A diferencia de Chateaubriand hablo frecuentemente de mis intereses, de mis emociones, de mis trabajos, de mis ideas, de mis afectos, de mis alegrías, de mis tristezas, sin pensar en el profundo tedio que el francés temía causar a los demás hablandoles de si mismo.
Hace unos años escribí este post para tratar de argumentar las razones por las que mi convicción política se situaba en postulados anticomunistas.
Creo que este es buen momento para volver a publicarlo, con algunas adiciones, ante la ofensiva que protagonizan los líderes de la ultra izquierda comunista española, personificada por la coalición UNIDAS PODEMOS, IZQUIERDA UNIDA/PCE, MAREAS, MOVIMIENTOS ANTISISTEMA, BILDU, etc... con la inestimable colaboración y complicidad del PSOE de Pedro Sánchez.
Los últimos días hemos sido testigos de distintas situaciones que no son sino manifestación del AGITPROP de la ultra izquierda, desde la acusación de Pablo Iglesias a VOX diciendo que a ese partido "le gustaría dar un golpe de Estado pero que no se atreve", hasta la dimisión o cese de toda la cúpula de la Guardia Civil por el Ministro Marlaska, que como dice Cayetana Álvarez de Toledo, no son si no las pruebas del intento de esa ultraizquierda de derribar la Constitución de 1978 y, en definitiva, destruir nuestra Democracia para instaurar un Estado Marxista Chavista.
La derecha europea, sometida a sus complejos ideológicos, por lo general se ha limitado a fundamentar sus argumentos antimarxistas tan solo en cuestiones de carácter económico —el anticapitalismo de las doctrinas de Marx— o de carácter religioso o moral de carácter general.
Sin embargo, como ya advirtiera Mounier, fundador de la corriente filosófica “Personalista”:
“La laguna esencial del marxismo es haber desconocido la realidad íntima del hombre, la de su vida personal.”
Efectivamente, en el mundo del materialismo dialectico la Persona no tiene sitio. La mayor aproximación de Marx al concepto de individuo, de persona, se concreta en su análisis de la alienación.
Sin embargo, toda la doctrina de la alienación presupone que el individuo es incapaz de transformarse a sí mismo, de liberarse, para llegar a la conclusión que solo las masas son capaces de transformar al individuo al incorporarlo a sus estructuras.
Efectivamente, para Marx el hombre es ante todo el conjunto de sus relaciones sociales:
"... la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo.Es, en su realidad, el conjunto de sus relaciones sociales".
Los teóricos del marxismo moderno se han empeñado en demostrar lo contrario, tratando de defender la idea de que la referencia en el Comunismo al concepto del “Hombre Nuevo” no es sino la referencia del “autentico” fundamento del marxismo que sitúa al hombre como centro de sus preocupaciones filosóficas.
Sin embargo, pese a tal manifestación, todos los teóricos marxistas, o neomarxistas, reiteran la idea de la formación del “hombre nuevo” en el contexto de la sociedad en que se desarrolla y no en su “libre albedrío”; en sus “relaciones sociales” y no en su yo interior.
Así por ejemplo para Feuerbach, la condición necesaria para devolver al hombre sus condiciones de ser humano, es la superación de sus alienaciones mediante la transformación de la deshumanizada sociedad burguesa en la que vive.
Por su parte Antonio Gramsci, al igual que Marx, considera que el hombre es el conjunto de sus relaciones sociales, manifestando que:
"... la actividad revolucionaria que crea al "hombre nuevo", […] crea nuevas relaciones sociales".
Podríamos seguir citando autores marxistas que se manifiestan, siempre, en la misma línea, pero creo que el resumen más completo se contiene en las siguientes palabras de Benedicto XVI:
“El marxismo parte de la idea de que la libertad es algo indivisible y subsiste por tanto, como tal, sólo si es la libertad de todos.
La libertad está unida a la igualdad: para que haya libertad, hay que establecer ante todo la igualdad. Lo que significa que para el objetivo de una plena libertad son necesarias ciertas renuncias a la libertad.
La solidaridad de los que combaten por la libertad común, de todos, precede la realización de la libertad individual.”
En definitiva, en Marx prevalece la idea de la postergación de la libertad del individuo en aras de lograr la igualdad de todos los miembros de la Sociedad, lo que lleva, a la postre, a una libertad limitada del individuo, pues sobre la libertad individual ha de prevalecer la igualdad de los miembros comunidad y sobre sus derechos individuales como persona los derechos de la Colectividad.
Por otra parte Marx, tal y como explica Ratzinger en su encíclica “Spes Salvi”:
“…con precisión puntual, aunque de modo unilateral y parcial, describió la situación de su tiempo e ilustró con gran capacidad analítica los cambios hacia la revolución, y no sólo teóricamente: con el partido comunista, nacido del manifiesto de 1848, dio inicio también concretamente a la revolución. Su promesa, gracias a la agudeza de sus análisis y a la clara indicación de los instrumentos para el cambio radical, fascinó y fascina todavía de nuevo.”
Sin embargo, Marx, que indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación, no nos dijo cómo se debería proceder después. Suponía simplemente que con la socialización de los medios de producción y la desaparición de la propiedad privada, la “Dictadura del Proletariado” configuraría al “Hombre Nuevo” y se establecería la Sociedad Perfecta.
Y esa indefinición, en la práctica —en todos los experimentos políticos reales de socialismo marxista, sin excepción alguna— ha desembocado en un muro infranqueable del que no se ha logrado encontrar salida: La “Dictadura del Proletariado”, que se enquista inevitablemente en si misma sin encontrar vías de salida hacia aquella “Sociedad Perfecta” presagiada, sin lograr la aparición del “Hombre Nuevo” prometido y perpetuándose no ya en una “Dictadura del Proletariado” sino en una “Dictadura de Partido”.
Al final, parafraseando a Karl Popper, el Marxismo ha caído en la ridícula idea de pensar que se puede predecir el fututo mirando lo ocurrido en el pasado, lo cual según el austriaco:
“…es falso, teórica y moralmente falso”
Por eso, porque es imposible, porque la “adivinación del futuro” no es sino una falsedad, Marx no supo prevenir el devenir y los procedimientos a seguir una vez instaurada la “Dictadura del Proletariado” para superar este estadío de la evolución social fruto de la revolución, y alcanzar la “Nueva Jerusalem”, la sociedad perfecta presidida y habitada por el “Hombre Nuevo”.
Y la razón esencial de ello es que la obra de Marx tiene, en su conjunto, un defecto esencial, el desconocimiento del misterio más hondo del ser humano, el enigma de la libertad que habita en él y que hace imposible reducirlo a un puro conglomerado de determinaciones sociales y económicas.
En esta línea el propio Ratzinger manifiesta:
“[Marx] Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y olvidado su libertad. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo desde fuera, creando condiciones económicas favorables”.
Sin embargo, pese a todo ello, pese a la constatación evidente de los errores del Marxismo, la fascinación que ejerce su “promesa” liberadora del ser humano oprimido, sigue teniendo gran multitud de seguidores en nuestros días, tal y como manifiesta el italiano Marcelo Pera en su Libro “Porqué debemos considerarnos cristianos”. En el que nos dice:
“Recordamos continuamente los crímenes del nazismo, del fascismo o del franquismo, y con mucha más facilidad olvidamos los del comunismo. Los intelectuales de izquierda siguen pensando que la idea en que se inspiraba el comunismo era buena, pero que en la práctica se realizó mal. La utopía sigue obrando dentro de la cultura de izquierda, aunque no produce ninguna idea nueva.”
Y es precisamente ese desierto intelectual de la izquierda, en la que todo intento de nueva formulación no hace sino caer en los mismos errores que desde su origen afectaron al marxismo, esa utopía marxista que sigue anidada en las mentes infértiles de la intelectualidad progresista, lo que debemos combatir firmemente, con la propagación de nuestras ideas y nuestros principios.
Nietzsche, expreso y beligerante antisocialista, se anticipó a su tiempo denunciando los peligros de esta doctrina en su obra “Más allá del bien y del Mal”, concretamente en su capítulo “Para La Historia Natural de la Moral”, criticas perfectamente aplicables al marxismo.
No compartimos la brusquedad de las formas del genio prusiano —no en balde su genialidad se precipitó a una temprana locura— sin embargo no me resisto a apuntar una de sus frases que, al fin y al cabo, pienso que refleja el sentimiento que nos embarga a todos quienes nos encuadramos en esa tarea intelectual del antimarxismo militante:
“Quien ha pensado alguna vez hasta el final esa posibilidad [el éxito del socialismo]conoce una náusea más que los demás hombres, — ¡y tal vez también una nueva tarea!... “
Desde
el pasado 14 de marzo de 2020, los españoles vivimos condenados al
confinamiento domiciliario, que se prolonga con sucesivas prórrogas del Estado
de Alarma que nos mantiene en esta situación, actualmente hasta el día 11 de junio
de 2020 y estamos a miércoles, 27 de mayo de 2020.
Todo
ello, con más de 50.000 fallecidos víctimas de la epidemia, aunque el Gobierno
nos engañe con otras cifras mucho menores, transitando en el vértigo del Caos,
y entre un marasmo de actuaciones políticas y normas legales, que difícilmente
alcanzan a ser comprendidas por el común de los mortales.
La situación hace que los ciudadanos empiecen a estar
cansados y enfadados, pues el confinamiento no sólo afecta a la vida cotidiana
y familiar, sino que tiene unas consecuencias para nuestra economía, muy graves
y de final desconocido.
La demostración de ese enfado son las caceroladas que
inundan España cada día a las 9 de la noche y las manifestaciones en coche que
ayer día 23 se ha producido en todas las capitales de provincias.
El consejo en estas circunstancias sería el de considerar
que cuando el alma se destempla, porque la ilusión se apaga con malas noticias,
es preciso afinar las cuerdas de los sentimientos, tensar las pieles de los
pensamientos y acompasar la orquesta toda del complejo cúmulo de impulsos que
dominan nuestro cerebro, y así, con el corazón embridado, sujeto y en su sitio,
recomenzar el camino en el punto en que hayamos sufrido la caída.
Sin embargo, ello no es fácil de asumir cuando no se ve la
luz al final del túnel y los gobernantes aprovechan la epidemia que sufrimos
para vulnerar el sistema democrático constitucional limitando los derechos de
los ciudadanos.
Todo ello conduce a la mayoría hacia la angustia y la
depresión, al menos a la melancolía.
Y
melancólicos y acongojados están los más de 3 millones de compatriotas en el
paro, el casi 1 millón de ellos cuyas empresas han hecho expedientes de
regulación temporal de trabajo (ERTE) y que sin embargo hasta el 10 de junio no
van a cobrar un solo céntimo de la parte que le corresponde percibir del Estado,
y que carecen de medios para subsistir, o los miles de ciudadanos que se han
incorporado a las colas de los comedores sociales para poder acceder a
alimentos que no pueden comprar.
A ello se suman los más de 300.000 empresarios
que no pueden reiniciar sus trabajos, ni reabrir sus negocios, y de los que una
inmensa mayoría no volverán a abrirlos, pues están quebrados.
Mientras tanto nuestro gobierno social
comunista anda preocupado y ocupado con la definición de las “fases” de lo que
ha venido en llamarse la “Desescalada”.
Es decir, en ver como sueltan a los españoles
del inicuo Estado de Alarma, y no con criterios médicos ni económicos, sino con
el baremo de sus intereses políticos y el cabreo de la gente, con cálculos
meramente de imagen.
Así no se entiende que Madrid haya sido
mantenida en la fase más dura de confinamiento cuando las Vascongadas con
cifras sanitarias peores ha sido premiada con un rápido proceso de fases porque
los votos de PNV y de los etarras interesan a Pedro El Sepulturero para
mantenerse en el Gobierno y en la restricción de libertades y derechos de los
ciudadanos.
Y a quienes protestan por el desastre de
gestión de la crisis sanitaria y su consecuencia en forma de crisis económica,
se les insulta como fachas de ultraderecha, cuando la influencia del podemita
Iglesias, comunista de extrema izquierda es más que notable en las decisiones
del Gobierno.
En definitiva, nuestro Gobierno social
comunista no quiere sino distraer la atención, con todas estas cosas, de los
ciudadanos, haciéndonos olvidar los más de 50.000 muertos por la epidemia, el
escándalo de los ancianos dejados morir, o incluso ayudados a morir sin
asistencia médica en las residencias, la abultada cifra de trabajadores en paro
o el derrumbe de nuestra economía, del que tardaremos años en recuperarnos.
Pero cada
día se acumulan mayores disparates del Gobierno, el último es el cese “por
pérdida de confianza del Coronel Jefe de la Guardia Civil en Madrid Pérez de
los Cobos por negarse a facilitar al Ministro el informe sobre el 8M elaborado
por instrucciones del Juez, entre las que, nitidamente, se establecía la
obligación de sigilo de los agentes actuantes como policía judicial.
La
intromisión de Marlaska en la justicia es flagrante, pero aquí no pasa nada;
nada más que el rebote generalizado que hay en la Guardia Civil, y la sensación
día a día peor. De que avanzamos inexorablemente hacia un Estado Chavista
Totalitarios.
Que Dios
nos coja confesados…
Por todo
ello acabaré pensando como Unamuno que ante los ataques de todo signo que
sufría nos dijo:
“En
este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los
soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la
disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No
haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la
libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea
restaurado. Pero cualquier día me levantaré -pronto- y me lanzaré a la lucha
por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un
solitario.”
Y
conste que no se trata de un llamamiento a un golpe militar, ni mucho menos,
sino de las reflexiones que nos hacen no olvidar que, ante los ataques de la
extrema izquierda encabezada por podemos y seguida por el PSOE, separatistas y
etarras, no podemos olvidar el art. 8 de nuestra Constitución, que dice:
Las
Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el
Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e
independencia de España, defender su integridad territorial y el
ordenamiento constitucional.
En cualquier caso, y para no tener que llegar a esta indeseable situación, de la intervención de las Fuerzas Armadas, de las que forma parte la Guardia Civil, aunque tenga competencias policiales, me atrevería a dar un consejo a nuestro Gobierno, y ese consejo no es otro que el de recordárles que no se debe jugar con las fuerzas armadas, si no se quiere provocar una situación similar a la de 1936, si bien es cierto que tengo mis sospechas que no sea ese el deseo de la izquierda ultraradical incrustada en el Gobierno.
Siempre he sido escritor de pluma estilográfica. Desde muy
joven he disfrutado el placer de emborronar papeles con mis plumas, trasladando
a ellos mis sentimientos, mis impresiones, mis reflexiones, mis alegrías, mis
tormentos...
Mi primera pluma fue una “Parker” blanca, regalo de Primera
Comunión, no sé si de nácar o de alguno de esos plásticos o baquelitas que tan
bien se hacían en los años 60 y que imitaban maravillosamente, desde mi
perspectiva de niño deslumbrado, el refulgir de la madreperla.
Aquel regalo me permitió conocer además otra de mis pasiones
de escritor primerizo: Los folios de “El Galgo”, con su marca al agua de un
galgo corredor.
Con mi pluma pronto descubrí que no todos los papeles
servían como soporte al deslizar de su plumilla, pues en la mayoría de los
casos el papel de nuestros cuadernos del colegio se emborronaba con la pluma,
absorbía más tinta de la necesaria para el trazo de la escritura y esta era, por
lo tanto, un desastre.
A diferencia del papel vulgar, los folios de “el Galgo”,
permitían trazos limpios, letra inmaculada; pareciera que lo escrito en estos
folios estaba mejor expresado, aunque gramatical o literariamente no mereciese
la pena.
Durante muchos años compré ese tipo de papel en la
papelería-librería “Pérgamo” de la calle del General Oraá de Madrid.
Lo compraba por
unidades al entonces carísimo precio de 100 folios por un duro. Todavía
recuerdo al aprendiz de la librería, o a la hija del dueño y hoy propietaria del
establecimiento, contar los folios y envolvérmelos en un fino papel de estraza.
Mis plumas fueron a lo largo de gran parte de mi infancia,
uno de mis tesoros, y a diferencia de los niños de hoy en día, que están obsesionados
por las marcas, yo, entonces, solo conocía marcas de coches o de plumas:
Parker, Cross, Sheaffer, Mont Blanc, Pelikán, Pilot, Waterman..., y las que
tenía las cuidaba, limpiaba y recargaba con esmero.
Todavía conservo algunas, simplemente por tenerlas, más que
por coleccionarlas, pues no tengo alma de coleccionista, si no, como dijera
Felipe II de su enajenado hijo, el malogrado Infante Don Carlos, de ropavejero.
En todo caso llegue a tener algunas plumas estupendas,
algunas incluso de marcas baratas y desconocidas, de esos escasos ejemplares
que deslizan su plumín sobre el papel sin arañarlo, dejando una marca de tinta
suficiente, ni poca ni mucha, en cada trazo; que no manchan los dedos con fugas
inoportunas y con carga suficiente para no quedarte sin tinta en el momento más
inapropiado.
Solo estas plumas permiten al escritor disfrutar la
sensación de la escritura como prolongación del propio espíritu sobre el papel
inmaculado.
La experiencia física del placer de la escritura
difícilmente se da en otros casos, en los que la escritura solo adquiere la
categoría de placer espiritual.
Las plumas que no
cumplían aquellos requisitos, que eran la mayoría, se usaban por breve tiempo y
pasaban a los anaqueles.
Esas plumas y aquel papel fueron, por lo demás, los primeros
instrumentos de mi siempre buscada y nunca alcanzada creatividad literaria,
pues con ellos compuse mis primeros poemas adolescentes, escribí mis primeras
cartas de amor y di rienda suelta a mi imaginación y a mis primeras
reflexiones.
Sin embargo, aunque pueda parecer mentira, he abdicado de mi
pasión por el instrumento gráfico de mis anhelos, y ahora escribo con los dedos
recorriendo torpemente el teclado de mi ordenador.
Me he convertido en
un teclista aplicado, de dos dedos por mano, pero de suficiente rapidez para
mis propósitos, y además no me preocupan los errores o incluso las malas
redacciones, pues este invento te permite recorrer lo escrito y readaptarlo o
corregirlo sin tener que repetir lo anterior o lo posterior, lo cual no deja de
ser bastante cómodo.
Durante tiempo conservé el hábito de llevar una de mis
plumas conmigo.
Sin embargo, en poco tiempo comprobé lo inútil del empeño,
pues cualquier firma en un resguardo de una tarjeta de crédito, en un
formulario del banco, en un impreso de la administración, con sus duplicados “autocopiativos”
o su papel reciclado, hacían inútil el instrumento en cuestión, y siempre tenía
que pedir prestado un insulso bolígrafo, ese invento del húngaro Ladislao Biró,
que en Argentina y en su honor siguen llamando “la biróme”,
mucho más útil para tales menesteres.
No obstante, en mi despacho sigo teniendo, siempre, un
paquete de papel de alto gramaje similar al antiguo de “el galgo” ─ no el reciclado
que todos usamos con las impresoras de nuestros equipos informáticos─ y una o
dos plumas limpias y cargadas, dispuestas a que las deje secas a fuerza de
inspiración.
Pero incluso esta costumbre, que me niego a retirar al
estante de los recuerdos, es ya de utilidad alguna, pues en cuanto llevo tres o
cuatro folios escritos con alguna de mis plumas se me empiezan a entumecer los
dedos de la mano, desacostumbrados al ejercicio de la escritura manual, y acabo
dejándolo por imposible y retornando al sufrido teclado, que por unos instantes
recibe mi ira contenida en forma de golpes, golpecitos, desacompasados.
Las
horas pasan siempre más deprisa de lo que desearíamos. Las horas, los
días, las semanas, los meses…
La vida, en fin,
se escapa inexorable en cada bocanada de aire respirado, en cada latido de
sangre bombeada…
Menos mal que el tiempo
pasado no se acumula en ningún sitio. Sería terrible llevar encima el saco de
los tiempos agotados y verlo crecer cada minuto; contemplar la montaña del
tiempo pasado y no ver, siempre incógnita, el tiempo que aún nos quede por
llegar, pues el minuto presente nos pertenece, pero el siguiente es ya de Dios,
y solo Él sabe si nos dejará vivirlo.
Quedan del pasado
solo los recuerdos, como señales indelebles del tiempo agotado, pese a que los
recuerdos también envejecen y se borran al igual que las esperanzas, y no damos
mayor importancia al tiempo venidero, que inevitablemente pondrá a cada uno en
su sitio.
Algunos como Chateubriand, se
autoconfortan:
“La
incertidumbre a cerca de nuestro porvenir confiere a las cosas su verdadero
valor”
aunque
en ocasiones entra en la más absoluta de las melancolías:
” El tiempo hace justicia por igual a las pretensiones de
todos (ricos o pobres, famosos o ignorados) y todos acaban siendo igual de
ridículos o indiferentes a los ojos de las generaciones que les suceden.”
En relación con el devenir del
tiempo, en definitiva, solo hay una verdad incontrovertible: A medida que vamos
añadiendo tiempo al computo del tiempo vivido, más nos alejamos del momento de
nuestro nacimiento y más nos acercamos al de nuestra muerte.
La vida, sin los
males que la vuelven grave, es una futilidad, y esa extraña mezcla conformada
por la certeza y la incertidumbre de la muerte, es el más grave de los males
que nos amenaza.
No obstante, en un
ingenuo juego de autodefensa, el hombre, en nuestro entorno, suele obviar estas
reflexiones.
La muerte es tema tabú de nuestras
conversaciones, el futuro no es más que expresión de nuestras ambiciones, y el
pasado la constatación de los éxitos, mayores o menores, de la propia vida y
generalmente olvido de nuestros fracasos o de nuestros errores.
Y
desgraciadamente, para el 80 % de los seres humanos la vida no es más que el
esfuerzo cotidiano por la mera supervivencia.
Mientras tanto,
los sociólogos y los filósofos de nuestro tiempo se encuentran perplejos ante la
actitud del “hombre civilizado”, al que solo importa su propio bienestar,
volviendo a las viejas formulas del aforismo romano “Panem et Circus”,
concretado en nuestras sociedades en el binomio “Bienestar Social” – “Ocio”.
Otros conceptos
más elevados (solidaridad, justicia, respeto, etc...) solo son contemplados en
tanto y cuanto su garantía para los demás no sea si no garantía para uno mismo,
sin el más mínimo atisbo de generosidad o desprendimiento.
«Homo
homini lupus est» dice la locución latina de Plauto en sus "Asinarias".
Pero ya, ni tan
siquiera. En nuestra avanzada sociedad occidental el hombre es un
mero elemento más de la colmena, un engranaje de la maquinaria en
funcionamiento, destinado a cumplir con su papel.... siempre que esté bien “engrasado
y entretenido”.
A
los lobos, en esta sociedad, tan solo los queremos en los zoológicos... o en
las cárceles.
Delicioso CD de música melódica correspondiente a bandas
sonoras de películas en las que ha colaborado Carlos Núñez con su gaita.
Posiblemente la pieza más interesante del disco sea la
interpretación con gaita del “Preludio de la suite nº 1 para cello” de Bach.
Cuya copia os adjunto más abajo.
Un disco imprescindible para los amantes de la música
sosegada.
Aunque comprendo que tambien será imprescindible para
apreciarlo que al oyente le guste la música de gaita.
Hay veces que, sentado ante el ordenador, ante el papel en
blanco que queremos garabatear, la inspiración es cicatera con quien trata de
exprimirla.
La inspiración es, a veces, como una amante esquiva y
seductora que deja intuir sus aromas pero no permite el roce con su cuerpo.
Hay que cultivarla, pasear solícitamente de su brazo por
caminos generalmente sombreados, hasta encontrar el retazo de luz que se deje
concretar sobre el papel inmaculado.
En ocasiones ayuda a encontrarla esa placentera actividad de
la lectura, que poéticamente describiera Quevedo en estos versos:
“Retirado en la Paz de estos desiertos
con pocos pero doctos libros juntos
ando en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan, o fecundan mis asuntos
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.”
Y al deseo de concitar esa inspiración debe de ser que
respondan estos circunloquios con los que suelo comenzar mis escritos, pues
solo una vez transitados se produce, en ocasiones,el soplo de ingenio con que me premian las
musas.
Será, al fin y al cabo, que mi imaginación requiere
precalentamiento, como aquellos coches de los años 60 y 70, que antes de
comenzar su andadura precisaban de varios intentos de arranque y varios minutos
de calentamiento de sus motores.
Pues venga... alcanzado el grado óptimo de temperatura de mi “sesamen”,
que dijera un castizo y arrimadas que son ya las musas a mi intelecto, ¡¡vamos
allá!!
Siempre me
han encantado los faros, desde las pequeñas luces autónomas de los acantilados
de nuestras costas cantábricas, hasta los inaccesibles faros de los bajíos
atlánticos, de los que son muestra maravillosa los de la Bretaña, Cornualles y
el estrecho de Calais. Como este de Four que, batido por las olas, os enseño en
una foto lograda no se muy bien donde.
Faro de Four en Bretaña
Recuerdo
la famosa viñeta de Mingote ---a quien siempre he considerado uno de los más
preclaros editorialistas del hoy tan cambiado ABC, aunque sus editoriales no
sean escritos, sino dibujados--- en la que aparecía un faro sobre un peñasco y
una voz que decía:
“No,
el farero no se puede poner al teléfono. Está reunido”
Otra
historia de faros que me parece fascinante es la de la conversación, autentica,
grabada de la frecuencia marítima, Canal 106, en la costa de Finisterre
(GALICIA) entre gallegos y norteamericanos el16 de Octubre de 1997, que es la siguiente:
“GALLEGOS: Les habla D-1742, por favor, desvíen su rumbo quince grados norte para
evitar colisionarnos… Se aproximan directo hacia nosotros, distancia 25 millas náuticas
AMERICANOS:Recomendamos que desvíen ustedes su rumbo quince grados sur para
evitar colisión.
GALLEGOS: Negativo. Repetimos, desvíen
su rumbo quince grados norte para evitar colisión.
AMERICANOS: Al habla el capitán de un navío de los Estados Unidosde América. Insistimos, desvíen ustedes su
rumbo quince grados sur para evitar colisión. GALLEGOS: No lo consideramos factible ni conveniente, les sugerimos
que desvíen ustedes su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos.
AMERICANOS:
Les habla el capitán Richard James Howard, (con tono algo irritado)
almando del portaaviones USS Lincoln,
de la marina de los EE.UU., el segundo navío de guerra más grande de la flota
norteamericana. Nos escoltan dos acorazados, seis destructores, cinco cruceros,
cuatro submarinos y numerosas embarcaciones de apoyo. Nos dirigimos al golfo
Pérsico para preparar maniobras militares ante una eventual ofensiva de Irak.
No les sugiero... Les ordeno que desvíen ustedes su rumbo quince
grados sur!!!
En caso contrario nos veremos obligados a tomar las medidas que sean
necesarias para garantizar la seguridad del buque y de la fuerza de esta
coalición. Uds. Pertenecen a un país aliado y miembro de la OTAN, así que
obedezcan inmediatamente y quítense de nuestro camino!!!
GALLEGOS: Les habla Xosé Manuel Otero Rivas. Somos dos personas. Nos
escoltan nuestro perro, nuestra comida, dos cervezas y un canario que ahora
está durmiendo. Tenemos el apoyo de Cadena Dial de La Coruña y el canal 106 de
emergencia marítima. No nos dirigimos a ningún lado ya que les hablamos desde
tierra firme, estamos en el faro D-1742 de FinisterreFisterra, de la costa de
Galicia, No tenemos ni puta idea en que puesto estamos en el ranking de faros
españoles.
Pueden tomar las medidas que consideren
oportunas y les dé la puta gana para garantizar la seguridad de su buque de
mierda que se va a hacer ciscos contra las rocas, por lo que volvemos a
insistir y le sugerimos que lo mejor, lo mas sano y lo más recomendable es que
desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos...!
AMERICANOS: Bien, recibido, gracias.” Y aunque penseis que es un chiste, no lo es, aquí os dejo la gravación del percance en un vídeo de YouTube
Lo cierto es que los faros han formado parte de la
mística marítima desde tiempos inmemoriales, ya como anuncio de la proximidad
de peligros, ya como señal luminosa de la arribada al destino deseado, ya como
protagonistas de mil historias noveladas.
Pero también
existen faros en nuestra vida cotidiana.
Cuando el ser humano navega en mares desconocidos y
procelosos ---la vida misma lo es--- busca siempre faros que le permitan trazar
adecuadamente sus derrotas sin encallar en los bajíos o arremeter contra las
costas.
Mensajes
externos que le permitan apurar sus ceñidas.
Algunos consideran que esos mensajes han de
transmitirse al general de los mortales si permitir que el individuo abra
fisuras en la doctrina oficial transmitida, de tal modo que todos caminen por
la ruta sociológica deseada y sin derroteros alternativos posibles. Y son
partidarios de faros automatizados, de esos que se controlan informáticamente,
sin intervención humana, desde el pupitre de algún gran centro de control, con
carácter unificado y uniforme.
Por desgracia, esos “grandes centros de control”,
están en manos de los estrategas, gacetilleros y apologetas del poder, todos
ellos instalados en el pesebrismo, que domina en la gran mayoría de los medios
de comunicación, tanto impresos como audiovisuales, y han comulgado, en su
práctica totalidad, en el mismo credo nacionalista, marxista o jacobino, en sus
diferentes combinaciones posibles, y tratan de transmitirnos la idea de que
cualquier crítica o discrepancia con ellos y con el poder, no son sino un
síntoma de fascismo en el critico o disidente.
El objetivo final de todos estos “Morósofos” [1] es que el individuo no se incline hacia opciones nacidas de su
libertad individual, sino que se someta a los designios, aunque sean injustos,
o a los comportamientos de la mayoría: que los maestros no se amparen en el
derecho a la libertad de cátedra para enseñar doctrinas o principios cuando lo
enseñado se aparte de las doctrinas o principios oficialmente aceptados; que la
libertad de prensa se constriña con la denominada “autocensura” siempre en el
deseo de no alterar el humor de quienes ejercen el poder;que la libertad de expresión no admita
manifestaciones “políticamente incorrectas”, considerándose como tales las que
se aparten de los intereses del poder establecido; que la libertad religiosa---aunque curiosamente solo en el caso de
los cristianos--- se encauce en movimientos seculares politizados ajenos a los
dogmas propios de su fe…
En definitiva que la libertad no exista, sino que
tan solo exista la igualdad.
Y así, darán forma a la pretensión de los marxistas
de que la libertad individual se someta a la libertad común.
“El
marxismo parte de la idea de que la libertad es algo indivisible y subsiste por
tanto como tal sólo si es la libertad de todos.
La libertad (según
el marxismo)
está unida a la igualdad : para que haya libertad, hay que establecer ante todo
la igualdad. Lo que significa que para lograr el objetivo de una plena libertad
de todos son necesarias ciertas renuncias a la libertad individual.
La
solidaridad de los que combaten por la libertad común, de todos, precedería,
así, a la realización de la libertad individual.
Unido
a esto está el presupuesto de que la libertad del individuo depende de la
estructura del todo, y de que la lucha por la libertad no debe hacerse como
lucha por los derechos del individuo, sino como lucha por una estructura
distinta del mundo.
La nueva estructura crearía un hombre
nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres totalmente
distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
Sin embargo, en la cuestión de cuál es
el aspecto que debe tener esta estructura y de cuáles son los medios racionales
pasa construirla, al marxismo le ha faltado amplitud de miras y ha fracasado en
su intento.
En efecto, ninguna de las estructuras
pretendidas (por los teóricos del marxismo)
hace efectiva la libertad de todos por amor a la cual se pide renunciar a la
libertad individual.”
Pero los intelectuales son ciegos cuando se
trata de las creaciones de su pensamiento.
Por
este motivo han podido renunciar a todo realismo y seguir luchando por un
sistema cuyas promesas no se pueden cumplir.
De este modo, los teóricos del marxismo
buscaron ayuda refugiándose en la mitología: la nueva estructura crearía un
hombre nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres
totalmente distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
Si la característica moral del marxismo reside
en la exigencia de solidaridad y en la idea de la indivisibilidad de la
libertad, en su anuncio del hombre nuevo se convierte en una mentira que
paraliza también el principio moral.
Verdad parcial es sinónimo de mentira y por
eso fracasa el conjunto: la mentira de la libertad elimina incluso los
elementos de la verdad.
La libertad sin la verdad no es
libertad.”
Tal y como expresa, con su habitual profundidad intelectual,
el Papa Ratzinger en su obra “La Fe como camino”.
Yo por mi parte, visto lo visto, y dado que no estoy
dispuesto a encarrilar mi vida en los rumbos pretendidos por los grandes
centros de control ideológico a la moda,procuraré fijarme en faros que estén gobernados “con alma” por algún farero de los
pocos que nos quedan.
Según las estadísticas oficiales, de los 187 faros
operativos existentes en las costas españolas, tan solo 37 están gobernados “humanamente” por un farero.
Si trasladamos las estadísticas “fareras” al mundo intelectual,
calculo que nos quedarán, al menos, un 25% de intelectuales que no transiten
por los aledaños del poder, de la doctrina “oficial”.
No son muchos, pero a mi me bastan.
Ya lo decía el Papa Wojtyla:
“Somos menos, pero tenemos la verdad de nuestra parte” .
Prefiero ampararme en los fogonazos de luz de sus
actitudes librepensadoras y que sean pocas, pero efectivamente libres, las
señales que me vayan ayudando en mi camino, que verme manipulado, dirigido o
“masificado”, en amor y buena compaña, por las directrices oficialistas del
poder.
Posiblemente con ello no alcance la felicidad, pues
esta no es si no atributo de los dioses, ni el respeto de mis semejantes, que
mayoritariamente estarán instalados en la “corrección política” del momento,
pero al menos me mantendré en la libertad, y podré acostarme cada noche
sabiendo que mis aciertos y mis errores, sobre todo más estos que aquellos,
continuaran siendo míos, frutos de mi libre albedrío.
Que no es poco...
[1] “Morósofo”:Sabio que
desbarra o “sabiotonto”, palabra
inventada por Lucrecio en “De rerum natura” y reintroducida por Moro en Utopía, y por Erasmo de Rótterdam.