamente falso, ya que desprecian tanto a la verdad histórica como la científica.
Así,
para este movimiento pseudo teológico, “liberación” significa la destrucción de
las estructuras capitalistas y su remplazo por las colectivistas.
El
sistema de libre mercado es presentado como una forma de “violencia”, y así se
demoniza y se define como una de las peores manifestaciones del pecado.
En
consecuencia, su destrucción liberará del pecado y permitirá el surgimiento del
“hombre nuevo”.
En
los 70s, muchos jóvenes hispanoamericanos católicos y de buen corazón, deseosos
de acabar con las injusticias sociales —que, según muchos sacerdotes de esta
tendencia, eran culpa del capitalismo— tomaron las armas y emprendieron el
camino de la revolución.
Los
carteles de Cristo sosteniendo un fusil de asalto K47 entre sus manos, eran comunes
en aquella época.
El
mensaje era claro: Jesús fue un revolucionario y seguir sus pasos solo pude
hacerse con la revolución.
Ese
período fue uno de los más traumáticos para Hispano América.
Y
cuando paulatinamente y con gran esfuerzo se van curando las heridas del
pasado, aparece nada menos que Bergoglio haciendo propaganda de unas ideas que
tanto sufrimiento causaron en el pasado, y que maniqueamente dividieron a las
sociedades en “nosotros” y “ellos”.
En
el discurso pronunciado durante el Tercer
Encuentro Mundial de Movimientos Populares organizado por
el Vaticano, Bergoglio expresó:
“Actualmente quien
gobierna el mundo es el dinero.
¿Cómo? Mediante el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia
económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una
espiral descendente que parece no acabar jamás.”
Y subrayó
“Ese sistema es
terrorista”.
Mostrando una simpleza o ignorancia rampante.
Bergoglio
debería informarse mejor y no hablar sin fundamento, incluso, por respeto a la
institucionalidad que simboliza.
Su responsabilidad moral es
enorme, dado que sus meteduras de pata no solo le afectan a él personalmente
sino que los terremotos que sus peculiares opiniones ocasionan, incluso podrían
socavar los fundamentos de la religión
católica.
En
tiempos de San Juan Pablo II, se solicitó a la Congregación para la Doctrina de
la Fe, presidida entonces por el cardenal Ratzinger —luego Papa Benedicto XVI—
que analizara la Teología de la Liberación, para determinar si ella se encuadraba
dentro de las enseñanzas de Cristo.
En
aquel momento el resultado de su análisis originó una Instrucción adversa:
Ratzinger alertó sobre las “graves
desviaciones ideológicas de este movimiento, que conducían inevitablemente a
traicionar la causa de los pobres”, afirmando que
”La lucha de clases como
camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava
la miseria y las injusticias”. Y condenó “la nueva interpretación, que viene a
corromper lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial en favor de
los pobres”.
Los
Evangelios narran que Jesús expulsó a latigazos a los mercaderes del templo.
Muchos toman ese pasaje como un reproche al
dinero.
Sin
embargo, analizado en forma menos trivial, podríamos llegar a la conclusión de
que lo que a Cristo le indignó es que se desnaturalizara la esencia de la
religión con la utilización del espacio sagrado del Templo para fines distintos
de la Adoración a Dios.
Quizás,
Jesús en nuestros días echaría del templo a latigazos a más de un pensador, político o periodista.
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
El mismo gesto que tiene el Papa Francisco en esta foto, es idéntico al que se me quedó a mi al leer este valiente artículo de hoy. Y digo bien “valiente”, porque es un terreno pantanoso donde nadie quiere entrar, ni tan siquiera intentarlo. “Con la Iglesia hemos topado….” Es muy cierto que la Teología de la Liberación hizo, y sigue haciendo un daño enorme. Bien lo advirtieron Juan Pablo II y Benedicto XVI en dos documentos de imprescindible lectura: “Liberatis Nuntius” (1.984), instrucciones sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación. El segundo: “Liberatis Conscientia” (1.986), instrucciones sobre Libertad Cristiana y Liberación. Ya nos lo explica perfectamente hoy D. Jesús, en este artículo con el que estoy absolutamente de acuerdo. No sé bien si la cara que se me quedó, a la que me refiero es de admiración por el escritor o por el miedo que me produce este Papa Francisco con sus teorías. A pesar de su infalibilidad, sigo teniendo cara de preocupación y asombro. Animo a los lectores a dar su opinión sobre este tema que me parece más que interesante. Y de nuevo mi agradecimiento a D. Jesús. Pues eso, y que no nos extrañe ver las Iglesias tan vacías como las vemos………
ResponderEliminarNo hay que confundir la institución con la persona; no es lo mismo la infalibilidad del Papa (dogma de fe para los católicos) que hablar de Bergoglio. No me gusta absolutamente nada Bergoglio, pero respeto y acato al Papa Francisco
ResponderEliminarRespeto al Papá, que solo es infalible cuando habla "ex cathedra" y no a Bergoglio, cuyas posiciones doctrinales, políticas y económicas me escandalizan y preocupan, hasta el punto de expresar mis reticencias y encomendarle, como creyente, a la luz del Espíritu Santo.
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