Uno de mis problemas es que he tenido demasiadas aficiones y entretenimientos a lo largo de la vida.
Bien que la lectura y la
escritura, junto con la música clásica, sean mis aficiones prioritarias, pero
también me gustan los museos y exposiciones, la ópera, el cine y el teatro, así
como los viajes, preferentemente si tienen contenido artístico, gastronómico o
cultural; y tradicionalmente he practicado, con mayor o menor pericia, diversos
deportes como la caza, el esquí, la equitación, el pádel, el golf y ahora, más
intensamente, el croquet, juego que me apasiona, aunque sea todavía principiante; me gustan los juegos de naipes y me considero un buen
gourmand muy aficionado a la buena mesa y al vino, bebida sagrada en nuestra
cultura, sin el cual no podrían celebrarse los ritos esenciales de mi fe.
Ya Blaise Pascal explicaba la necesidad de los entretenimientos o divertimentos, al decirnos en sus "Pensamientos" que:
"El hombre, por muy lleno de tristeza que esté, si se puede obtener de él que se embale en algún divertimiento, helo feliz durante este tiempo; y el hombre, por feliz que sea, si no está divertido y ocupado por alguna pasión o por alguna diversión que impida desbordarse al aburrimiento, pronto estará triste y desgraciado. Sin divertimiento no hay alegría, con el divertimiento no hay tristeza."
Aficiones todas ellas que no evitan que me siga refugiando en mi castillo, en mi guarida, entre mis plumas y mis libros al son de mi música, pues volviendo a Pascal, no quiero que por ser incapaz de quedarme quieto en mi habitación me alcance la infelicidad; mientras que, como el protagonista del pasado efímero de Machado, me inclino a ser melancólico, taciturno y algo hipocondriaco, me aburre verme como un prisionero en la Arcadia del presente, y que en mi serio rostro sólo el humo del tabaco simule algunas sombras.
En cualquier caso, y como dice una canción de Los Secretos, la realidad es que en el fondo “Solo soy un simple chaval que se vuelve vulgar al bajarse de cada escenario.”
Y como tal, os tengo que reconocer que, entre otras cosas, sigo en TV la temporada de Formula 1 y la Liga de Futbol americano, y soy, también, muy futbolero y forofo del Real Madrid, lo que constituye para muchos —aunque no para mi—, una incongruencia existencial.
Y desde esa popular afición
me indigna, aunque no me extraña, el escándalo de corrupción de los trencillas,
amparados todavía hoy por su capo Medina Cantalejo, bajo el paraguas de Rubiales, escándalo
personificado por Negreira y el Barcelona.
Pero es que, siendo
madridista, es difícil considerar que hoy no exista corrupción arbitral, pues
eso me llevaría a pensar que nuestros árbitros no son unos golfos, sino unos
incompetentes, y no sé qué sería peor.
Hay una evidencia clara de
lo que digo y no es sino el magnífico y profesional trato lo lo arbitral que el Madrid recibe
en la Champions League y el habitualmente penoso que recibe en las
competiciones nacionales.
Y el desastre arbitral tiene
dos manifestaciones claras.
La primera es que el Madrid es habitualmente castigado con penaltis que no lo son y no se le pitan a su favor los que si lo son .
La segunda es la constante
persecución a sus delanteros —especialmente a Vinicius Jr.— por los defensas
contrarios, con faltas permanentes que no son castigadas con tarjeta, pese a que
cortan jugadas prometedoras y son violentas en muchas ocasiones y que se saldan,
siempre, con tarjetas al jugador madrileño por sus razonables protestas ante el
desamparo arbitral que sufre.
En definitiva, el Madrid
sufre jornada tras jornada, en los partidos de las competiciones nacionales, la
sucia violencia de sus contrarios, consentida por los árbitros, que provocan
resultados injustos, como si hubiese un acuerdo no escrito entre las instancias
arbitrales y federativas, para que el Madrid no gane más Ligas o Copas del Rey.
Los aficionados manifiestan cada
vez con más ardor, sus protestas e indignación, pero la Directiva de nuestro
Club mantiene su silencio al respecto, y se equivoca al no actuar con
contundencia frente a esta situación con la disculpa de un “señorío” mal
entendido.
Y mientras tanto, el
Barcelona sigue recibiendo favores arbitrales, cometiendo penaltis que no son
pintados, o con penaltis que se pitan a su favor sin serlo.
Pero basta de lamentaciones.
Pese a todo el Real Madrid continúa ofreciendo un gran espectáculo con su juego.
Y concluyamos esta reflexión
con un nuevo video musical, que no puede ser otro que el “Hala Madrid y Nada
Más”, himno del Centenario o de la décima Copa de Europa —y ya van 14—, cantado
a capela por más de 70.000 espectadores en el Estadio Santiago Bernabéu.
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
Emocionante y magnífico el Himno y espeluznante lo que se empieza a descubrir en el fútbol. Pero lo más triste de todo es que desde que el mundo es mundo la corrupción campa a sus anchas en este nuestro pequeño mundo. Al menos hasta ahora nos parecía que el deporte se libraba, por eso del respeto, la afición y el compañerismo. Pero D. Jesús en este artículo viene a corroborar lo que todo el mundo sospechaba y todos escondían, de nuevo la corrupción tiene los tentáculos muy largos. Paciencia y ánimo a los amantes del Fútbol, no merecemos esto. Buen artículo!!
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