A diferencia de Chateaubriand hablo frecuentemente de mis intereses, de mis emociones, de mis trabajos, de mis ideas, de mis afectos, de mis alegrías, de mis tristezas, sin pensar en el profundo tedio que el francés temía causar a los demás hablandoles de si mismo.
¿Qué es lo que nos retiene en nuestro propio ambiente, en nuestro hogar, en nuestro refugio, en nuestra cueva, y nos impide, a la mayoría, no alejarnos mucho tiempo de ella?
Nietzsche afirma que:
“Todo hombre selecto aspira instintivamente a favor de un castillo. Un escondite donde quedar redimido de la multitud, de los muchos, de la mayoría, donde tener derecho a olvidar”.[1]
Sin embargo, Blaise Pascal afirma:
“La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación”. [2]
El hombre es, por naturaleza, un animal gregario, que necesita su guarida y a su “manada” que, superado el animal que somos, ha transformado en familia.
Por eso las doctrinas ideológicas que consideran que las verdades de la vida del hombre no son más que pura convención social, como Mouffe, y los post comunistas como Gramsci, olvidan la esencia de lo humano, que no es sino la imbricación intelectual del animal que llevamos en nuestro interior, con nuestra vida en sociedad, que no es sino permanente conflicto.
Pues conflicto es ser “individuo”, es decir ser individual y único, en el marasmo de la masa.
Este concepto del “ser”, intrínsecamente liberal, es el que dota al ser humano de su absoluta e indiscutible “dignidad y libertad”, que constituyen su “esencia”.
Marx trató de dinamitar tal concepto clásico de la esencia humana, afirmando que
“La esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” [3]
Sin embargo, creo que nadie está predestinado en su “esencia” por las relaciones sociales que se hayan tejido en su entorno existencial durante su vida, pues sobre ellas primarán, siempre, su libertad y su dignidad.
En cualquier caso, los actuales postcomunistas mantienen sin fisuras, y sobre la base de la idea marxista de la esencia social del ser humano, la contraposición de los conceptos de libertad e igualdad, y defienden con vehemencia el igualitarismo en detrimento de la libertad, como única vía para lo que ellos llaman “desalienación” de los individuos, que en la práctica no es más que el deseo de desvincular a los “individuos” de todos los principios propios de las democracias liberales, en los que se fundamenta su libertad y que se oponen al igualitarismo.
Y para ello, con su discurso populista, nos hablan de la "Luz de la igualdad" y las "Tinieblas egoístas de la libertad individual".
No obstante, el filósofo ruso cristiano Nikolái Berdiáyev, no comparte esa visión sesgada de la Luz y las Tinieblas, de la noche y el día, cuando nos dice:
“La noche no es menos maravillosa que el día, no es menos de Dios y el resplandor de las estrellas la ilumina. La noche tiene revelaciones que el día ignora. Tiene más afinidad con los misterios de los orígenes que el día. El “abismo” no se abre más que con la noche” [4]
entendiendo por “abismo” el conjunto de los insondables arcanos de la sabiduría.
Por todo ello me gustaría recordar a las bandas socialistas, comunistas, separatistas, filoterroristas y localistas extremas que hoy nos gobiernan, que habrían de ser conscientes de que han alcanzado el poder navegando en una réplica del “Inconstant”, y que su destino, tarde o temprano, será el mismo que el del más ilustre viajero de aquella nave. [5]
Como dijera Terencio: Soy humano, y nada de lo que es humano me es ajeno [6], por lo que he querido deleitarme en ese “aviso a navegantes”.
Y concluyamos nuevamente con un video musical, hoy “Nessun Dorma” (Nadie duerma) de la opera Turandot de Puccini, cantada por Pavarotti
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