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jueves, 22 de marzo de 2012

¿QUIEN NOS SACARA LAS CASTAÑAS DEL FUEGO?

A lo largo de los últimos años se viene hablando, insistentemente, del enorme peligro que supone para los principios de nuestro sistema occidental la, cada día mayor, presión de los movimientos islamistas en Europa.
Son numerosos los ejemplos de intransigencia e intento de imposición de los postulados ético-morales del islam en nuestras sociedades occidentales.
Desde la no intrascendente discusión del uso del velo islámico en los centros de enseñanza, pese al laicismo que en los mismos se respira, con retirada incluso de los crucifijos en las aulas, hasta las pretensiones de algunos grupos islámicos de imponer horarios reservados para las mujeres en las piscinas públicas, por considerarse atentatorio a los principios del islam el uso compartido por hombres y mujeres de tales instalaciones.
Se ha llegado incluso a prohibir por un Juzgado de París, el reparto gratuito entre indigentes del tradicional “Pot aux feu de cochon” por ser discriminatorio para los indigentes musulmanes.
¿Hasta dónde vamos a llegar?
¿Quién va a ponerle el cascabel al gato?
Yo, desde luego, solo confío en nuestras mujeres.
La verdadera esencia de la Sociedad Occidental contemporánea se encuentra precisamente en la conquista de sus derechos por parte de las mujeres.
Que duda cabe que hay todavía un inmenso camino por recorrer para lograr una plena igualdad dentro de la diferencia que gracia a Dios nos separa a hombres y mujeres como seres humanos únicos, iguales y al tiempo diferentes.
Pero hay algo esencial:
¿Admitiría la mujer occidental dar pasos atrás en su proceso de igualación con el hombre?, ¿permitiría no poder conducir, no vestir como quieran, no poder optar a trabajo en centros compartidos con varones, no tener derecho al voto o verse discriminadas sistemática y contumazmente porque así lo haya dispuesto Alá y Mahoma, su profeta?
Un viejo militar, el Coronel Valenzuela, profesor de equitación renombrado, escribió una conferencia que ha dictado centenares de veces sobre la historia de la equitación, y su disertación comenzaba con una pregunta ¿Quién montó primero en un caballo, el hombre o la mujer?
Su contestación era tajante, “Por supuesto un hombre, pero no por su iniciativa, sino porque la mujer pensó que aquel magnifico animal que se comían podía tener otros usos, y tras exigirle al varón que lo intentase, y tras varios buenos golpes, ya con el cuadrúpedo domado, fue ella quien comenzó a disfrutarlo como animal de carga y transporte, mientras el hombre continuó caminando a su lado.”
Y así se ha venido escribiendo la historia del progreso humano, “la mujer decide y el hombre se desvive”.
Toda mi vida está rodeada de mujeres, la mía, mis hijas, mi madre y mi suegra, mis cuñadas….
Como dijo hace tiempo mi hija pequeña “Papá, en casa lo único hombre sois el perro y tu”  
Y la verdad es que estoy encantado y convencido de que serán ellas las que nos movilicen, en un momento de riesgo real, frente a las pretensiones de los integrismos islámico intransigentes.

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