Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.
Ángel González
Lo cierto es que la vida
son muchas pequeñas muertes cotidianas. Mueren los sentimientos, las ilusiones,
las decepciones, las alegrías, las desgracias…
Van muriendo nuestros
recuerdos, nuestras sensaciones nuestros amigos y parientes, nuestras
ambiciones…
Hasta el máximo placer es
llamado “la petite mort” por nuestros vecinos franceses, como si experimentarlo
matase parte de nuestro ser.
Solo falta que muramos
nosotros mismos para alcanzar la plenitud de esa muerte que vivimos cada
instante.
Ya lo decía Albiac en su artículo del pasado 17
de diciembre en ABC:
"…. el fin del mundo no sucede un día, a una hora,
en un instante; el fin del mundo es cada instante en el cual el mundo existe,
porque jamás podremos remontar el flujo heraclíteo del tiempo, y ese mundo que
fue se extingue en el acto mismo de nombrarlo. Y con él, nosotros.”
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