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viernes, 25 de noviembre de 2022

CRISIS

 


  Vivimos en una sociedad en que se nos repiten reiteradamente los conceptos de crisis, malestar, indignación, etc. como si a lo largo de la vida del ser humano esos conceptos no hubiesen tenido relevancia.

  Nada más lejos de la realidad.

  La vida del hombre, desde que el “homo sapìens” despejase, con carácter único, las distintas ramas de evolución de los homínidos, hasta ser el antecesor exclusivo del hombre moderno, ha sido una permanente “vida en crisis”, plagada de malestar, indignación y superación de sus problemas como única vía de supervivencia y evolución.

  ¿Qué nos diferencia, pues, de nuestros ancestros paleolíticos?

 Pues posiblemente la globalización de las comunicaciones y la información.

  Por ejemplo, las grandes masacres que se han cometido a lo largo de la Historia, eran acontecimientos ignotos para las culturas que no sufrieron sus consecuencias.

  Hoy conocemos inmediatamente y al detalle, todo acontecimiento brutal que ocurra en cualquier rincón del planeta, por muy alejados que estemos del lugar en que hubieran ocurrido, y nos acongojamos, implicándonos emocionalmente con las víctimas.

     Ya en ECLESIASTES 17:18, se ponen de manifiesto los peligros del excesivo conocimiento cuando nos dice:

Y apliqué mi corazón a conocer la sabiduría y a conocer la locura y la insensatez; me di cuenta de que esto también es correr tras el viento. Porque en la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor.

    Pero las crisis presentan también un aspecto positivo para el hombre y la sociedad, pues exigen reaccionar imaginativamente para su superación.

    Sin la concatenación de crisis que el hombre ha sufrido y superado desde su aparición en este mundo, no se habría producido la evolución social que ha permitido que lleguemos a la Sociedad Desarrollada en la que hoy vivimos, pues en la solución de cada crisis sufrida hemos evolucionado y mejorado.

    Hoy en día esas crisis las vemos como acontecimientos históricos que determinaron cambios profundos en nuestra sociedad, generalmente enriquecedores pese a la brutalidad, sufrimiento o miseria que inicialmente provocaron.

    Así, por ejemplo, en Europa, la crisis que supuso la caída del Imperio Romano y la entrada y conquista de sus territorios por los llamados “barbaros”, dió lugar a las distintas culturas nacionales europeas, papel en que han participado importantes tribus como los Visigodos, Ostrogodos, Francos o Teutones, que con su asimilación de la herencia cultural romana dieron lugar a las Naciones Romano-Germánicas que conforman nuestro continente.

    No obstante, las crisis ya sean económicas, sociales, sanitarias, meramente personales, etc… en el devenir cotidiano de los hombres, constituyen, en el momento de producirse, y no en sus consecuencias a largo plazo, un sufrimiento, un desasosiego y una melancolía, que impregnan de tristeza a quienes las sufren

    Más incluso en las sociedades “tribales” a las que estamos volviendo en nuestros días, en las que sólo es admisible mantenerse dentro del patrón medio de vida que la propia tribu exige, pues en caso contrario, el efecto es la exclusión de la tribu.

    Por ello, conforme al proverbio latino, lo mejor en caso de crisis es pensar “sursum corda” (Levantemos el corazón).

Mantengamos pués nuestro buen espíritu y el deseo de salir de las crisis que nos rodean y tratemos de pensar que seremos capaces de mejorar nuestras expectativas de futuro.

Y despidamos de esta triste reflexión con una nueva pieza musical, “Meditación” de la ópera “Thais” de Massenet


©2022 Jesús Fernandez-Miranda y Lozana 

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