La poesía
fue el género literario al que primero dediqué mi tiempo, consciente y
placenteramente y al margen de las obligadas lecturas o escrituras escolares y
académicas.
La tristeza tiene nombre de
mujer…
y el olvido, de viento.
Ó
Y cada día me abrocho mi piel
más apretada.Pues se me escapa el Yo en cada
pisada
que camino por buscar Tu mundo.
Posiblemente
el género haya sido cultivado por la mayoría de las personas de mi generación,
al menos de los que teníamos, aunque fuera levemente, una breve inquietud
cultural o un amor
no
correspondido, pues lo que entonces estaba de moda era curar la melancolía
leyendo poemas de Neruda.
“Puedo escribir los versos más
tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La
noche está estrellada,y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
O de Miguel
Hernández
“Umbrío por la pena, casi bruno,
Porque la pena tizna cuando
estalla,donde yo no me hallo no se halla
hombre mas apenado que ninguno.”
La poesía es
un género literario que implica una complicidad emocional entre el lector y el
autor. No puede leerse desapasionadamente. Carecería de sentido. Y el
apasionamiento en la lectura encuentra su máxima expresión en la adolescencia.
Por otra
parte, tampoco puede escribirse si no es desde una actitud emocional muy
determinada, de júbilo o de tristeza absolutos.
El poeta es,
por definición, ciclotímico. No es capaz de escribir sus poemas en situación de
equilibrio emocional, sino embargado por la tristeza o henchido de alegría. Extasiado
o apesadumbrado.
“Érase un hombre a una nariz
pegado
Érase una nariz superlativaÉrase una nariz sayón y escriba
Érase un peje espada muy barbado”
Se nos
podría decir que el cuarteto en cuestión, primero de un soneto satírico de
Quevedo, no es muestra de tristeza o alegría superlativas, pero en el fondo no
se nos escapa que la crítica satírica solo es posible en un estado peculiar de
euforia del autor.
Me
encantaría volver a escribir poesía, pero no sé si los mimbres de mi cordura me
permitirían llegar a tanto.
En ese
empeño habría de volver, seguro, a mis folios y mis plumas, ya que la
sensibilidad precisa para escribir poesía no creo que sea fácil transmitirla al
papel a través de las teclas del ordenador.
No caeré en
la tentación del experimento.
Posiblemente
el culpable de mi amor a la poesía sea mi padre, que me hacía leer, en voz
alta, y como práctica de lectura y de oratoria, un dificilísimo soneto de
Quevedo que le encantaba, y
que hoy, a
fuerza de ejercicio, me sé de memoria y creo que he conseguido, al fin, entonar
correctamente. Es uno de los sonetos más conocidos de Quevedo, titulado “Amor
constante más allá de la muerte”, que dice:
“Cerrar podrá mis ojos la
postrera
sombra, que me llevare el blanco
díay podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
Más no de esotra parte en la
ribera
dejará la memoria en donde ardía;Nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión
ha sido,
venas que humor a tanto fuego han
dado,medulas que han gloriosamente ardido.
Su cuerpo dejarán, no su cuidado;
Serán ceniza, más tendrán
sentido;Polvo serán, más polvo enamorado”.
En cualquier
caso he continuado cultivando mi afición por el arte de Calíope, Erato y
Polimnia(1) en los distintos momentos en que he necesitado refugiarme en mi
mismo para combatir, o para disfrutar, mis episodios esporádicos de melancolía.
La
melancolía es esa situación de genio destemplado y tristeza recurrente, vaga,
profunda y sosegada, en que el individuo que la padece no encuentra gusto ni
diversión en nada(2), y aparece muy frecuentemente de los espíritus atormentados
por la duda, la reflexión o el proceso creativo.
Víctor Hugo
consideraba que la melancolía era “la dicha de estar triste”, pues la
consideraba una placentera sensación de tristeza.
Estoy de
acuerdo con el atrabiliario francés siempre que la melancolía no llegue a ser patológica,
pues en tal caso deja de ser una situación anímica placentera de espíritus
cultivados, para convertirse en una verdadera alteración psicótico depresiva, y
la frontera entre ambos márgenes está, en ocasiones, como casi siempre en la
emociones anidadas en la mente humana, muy difuminada.
Hace algún
tiempo, en el telediario nocturno de
Telemadrid entonces
dirigido por Germán Yanke, y hoy hurtado a su audiencia por la estulticia de
los sindicatos, la escritora Angela Vallvey, comentó que: “Para ser poeta no hace falta escribir poemas, si no tener una especial
sensibilidad para aproximarse a los acontecimientos que nos rodean y
expresarlos desde la emoción interior que nos produzcan.”
Quedo con
ello muy reconfortado pues, aunque me empeñe en no componer nuevos poemas, pienso
que no he abandonado mi alma, mi sensibilidad, mi espíritu, mi vocación de
Poeta...
O al menos, eso quiero creerme...
1 Musas de
la poesía épica, lírica y sacra, respectivamente
2Diccionario
de la RAE
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