Tumba de Santa Cecilia Mártir, Catacumbas de San Calixto Roma
Para vivir un año
es necesario
morirse
muchas veces mucho.
Ángel González
Lo cierto es que la vida son muchas pequeñas muertes cotidianas.
Mueren los sentimientos, las ilusiones, las decepciones, las
alegrías, las desgracias.
Van muriendo nuestros recuerdos, nuestras sensaciones
nuestros amigos y parientes, nuestras ambiciones.
Hasta el máximo placer es llamado “la petite mort” por
nuestros vecinos franceses, como si experimentarlo matase parte de nuestro ser.
Solo falta que muramos, del todo, nosotros mismos para
alcanzar la plenitud de esa muerte que vivimos cada instante.
Según Albiac:
“… el fin del mundo no
sucede un día, a una hora, en un instante; el fin del mundo es cada instante en
el cual el mundo existe, porque jamás podremos remontar el flujo herácliteo del
tiempo, y ese mundo que fue se extingue en el acto mismo de nombrarlo. Y, con
él, nosotros. (…………) La muerte, como el fin del mundo, sucede en cada partícula
del tiempo, es el tiempo. Y así lo supo San Agustín, ásperamente empeñado en
ser griego en cristiano: «¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo
sé; pero si quiero explicarlo al que me lo pregunta no lo sé... Porque los dos
tiempos de pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es él y
el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y
no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad».”
Y a tal tránsito del tiempo, inexplicable, apunta otro
Grande, Quevedo, en su verso “soy un fue y un
será y un es cansado”
Esa fuga inescrutable del tiempo ha inspirado a todo
escritor desde el nacimiento de la filosofía en la Grecia Clásica hasta
nuestros días.
Pero nada lo altera, y tras múltiples pequeñas muertes, todo se disolverá y no dejará rastro, y llegará el dormir
postrero.
¡Morir, dormir, dormir… tal vez soñar!
En palabras de Hamlet, de Shakespeare.
Pero no puedo quedarme en esta mera reflexión, pues la muerte
ha estado en estos últimos tiempos, más que cotidianamente presente, dramáticamente
presente, en primer lugar por la Pandemia de COVID, que ha provocado la muerte,
en España, de más de 150.000 personas, aunque las estadísticas, falseadas, del
Gobierno de Sánchez, diga que han sido muchas menos.
Como continuación del drama,
España presenta, junto con Portugal, el mayor número de muertes extraordinarias
después del proceso de vacunación, lo que hace pensar que este programa ha
causado efectos sorprendentes, pues la “vacuna”, si bien es cierto que ha
minorado la gravedad de los efectos de la enfermedad, no ha evitado su contagio, y ha provocado
un exceso inexplicable de muertes extraordinarias.
Y finalmente nos asomamos diariamente a la realidad, por la ventana que son nuestros televisores, e incluso nuestros teléfonos inteligentes, a comprobar las matanzas provocadas en Ucrania por los rusos de Putin, que se comportan como bestias rabiosas con la población civil ucraniana, al tiempo que pierden la iniciativa militar en aquellas tierras de Dios.
Esperemos que la guerra termine pronto y con la derrota del Tirano Putin.
Y despidámonos con otro video musical, hoy “Tears in Heven” (Lágrimas
en el Cielo) de Eric Clapton
©
2022 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
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