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lunes, 30 de septiembre de 2024

LA SOLEDAD


El caminante sobre el mar de nubes, Caspar David Friedrich. (1818)


           En septiembre de 2009 publiqué este post en este blog a cerca de la SOLEDAD, que hoy reedito con correcciones y ampliaciones y vuelvo a poner al alcance de mis lectores, pues creo que su objeto tiene interés en estos momentos.

Los Laberintos del alma son los recovecos intelectuales por los que transitamos cuando nos enfrentamos a todas aquellas cuestiones que, en principio, se presentan como irresolubles ante nuestras reflexiones, pero a las que la razón siempre acaba encontrando su salida.

El primero de los laberintos del Alma al que quiero referirme es el laberinto de la soledad.

La soledad es una de las sensaciones más complejas que afectan al alma humana y, al abordar su análisis, creo que debemos partir de la distinción de dos tipos, bien diferenciados, de soledad:

 La soledad querida y la soledad temida;

O lo que es lo mismo: la soledad buscada y la soledad sufrida.

Recuerdo la lectura, en uno de esos típicos libros de aforismos para adolescentes, de una frase escrita en 1886 por el abate Joseph Roux:

«La soledad vivifica, el aislamiento mata»

La frasecilla de marras encierra todo un mensaje de sabiduría a los efectos de esta reflexión heteróclita, pues no es sino el compendio de las ideas que trato de expresar.

Efectivamente existe una soledad buscada, refugio de reflexión, amparo de meditaciones y de paz, que ensancha el alma y enaltece el espíritu.

Esa soledad no es castigo, no es mortificación, no es pena, sino que es consuelo y como dirían en mi tierra, no dejaría de ser “atopadiza” morada de los propios sentimientos necesitados de restaño.

El hombre necio necesita de la permanente presencia de sus iguales para no sentirse desafortunado, pues resulta incapaz de sentirse satisfecho con tan solo sus propios pensamientos; por el contrario existen otros que necesitan apartarse de sus prójimos, en ocasiones, para recuperar el buen sentido de esos mismos pensamientos.

Decía Friedrich Nieztsche que:

 “En la soledad el solitario se devora a sí mismo; en la muchedumbre lo devoran los muchos. Elige pués.”

No obstante el mismo Nieztsche decía que

También el alma ha de tener determinadas cloacas propias por donde dejar fluir sus inmundicias

y estoy convencido de que la soledad, a tal efecto buscada, pudiera ser una de esas cloacas y que, por tanto, lo que el solitario devoraría en su soledad no sería tanto su propio ser, sino aquellas partes del mismo que desprecie, las inmundicias de las que su espíritu desee desprenderse.

Por otra parte, únicamente en soledad es posible la creación artística o literaria, o la reflexión científica o espiritual, que son incompatibles con el bullicio de otros en rededor.

Efectivamente, la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad, pues cuando estamos rodeados de otros, nos limitamos a seguir el comportamiento de los demás para no romper la dinámica del grupo

La soledad, sin embargo, permite desarrollar pensamientos nuevos y originales

Dice el escritor Andrés Trapiello que existe un tipo de soledad que él califica de “soledad consciente”, que no es sino un estado de soledad en el que uno piensa, observa las cosas, encuentra matiz y contempla. Y en esta contemplación se aprende y se madura. Te conoces, te mides y creces. Pero creces hacia dentro, que es el único lugar hacia el que se puede crecer llegada cierta edad.

Todose los grandes personajes de la Historia de las Religiones tuvieron, en un momento u otro de sus existencias, momentos en que buscaron esa Soledad Consciente como paso previo a su labor pública.

Antes de iniciar su vida pública, tal y como relatan en sus evangelios Mateo (4:1-11), Marcos (1,12-15) y Lucas (4,1-13) Jesús buscó su retiro espiritual de 40 días en el desierto, soledad perturbada con reiteración por el Maligno, que trató de seducirle con las promesas más ambiciosas de poder y gloria que Él fue desatendiendo una tras otra.

Finalmente, Cristo buscó también la soledad, apartándose de sus discípulos, para orar en el huerto de los olivos en el momento más angustioso de Su existencia como hombre, cuando, atormentado por la proximidad del Sacrificio conocido, imploró al Padre que apartase de Él el cáliz que había de beber, aunque sometiéndose a la voluntad Suprema del Creador.

Mahoma, a sus cuarenta años, tuvo su primera experiencia como profeta en una cueva del monte Hira, donde se había retirado en soledad para meditar. Allí se le apareció, por primera vez, el arcángel Gabriel que le exhortó para que predicara en el nombre de Señor que le había creado.

Buda se retiró en soledad a la selva hasta alcanzar el Nirvana bajo una gran higuera, momento a partir del cual comenzó su peregrinaje enseñando sus conocimientos.

Tras esa soledad buscada se inicia la deriva hacia la soledad temida.

Yo sólo soy yo cuando estoy solo

dicen que decía Miguel Hernández, quien transitaba envuelto en la tristeza 

de su corazón a sus asuntos” 

en tránsito de soledades cual si de Lope de Vega se tratara,:

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos

Sensación de soledad mezcla de deseo y de temor, soledad parcial e inevitable, a la que también se refería Franz Kafka, quien en sus Diarios (1914-1923) nos dice:

“Esta zona fronteriza entre soledad y compañía, he podido cruzarla rarísimas veces, e incluso puedo decir que me he afincado en ella más que en la misma soledad.”

Y acabamos en la soledad absoluta, la lacerante sensación con la que deambulan aquellos que se encuentran en soledad rodeados por una muchedumbre.

Es la SOLEDAD TEMIDA, no deseada, impuesta por las circunstancias circundantes al propio ser, y cuyo origen es diverso e impredecible y que padecen quienes la soportan inexorable, dolorosa e irremediablemente sin buscarla.

Esa soledad ha llegado a ser, incluso, parte de nuestras vidas contemporáneas, sabiamente descrita por Ernesto Sábato:

«Cuando multitudes de seres humanos pululan por las calles de las grandes ciudades sin que nadie los llame por su nombre, sin saber de qué historia son parte, o hacia dónde se dirigen, el hombre pierde el vínculo ante el cual sucede su existencia. Ya no vive delante de la gente de su pueblo, de sus vecinos, de su Dios, sino angustiosamente perdido entre multitudes cuyos valores no conoce, o cuya historia apenas comparte»

El propio Sábato, relaciona la “Soledad Social” de nuestro tiempo con la pérdida del sentido del absoluto; o, dicho de otra manera, con el relativismo:

«Si los valores son relativos y uno se adhiere a ellos como a reglamentos de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante»

Junto a todas estas soledades existe otra soledad trascendente, escatológica y mística, cual es la soledad de la muerte.

Sartre hizo famosa la expresión “El infierno son los otros” como una de las manifestaciones centrales de las posiciones del nihilismo de mediados del siglo XX.

Frente a esa consideración del existencialismo ateo, el Papa Ratzinger, ya en 1968, contestaba que no, que “El infierno es estar solo”, pues el miedo de cualquier ser humano ante la muerte no es sino “el miedo a estar a solas con la muerte, la siniestra sensación de la soledad en si misma”.

Recientemente se ha publicado en Roma bajo el título “Porqué Continuamos en la Iglesia”, una recopilación de artículos teológicos de Ratzinger antes de acceder al papado.

En uno de dichos artículos, precisamente llamado “El infierno es estar solo” Ratzinger nos dice:

Si existiese (después de la muerte) una suspensión de la existencia tan grave que en ese lugar (o situación) no pudiera haber ningún tú, entonces tendría lugar esa verdadera y total soledad que el teólogo llama infierno

Para concluir afirmando:

Una cosa es cierta, hay una noche a cuyo abandono no llega ninguna voz; hay una puerta que podemos atravesar solo en soledad: la puerta de la muerte. La muerte es la soledad por antonomasia.
Aquella soledad en la cual el amor no puede penetrar es el infierno.
Sin embargo Cristo ha atravesado la puerta de nuestra última soledad; con su Pasión ha entrado en el abismo de nuestro ser abandonado
 (Descendió a los infiernos nos dice el Credo Cristiano).
Allí donde no se podía escuchar ninguna voz. Allí está Él.
De este modo el infierno, la muerte, que antes era el infierno, ya no lo es más. El infierno, así, es o una clausura voluntaria
 (el deseo de permanecer irredento) o como dice la Biblia, la segunda muerte.

De tal modo y manera 6 como ya dijera en mi escrito ALTERIDAD, YO Y LOS OTROS la formulación cartesiana del “yo”: “Pienso luego existo”, sin relación alguna con los demás —con los otros— llevaría a un concepto de “Yo” solitario, que no sería sino una realidad capaz de auto pensarse, pero vacía de contenido fuera de su propia existencia y que solamente cobraría sentido en relación con la existencia de otro, de Tú, aunque ese Tú sea, al menos, el Dios redentor.

Es decir, desde esta perspectiva, la única expresión posible del “yo” se da en el encuentro con el otro, en la intersubjetividad, de la que emana el concepto mismo de “yo” y todas las manifestaciones trascendentes que dan sentido al descubrimiento y la confirmación de la existencia del propio ser.

Y por lo tanto la total ausencia de cualquier otro en la soledad profunda de la muerte, incluso la ausencia del Cristo Redentor, la absoluta soledad a la que se refiere Ratzinger como infierno, implicaría la nada, una “segunda muerte” según la expresión Bíblica.

La condena pues al infierno no sería sino la condena a la absoluta soledad, sinónimo de inexistencia, de no resurrección, a la que se verían abocados los Irredentos, pues el “YO” sin referencia a nada ni a nadie sería sinónimo de la propia inexistencia.

Finalmente no podemos dejar de hablar, es esta reflexión sobre la “soledad temida” de la “soledad de amor”, la que nos invade como consecuencia de la pérdida del afecto del ser querido, ya por su abandono, ya por su desaparición o muerte.

Pero te quiero, amor, aunque la vida me pague con tormentas
de atronadora soledad.

Nos dice Mariano Estrada, en uno de sus poemas.

Es precisamente la muerte o desaparición de un ser querido la situación que provoca un mayor desconsuelo al ser humano, una mayor sensación de Soledad profunda e insuperable.

Ese desconsuelo, o falta de alivio de la pena que se sufre, esa sensación de soledad, por abandono insuperable, es una sensación rayana en la desesperación, no trascendental, sino anímica.

Es la sensación de impotencia ante la pena, ante la certeza de que no existe esperanza ante la ausencia del otro, desconsuelo ante el dolor que se sufre, del que se sabe que no tendrá remedio.

Nunca la pena por la muerte de alguien puede tener consuelo más que trascendental.

No quiero dejar de recordar en este punto, las palabras de mi padre Torcuato Fernandez-Miranda sobre el dolor por la muerte de otro:

“Dicen que soy frio ante la muerte de otro; no es frialdad.
La muerte del prójimo me impresiona de tal forma que mi alma tiende a refugiarse en el silencio, la desolación y la tristeza.
Os aseguro que el llanto más doloroso es aquel que carece de lágrimas, de lamentos y de palabras.”


La muerte como hecho irreversible no tiene otra esperanza que la del reencuentro con el ser amado en el más allá, y la confianza de que disfrutaremos de las promesas de Dios conjuntamente.

La tristeza, la soledad, el desconsuelo, ha sido uno de los sentimientos humanos que mayor inspiración han provocado en los artistas o en los poetas.

Umbrío por la pena, casi bruno porque la pena tizna cuando estalla. Donde yo no me hallo no se halla hombre más apenado que ninguno

Escribe doliente Miguel Hernández, intentando trasladarnos en sus versos aquella sensación de desconsuelo.

Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.

Nos dice Miguel en otro de sus poemas, posiblemente uno de los poetas del s.XX que con mayor sentimiento ha sabido trasladar al verso la sensación de la pena humana, de la amargura, del dolor por la muerte de un ser amado, de la soledad irresoluble.

Y no podemos olvidar que, fruto de la epidemia de COVID19 y de las medidas adoptadas por el Gobierno, esa soledad en la muerte se ha visto incrementada dolorosamente en las víctimas de la epidemia, que no han podido estar acompañados de sus seres queridos ni en el momento de su muerte ni en el de sus exequias, produciendo un desgarro del que la Sociedad no ha sido consciente por la manipulación de la VERDAD en que ha incurrido el Gobierno y los subvencionados (por no decir comprados) medios de comunicación, esencialmente las TV.

Pero la Soledad presenta también otros aspectos diferentes y es estudiada por los modernos sociólogos como un fenómeno en aumento y con connotaciones de carácter político y de configuración de los hábitos sociales.

Según los más recientes estudios, muchas personas acabarán viviendo solas en los próximos años, ya que cada día nos casamos más tarde, las tasas de divorcio aumentan y las personas viven más. La prosperidad económica también fomenta este estilo de vida, elegido voluntariamente por el lujo que representa.

Otros sociólogos piensan que vivir solo significa, además, disfrutar de mayor calidad de vida, pues la soledad es mucho mejor que el hecho de sentirse mal acompañado,Incluso hay estudios que aseguran que la soledad facilita el desarrollo de la empatía y que las personas que viven solas poseen una red social de amistades tan amplia o más que las personas de su misma edad que viven acompañadas.

Las personas somos seres sociales, pero tras un día de trabajo rodeados de compañeros o clientes, de reuniones, atentos a las redes sociales y al móvil, la soledad ofrece un espacio de reposo necesario para recomponer nuestra paz interior.

Y esta expansión de la Soledad, en nuestra sociedad, viene acompañada de la inactividad, de la dejadez de los ciudadanos, y su inconsciente sumisión a las modas y corrientes mayoritarias, lo que presenta efectos preocupantes.

Esta actitud se fomenta desde diversos grupos de influencia política y social, y surge así la colectivización social: los individuos, inermes ante los retos de su vida y temerosos de no alcanzar sus objetivos individuales, se incrustan dentro de un colectivo determinado, cuyos miembros se asemejan a ellos en sus gustos, inclinaciones morales, religiosas, sexuales o raciales, y es a través del “Colectivo” que pretende obtener la ayuda de la Sociedad para colmar sus deseos. Es el “síndrome del rebaño”

Y se fabrica artificialmente, así, la idea de los llamados “Grupos sociales en riesgo de exclusión” y los “Derechos Colectivos” en contraposición a los conceptos de “Ciudadano Libre en una Sociedad Abierta” y “Derechos Humanos”, pues estos últimos están referidos a los individuos en cuanto tales y no a los colectivos en los que se integran. Problema que ya hemos tratado en los post:


¿Y a que conclusiones debemos llegar después de esta larga reflexión?

Pues podría concretarla en mi discrepancia con muchos de los pensadores de vanguardia, de los que pondré dos ejemplos.

Así, Javier Gomá defiende la idea de la “vulgaridad excelente”, y que considera que el hombre de la sociedad contemporánea ha de aceptar la “vulgaridad Escelente” en su vida personal y laboral, y no tratar de emular la fama en detrimento de la excelencia.

Considero que la pretensión de que el hombre contemporáneo asuma aquella “Vulgaridad Excelente” es una pretensión elitista de corte ilustrado, pues vista desde el punto de vista del ciudadano, implica que el hombre deba contentarse con realizar excelentemente el rol vulgar que le haya correspondido en la Sociedad como forma de realización personal, olvidando que todo hombre ha de aspirar a su propia superación, como camino de desarrollo social, sin ceder al chantaje de servir a la propia Sociedad a cambio de no asumir el riesgo de tomar decisiones, renunciando a principios sólidos en favor de la licuefacción de su moral.

Discrepo también del coreano Byung-Chul Han, quien considera que el hombre contemporáneo está dislocado por “una atención dispersa”, por “un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos” y no admite centrarse en un solo objetivo pues ello le produce hastío.

Al contrario que Byung-Chul Han, creo que la proliferación de fuentes de información y conocimiento empobrece a los dirigentes políticos, económicos y sociales y enriquece a los ciudadanos, a quienes hay que tratar como adultos que habrán de ser capaces de discriminar, en atención a su formación previa, su realidad sociológica y sus demás circunstancias personales, cual es la información que considera cierta y que conocimientos le resulta útiles, y no defenderles, contra su voluntad, de ellos mismos, tratándoles con infantilismo sentimental proteccionista.

Si aceptásemos el principio de la “Vulgaridad Excelente” de Gomá, la incapacidad de juicio ante estímulos diversos que proclama Byung-Chul Han, y sobre protegemos a los ciudadanos con sentimentalismo infantilizante, conseguiremos, precisamente, un hombre que no quiere pensar, porque no quiere actuar, porque actuar impone asumir responsabilidades sobre las consecuencias de los propios actos, que carece de principios sólidos por los que luchar y que se abandona, cansinamente, en manos de sus dirigentes económicos, políticos o sociales

Y ello sería contrario a la verdadera esencia de la vida humana, que Torcuato Fernandez-Miranda definió con estas palabras

“La vida humana es radical intimidad, mismidad, destino propio, peculiar, infungible, intima. Así como nadie puede morirse por mí, soy yo el que tengo que morir mi muerte, así, de la misma manera, sólo en mi radical intimidad puede mi vida ser vivida”.     

viernes, 27 de septiembre de 2024

INTIMIDAD, SOLEDAD Y SILENCIO




    Hacía tiempo que las musas no me acompañaban. Y lo más grave es que ni estaban ni se las esperaba.

La lectura fue siempre una de las fuentes de inspiración. Pero durante mi última estancia en mi castillo, ni siquiera esto me provocaba la necesaria capacidad de escribir, limitándome a sobrevivir y lamerme las consecuencias de una grave enfermedad sufrida.

Sin embargo, son cientos de horas dedicadas al papel y la pluma. Muchas con sentido, otras intrascendentes, pero todas respondiendo a una idea, la existencia, el ser, la conciencia del yo que a veces se disuelve, y ello me ha llevado, como todos habéis podido comprobar, a esa reforzada dedicación y amor por la escritura.

Así que, últimamente, parece que mis pensamientos comienzan a fluir con más presteza y ello me invita a seguir cogiendo la pluma y emborronar mis papeles.

De todos modos, no hay que valorar las cosas por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan, y lo mismo es aplicable a mis escritos.

He de confesar, en cualquier caso, que todas las veces que intento escribir algo original, vuelvo a mis raíces.

Y esas raíces se encuentran en conceptos éticos, morales, religiosos y filosóficos, concretados en las ideas que conforman mi ser íntimo. Los sentimientos, en fin, que me rodean.

Al final y después de tantos años vividos, tan solo soy lo que a duras penas sobrevive de mí, de tal modo que se diría que algún hechizo nos protege la vida hasta el día en que morimos.

Marcel Proust, hace más de 100 años ya nos dijo que donde la vida levanta muros, la inteligencia abre salidas.

Me reconozco pecador y por lo tanto mal cristiano, y ante esos muros tengo el consuelo —la salida— de pensar que un mal cristiano se limita a esperar el día en el que se lo lleven al infierno, o en el que se muestre en toda su gloria la Misericordia Divina.

Guillermo de Ockham, un fraile franciscano y filósofo inglés, que vivió a caballo entre los siglos XIII y XIV, pasó a la posteridad por formular su famoso principio llamado “La Navaja de Ockham”, que rezaba que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable», y para mi la “explicación más probable” es la de la existencia de un Dios infinitamente misericordioso.

Por lo demás, sigo amando mi libertad y mi Soledad, pues como nos dijo Jung «La soledad es peligrosa, es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente».

Así que recordemos a Nietzsche, que nos recuerda que «Quien con monstruos —la gente— lucha, ha de cuidar de no convertirse también en monstruo y tener en cuenta que cuando se mira largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti»,

Es decir, que no hay que olvidar que cuando señalas a una persona con el dedo, los otros tres te están apuntando a ti.

Y concluyamos con una estrofa del poema AVANTI del poeta argentino Almafiera

«No te des por vencido ni aun vencido,

no te sientas esclavo ni aún esclavo

trémulo de pavor, piénsate bravo

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo»

Y, como siempre, concluyo con una nueva pieza musical, hoy “Soledad y Silencio” de Hilario Camacho 1976



©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

miércoles, 25 de septiembre de 2024

AROCHOS Y ALBARES

 


         Iniciada la temporada de caza 一o período general hábil para la caza一 prácticamente en toda España, me apetece contaros esta historia.

    Describe el viejo jabalí macareno, protagonista del libro “SOLITARIO” de Jaime de Foxá, a los monteros arochos y albares con gran gracejo, y con total apego a la realidad que vemos en nuestros montes.

     “Así como entre los cochinos y los venados e incluso entre casi todo otro género de animal los hay siempre de dos clases 一arochos o albares一 según su corpulencia y colorido de pelo, así también entre los monteros existen dos tipos diferentes que pueden incluso reconocerse a distancia.

El montero albar suele ser presumidillo y pretencioso. Se viste con atuendos que parecen cada día estrenados y usa prendas inverosímiles jamás utilizadas por los del otro grupo. Tiene la extraña costumbre de llevar dos o tres armas consigo, y debe ser muy exigente en materia de comodidad y apetito cuanto no es fácil contar el número y clase de bultos, herramientas y bártulos que necesita para resistir cuatro o cinco horas de intemperie. Llevan a la cabeza estas gentes fieltros ornados con mechones de cerdas o plumas de aves raras; más limpios que los hielos al alba los calados zahones, y al cinto un puñal ancho que nunca enmohece por uso. Abundan cada día más y ello debe servirnos de satisfacción dado lo inofensivos que por lo general resultan en el manejo de sus instrumentos mortíferos.

No ocurre lo mismo con los monteros arochos, menos ostentosos en su porte, aunque más carniceros en los trances definitivos. Estos apenas llevan al puesto otro bagaje que el rifle y una especie de negros botellines emparejados que se arriman a los ojos para mejor ver lo ocurre a lo lejos. Se tapan con ropas de corte indefinido no siempre huérfanas de manchas; desdeñan la compañía de secretarios y guardas y más de una vez sorprenden a las reses confiadas largándolas un trallazo contundente desde lugares bastante más metidos en portillo que aquellos que el postor les destinó al colocar la armada. Son gente enterada y peligrosa, y a diferencia de los albares, sólo disparan cuando la pieza está próxima y no le es ya fácil arrepentirse del viaje acometido.”

 

 
        
      Albares          Arocho

       En cualquier caso, la mayor consecuencia de la distinción está en el acierto del lance, mucho más probable en los cazadores arochos que en los albares, pues estos pierden más el tiempo en su indumentaria e impedimenta que en la atención de sus presas potenciales, que se adivinan por los arochos en los ruidos del monte, las ladras o los vientos.

       Sin embargo, hay acontecimientos cinegéticos que son verdaderos actos sociales, monterías o tiradas por invitación a los faisanes,  patos, o a la reina del vuelo, la perdiz, en los que los “monteros y pajariteros” deben respetar el código de vestimenta de los “albares”, pues en tales acontecimientos pesa tanto el número de piezas abatidas y su calidad, como la apariencia de la partida de caza en su conjunto, en la que ningún tirador debe destacar por su aspecto poco cuidado, ya que durante los “tacos” o aperitivos, tan abundantes que son casi almuerzos, así como en el almuerzo principal en la casa, los invitados deben estar a la altura de sus anfitriones, agasajándoles no solo con el gentil reconocimiento de las maravillas de la caza, los manjares y las bebidas, sino también luciendo sus mejores galas campestres, en donde las vestimentas de los asistentes, con especial mención a las corbatas de los señores y los sombreros espectaculares de las señoras, deben competir entre si como si de una carrera de Ascot se tratara.

Y concluyamos con “Nos vamos de montería” cantada por  Inma Vilchez




© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


lunes, 23 de septiembre de 2024

HACIA EL OTOÑO

  



    Hoy, día 23 de septiembre ha comenzado el otoño, y quien iba a decirme que el otoño de la vida, a fuerza de imponer sus colores, iba a presentarse tan pronto ante mí:

Puedes contemplar en mí esa estación del año

en que las hojas amarillas, unas cuantas

o tal vez ninguna, penden de las ramas

que tiemblan bajo los vientos fríos,

coros desnudos y desolados,

donde ha poco cantaban gentiles ruiseñores.

Ves en mí el crepúsculo del día,

cuando se funde en el ocaso

tras la puesta del sol,

y que extingue poco a poco la sombría noche,

segunda persona de la muerte,

que sella todo con el reposo.

Ves en mí el resplandor de un fuego

que yace sobre las cenizas de su juventud,

como hacía sobre el lecho mortuorio

en que debe expirar,

consumido por la llama que le nutría.

He aquí lo que percibes,

que robustece más tu amor

para amar tiernamente

lo que habrías de abandonar dentro de poco.

WILLIAM SHAKESPEARE POEMA LXXIII

      La poesía de W. Shakespeare encierra, pese a que en su traducción al español pierda su ritmo y su cadencia, una belleza evidente.

    El hombre envejece y con ello se le plantean situaciones nuevas, sensaciones distintas, experiencias imprevistas.

    Caben dos interpretaciones del poema que reproduzco.

    La primera sería la reflexión del propio anciano en relación consigo mismo. Recuerda que fue árbol cuajado de hojas en que cantaban los ruiseñores y que ahora tiembla desnudo bajo los vientos fríos, y se contempla como ocaso del sol abocado a la noche o fuego que se extingue sin llama, para acabar con un canto al amor hacia lo que uno mismo es, que se refuerza pese a que haya de abandonarse al no ser, dentro de poco.

    Otra interpretación sería la del lamento dirigido a la amada, recordándole lo que uno fue y ya no es, esperando acaso que, pese a ello, y percibida la decadencia de la ancianidad, se ame lo que se ve, el hombre avejentado, digno de un amor robustecido, pese a que se habrá de abandonar en breve tiempo.

    Un joven jamás hará una reflexión parecida. Su insultante gallardía, fuerza y decisión, le hacen inmune al paso del tiempo, que inexorable, habrá de llevarle a la pronta tumba o a una vejez inevitable.

    Hoy, en una sociedad hedonista, maleducada y oportunista, se desprecia la ancianidad como a una lacra, sin valorar ni la experiencia acumulada con los años, que atempera el buen juicio y el criterio, ni el sosiego que impone contemplar la vida desde una atalaya en la que ya nada sorprende.

    Que cierto es que con el paso de los años uno ríe menos, pues la carcajada sólo la produce una ocurrencia sorprendente y a la experiencia le sorprenden ya pocas cosas.

    Pero también es cierto que se llora menos, pues el alma se ha venido curtiendo de momentos amargos, tristes experiencias y luctuosos sucesos, haciéndose más dura, más resistente.

    Efectivamente, el hombre mayor, como nos decía Cicerón “Alíos ego vidi ventos; alias prospexi animo procelas”, ya he visto otros vientos y afrontado otras tempestades, y ello le hace ver la vida con otros ojos, otras actitudes y otros valores o prioridades.

    La vejez y la cercanía de la muerte y su próxima e incluso afectuosa contemplación ─cuestión que mis lectores saben que he tratado en múltiples ocasiones─ es algo tan generosamente consustancial a la vida, que, aunque cada día más frecuente ─pues los hombres mueren cada vez con mayor edad─ merece respeto, consideración y análisis, que quiero dedicarle en esta reflexión heteróclita, pues generosidad de la vida, y no otra cosa, es permitir al hombre alcanzar el estado de vejez.

    Qué duda cabe que la madurez, en innumerables ocasiones, produce una inevitable nostalgia del pasado ─“O témpora! O mores!” Oh Tiempos, Oh Costumbres─ pero también es cierto que en ella se acrisolan todas las experiencias vitales, que, siempre que el individuo haya tenido inquietudes intelectuales, habrá de haberle enriquecido de modo sustancial llenándole en plenitud.

    Y no quiero caer en la petulancia de pensar que la vejez implique plenitud, satisfacción o felicidad. No quiero ser como esos personajes descritos por Zweig, que efectivamente resultan difíciles de soportar por la manera sonora y ostentosa que tienen de ser permanentemente felices.

    No, la vejez es, qué duda cabe, decadencia, pues el cuerpo pierde su potencia, los achaques asedian al sujeto y pese a ello, salvo que el destino castigue al anciano con una demencia senil o un Alzheimer, mantendrá, en su envoltura doliente, un espíritu vivaz, capaz y alerta.

    Ya lo decían Chateaubriand: 

“Es un suplicio conservar intacto el propio ser intelectual aprisionado en una envoltura material desgastada” 

 o La Rochefoucauld

 “La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud”.

    Sin embargo, y pese a ello la vejez tiene también sus ventajas y sus momentos dulces. Recordemos a tal efecto la frase 

“Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer”.

    Pensarán, por otra parte, mis lectores que hablo desde la experiencia, pues naturalmente para escribir lo que estoy escribiendo debo ser un anciano.

    No crean, tengo casi 70 años, y a ellos me voy acercando, pero hoy en día, eso no es ser anciano, aunque el diario ABC en su día publicase, ya hace años, la noticia de un “Anciano de 60 años muerto al ser arrollado por un tranvía”

    Pero tampoco se es joven a esta edad, y ya se comienza a vislumbrar no el invierno, pero si el otoño de la vida.

    Y uno empieza a ser consciente, como Montaigne de que 

“Nadie te devolverá los años, nadie te entregará otra vez a ti mismo, la vida seguirá por donde empezó, no revocará su curso ni lo suprimirá. No hará ruido ni avisará de su velocidad. Fluirá en silencio. No se alargará por orden del rey ni en favor del pueblo. Correrá tal como empezó el primer día, no se desviará ni detendrá. ¿Qué sucederá? Tú estás ocupado, la vida se da prisa. Con todo, vendrá la muerte, a la que, quieras o no, hay que entregar el tiempo” .

    Sé que a muchos molesta cualquier reflexión sobre la vejez y la muerte, pues les aterra el sólo hecho de que inevitablemente se aproximen ambas, incluso solo la parca sin ser acompañada de la vejez. Sin embargo creo que es tema digno de ser tratado, pues como dijera Jean Jaurès, “Le courage, c’est de chercher la vérité et de la dire", es decir, que el verdadero coraje está en buscar la verdad y decirla, y que más cierto que nuestra vida está abocada a la muerte, vejez o no de por medio, y mejor que lo sea con una vejez sana, larga y digna.

    Nada hay peor, sin embargo que el chico inconsciente, el no darse cuenta del paso de los años. Y así no hay nada más ridículo que un viejo juvenil en modos y modas, como las jóvenes Ladies a que se refería Chateaubriand 

“Recordaba los versos que escribía entonces a dos jóvenes ladies que se habían hecho viejas a la sombra de las torres de Westminster; torres que volvía a encontrar erguidas como las había dejado, mientras que al pie de ellas habían quedado enterradas las ilusiones y las horas de su juventud, sin que se percataran de ello”.

    De todas formas, dejémoslo ya, no vaya a ser que alguien me recuerde, como La Rochefoucauld que

“A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos”.
    No quiero concluir esta reflexión heteróclita sin referirme a algo que mis críticos me manifiestan muy frecuentemente frente a mis escritos cuando en ellos abundan las citas a otros autores, llegándome a decir, incluso, que no por muchas citas que realice refuerzo mis argumentos, sean o no aceptables, y en este punto solo quiero mediante una nueva cita justificar esta, según algunos, malhadada costumbre, pues como Montaigne con tales citas “hago decir a los demás, no como guías sino como séquito, lo que yo no puedo decir con tanta perfección, ya sea porque mi lenguaje es débil, ya sea porque lo es mi juicio” aserto que no quiero dejar de completar con una última afirmación, como chanza, pues es de todos conocido que “Quid latine dictum sit, altum videtur” que en román paladino significa que cualquier cosa que se diga en latín, suena más profunda, y así mi escrito, si no lo fuere, al menos parecerá culto.

    Sin embargo, pese a la aparente tristeza de este POST, no quiero despedirme sin una última y nueva cita, en este caso de Albert Camús, que hago mía con dos correcciones que le introduzco (entre paréntesis):

“Tengo en mi (alma) demasiada juventud para poder hablar de la muerte (y de la vejez)”

Y pensemos como Victor Hugo, en frases que me ha pasado un íntimo amigo asturiano

 "Te estás volviendo viejo -me dijeron-, has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario.

No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio. He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad. No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones, no es por amargura es simplemente por salud. No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa”.

     Y para concluir una preciosa pieza musical, "El Otoño" de las Cuatro Estaciones de Vivaldi.



©2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA





viernes, 20 de septiembre de 2024

¡¡ O TE CALLAS O TE VAS !!

 


    Una de las cuestiones que se plantean en nuestra Sociedad con bastante reiteración es el de la inadecuada legislación electoral vigente, como consecuencia de las distorsiones que provoca en la representación parlamentaria, primando a grupos minoritarios a nivel Estatal, como son los nacionalistas y castigando a otros grupos de representación nacional que tienen un número de escaños injustificadamente bajo en relación con el número de sufragios obtenidos en cómputo nacional, como sucede, por ejemplo con Izquierda Unida.

    El origen de todo ello se encuentra en la aplicación del metodo D’Hondt, cuyo inventor fue Victor D’Hondt (1841 - 1901) un jurista y matemático belga, profesor de derecho civil y de derecho fiscal en la Universidad de Gante, cuya fotografía ilustra este post.

El método, que puede definirse como “Sistema de reparto de escaños por cocientes y asignación de restos” es suficientemente conocido, y está suficientemente analizado que no merece la pena detenerse mucho en él —quien lo desee pude consultar en la web centenares de artículos explicativos del mismo— sino en sus consecuencias.

    No obstante y en primer lugar creo que la crítica al método no lo es al método en si mismo, sino a su incorporación a nuestra Constitución y legislación electoral, lo que le otorga un carácter casi inamovible, sobre todo cuando no existe voluntad política para su modificación.

    Así el Artículo 68.2. establece que para las elecciones al Congreso de los Diputados:

La circunscripción electoral es la provincia. Las poblaciones de Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un Diputado.

    Mientras que su párrafo 3º establece que:

    La elección se verificará en cada circunscripción atendiendo a criterios de representación proporcional.

    La Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, en su artículo Ciento sesenta y tres, establece dos reglas generales para la atribución de los escaños en el Congreso y en función de los resultados del escrutinio:

1. No se tienen en cuenta aquellas candidaturas que no hubieran obtenido, al menos, el 3% de los votos válidos emitidos en la circunscripción.

2. La aplicación de los escaños por aplicación del método D’Hondt, aunque no lo mencione por su nombre.

       En atención a ello la modificación del sistema electoral podría llevarse a efecto respetando siempre la norma constitucional que exige, de modo genérico, la aplicación de “criterios de representación proporcional” para las elecciones al Congreso de los Diputados.

    Por su parte el Artículo 81 de la Constitución establece:

1. Son Leyes orgánicas las relativas al […] régimen electoral general […].

2. La aprobación, modificación o derogación de las Leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto

    Es decir, que para modificar el régimen electoral, la aplicación del criticado método D’Hondt, se precisaría una votación favorable de la mayoría absoluta del Congreso.

    Si existiese voluntad política de modificación no sería excesivamente difícil, pero es precisamente esa falta de acuerdo la que le otorga su inamovilidad.

    Visto lo anterior, la siguiente cuestión es la de determinar cuáles sean los efectos negativos del método, que podríamos enumerar en la forma siguiente;

1.- La existencia de representantes parlamentarios que pese a superar el 3% de los votos en su circunscripción provincial, no llegan ni tan siquiera al 0,25% en cómputo nacional. El caso paradigmático es el de Nafarroa Bai, coalición independentista Vasco-Navarra que logró en las elecciones generales de 2008 62.073 votos, 18,53% del electorado de Navarra, lo que le permite mantener un escaño en el Congreso de los Diputados con una representación del 0,24% de los votos a nivel nacional.

2.-La discriminación entre partidos nacionalistas y nacionales por el efecto de la proporcionalidad y su juego en circunscripciones regionales, de lo que es ejemplo también paradigmática la comparación de los resultados de IU que con un 4,96% de los votos a nivel nacional (1.284.081 votos) logró 5 escaños y los de CIU, que con el 3,23% de los votos (835.471 votos) alcanzó una representación de 11 escaños.

3.- La dependencia de los grandes partidos de los votos parlamentarios de partidos que con representaciones inferiores al 3% a nivel nacional condicionan el juego de la mayoría parlamentaria que apoya al Gobierno, y que en la práctica lo hipoteca.

    Y todo ello sobre el total de votos emitidos, pues los cómputos no se realizan sobre el total del censo, que en 2008 superó los 34 millones de votantes, con un porcentaje de votos válidos del 75,32% del censo.

    Así, los partidos que tienen menos del 3% de los votos válidos emitidos a nivel nacional, representan en su conjunto un 4% de los escaños de la Cámara con un porcentaje de votos del 1,87% sobre el censo.

    Esto, a la fin y a la postre, hace que los partidos con una representación inferior, en cómputo nacional, del 3% de los votos válidos emitidos, representen porcentajes aún menores en computo de censo global.

    Es decir, que volviendo al caso de Nafarroa Bai, vemos como esta formación política disfruta de un escaño en el Congreso con un porcentaje del 0,18 % del censo, es decir, de los votos posibles en cómputo nacional.

    Finalmente solo decir que los 169 escaños del partido socialista, más los 14 de estos partidos, suman 183 escaños, cuando la mayoría absoluta son 176.

    Y ahora viene la anécdota.

    En 1976, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas durante el proceso de Transición, se eligió el método D’Hondt por indicación del entonces Presidente de las Cortes, mi padre, Torcuato Fernandez-Miranda, al entonces presidente del Gobierno Adolfo Suarez, a quien, según las memorias de Fernandez-Miranda, le costó un buen rato entender su funcionamiento y las razones de su recomendación, lo que logró solo a medias, aunque confió en el olfato del Presidente de las Cortes y acordó la aplicación de este sistema.

    Cuando las Cortes constituyentes establecieron sin opción la imposición de un sistema electoral proporcional y se mantuvo el sistema electoral con el método D’Hondt, mi padre manifestó por escrito a Suarez, y posteriormente a la comisión constitucional del Senado, sus dudas acerca del método elegido, pues este había sido escogido para las primeras elecciones, tratando de anticiparse a una situación política incierta y procurando obtener un efecto que se logró: la presencia parlamentaria de dos grandes grupos rodeados de pequeños que permitiesen un “Consenso Constitucional”.

    Sin embargo Torcuato consideraba que no era un método adecuado a la normal vida de una democracia con vocación de “permanencia”, al igual que se opuso al sistema de autonomías por la peligrosa deriva a la que podría conducirnos, y que a la larga, pensemos que sus reservas se formulaban en 1976-77, le han dado la razón.

La primera contestación recibida de Suarez fue un poco chusca: “¿Cómo quieres que cambie el sistema con lo que me ha costado aprenderme este?

    La segunda fue ofensiva, ante la insistencia de Torcuato en sus posiciones, públicamente manifestadas en el Senado, Suarez ya no le contestó, sino que pidió al portavoz de UCD en el Senado, Antonio Jiménez Blanco, que le transmitiese su mensaje “Torcuato, de parte de Suarez, que o te callas o te vas” lo que llevó a mi padre a pasar del Grupo de UCD al Grupo Mixto y abstenerse de la votación de la Constitución  —a la que, por lealtad al Rey no podía oponerse formalmente— y a no firmar, con los restantes Diputados y Senadores Constituyentes, el ejemplar oficial de la Constitución.

       Esa contestación por parte de Adolfo Suarez, a través de Antonio Jiménez Blanco, la contó el propio Torcuato a ABC, en una entrevista que se publicó el día 3 de agosto de 1978 y que se anunciaba en la propia portada del diario, que más arriba reproduzco.

    Volviendo al tema concreto que nos ocupa, anécdotas a parte, la pregunta esencial es, en definitiva:

 ¿Por qué no se modifica el sistema electoral?

    Pues esencialmente porque ninguno de los dos partidos mayoritarios ha tenido demasiado interés en ello.

    Pensemos que el primer Gobierno de Aznar se constituyó con los apoyos parlamentarios del PNV, CIU, UPN y nacionalistas Canarios, a la mayoría minoritaria del PP.

    En la actualidad, radicalizadas las posiciones de los nacionalismos y de los partidos republicanos presentes en el Congreso, PNV, CIU, UPN, ERC, Nafarroa Bai, Canarios, etc…, a quien le interesa mantener el sistema es al minoritariamente mayoritario PSOE.

    Y de esos polvos vienen estos lodos.

    Y estos lodos, la ingobernabilidad de España por el permanente chantaje de estos grupúsculos minoritarios, es lo que la Sociedad Española demanda, cada vez con mayor intensidad, que sea resuelta, a lo que se unen la demanda de apertura de las listas electorales, y la limitación de los poderes de las Autonomías, aunque estos asuntos deberán ser objeto de otros posts.

    En cualquier caso, aquel enfrentamiento entre Torcuato y Suarez, tomado un poco a guasa por los más íntimos colaboradores de Torcuato, desembocó en que uno de ellos, Juan Gil de la Cuesta, no solo colaborador sino gran amigo de mi padre, le regalara un disco con el tango “Cambalache”, que aquí os reproduzco en video por mi montado.