Por ello me repatea, me duele al oído y a la cordura, el absurdo uso que se hace en España de las llamadas "lenguas vernáculas" muchas de las cuales, como la "fabla" aragonesa, el "bable" asturiano, no son más que meros dialectos del español ―que es como se llama en todo el mundo― o castellano, como lo llama la Constitución por un absurdo complejo de sus redactores de que la primera forma diese alas a los nacionalistas a considerar sus lenguas como no españolas.
Cuando yo hablo de países o ciudades situadas en lugares donde no se habla español, no se me ocurre hacer la estupidez de pronunciarlas en su idioma original, y así, efectivamente hablo de Inglaterra y Londres y no de England o London, igual que no se me ocurre decir Deutschland o München y digo Alemania y Munich.
Pero aquí, rizando el rizo se ha puesto de moda, de moda "correcta políticamente" es decir de estupidez, decir A Coruña por La Coruña, Lleida por Lérida, Ondarribia por Fuenterrabia, etc.
Al igual que, siempre la izquierda, y algún bobo de derechas como el senador Fabra, saltándose las normas de la RAE, dicen "todas, todos y todes" machacando el principio de economía del lenguaje y el masculino genérico, o nos entretienen pateando el diccionario con palabros como "Portavoza" "Presidenta" o "niñes"
Todo este batiburrillo lingüístico absurdo, es lo que están haciendo con nosotros los políticos con la disculpa de "proteger sus idiomas" es decir sus lenguas vernáculas, que estaban al borde de desaparecer a finales del s. XIX y que reconstruyeron los movimientos nacionalistas burgueses protofascistas y oligarcas, en defensa de sus privilegios y con el deseo de tener controlada a la población a la que explotaban y explotan.
Hoy las revoluciones ya no se hacen con violencia —salvo para Pablo Iglesias, para quien el derramamiento de la sangre de los oponentes contrarrevolucionarios sigue siendo el rito mágico de las revoluciones— sino mediante el lenguaje, al que se dota, con intención política manipuladora, de significados distintos al consagrado por su uso, ratificado por la RAE, con el objetivo gramsciano de forzar la "supremacía" comunista en todas las esferas de influencia social existentes en la Sociedad.
Y para concluir un nuevo video, en esta ocasión no es musical, pero es apropiado
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
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