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martes, 13 de octubre de 2015

QUEVEDO, GENIO IMPERTINENTE


De todos es conocida la lengua feraz y afilada de Don Francisco de Quevedo y Villegas (1580 – 1645),  del que son famosas muchas de sus obras satíricas, como los poemas “Erase un hombre a una nariz pegado”, “Gracias y desgracias del ojo de culo”, “Poema de un orate en el infierno”, etc…

Sin embargo el Quevedo más jacarandoso y provocador aparece retratado en las anécdotas que se le atribuyen  ─ muchas y no sé si todas ciertas ─  que dieron con sus huesos maltrechos en el destierro o la cárcel en no pocas ocasiones.

La carrera política de Quevedo, cuyo padre ya había disfrutado de un Oficio Real en la Secretaría del Rey, se inicia con su estrecha amistad con el, por entonces, influyente Pedro Téllez-Girón, el Gran Duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y finalmente de vuelta a Madrid, donde se integrará en el entorno del Duque de Lerma, siempre con el propósito de conseguir a su amigo el Duque de Osuna el nombramiento de virrey de Nápoles, lo que este al fin logrará en 1616.

Vuelto a Italia de nuevo con el Duque, éste le encargó dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato en Nápoles, desempeñando otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente como se ha creído hasta hace poco, y obtiene en recompensa el hábito de Santiago en 1618.

Caído el grande Osuna, Quevedo es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza y se le destierra en 1620 a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer.

La llegada al trono de Felipe IV, supuso para Quevedo el levantamiento del castigo de destierro, y su acercamiento a la Corte, de tal modo que Quevedo cercano al valimiento del Conde Duque de Olivares, acompañó al joven Monarca en viajes por Andalucía y Aragón, y le permitió disfrutar del tan ansiado Oficio Real en la Secretaría del Rey, con quien protagonizó algunas de sus más divertidas anécdotas.

LA DISCULPA

La primera de estas anécdotas atribuidas al poeta y político Quevedo, es la referente a la polémica que mantuvo con el Rey Felipe IV, en cuya Secretaría ya mantenía Oficio, a cerca del valor de las disculpas.

El monarca sostenía que cualquier ofensa queda lavada por una disculpa.
El escritor alegaba que una disculpa deshonesta, cínica o mal planteada puede resultar más ofensiva que el hecho por el que se pide perdón.

El rey retó a Quevedo a ofenderlo y encontrar una disculpa que resultase peor que el propio agravio.

Apenas el Rey se dio la vuelta, el poeta le puso las manos en las nalgas, y antes de que el Rey dijese nada, aún no repuesto de la sorpresa, Quevedo le dijo:
“Perdón, señor, pensé que era la reina.”

SU MAJESTAD ES COJA

Otra anécdota, no por conocida menos atrevida, es la que nació en una taberna en la que el poeta se encontraba sacando punta a los cotilleos y habladurías de la corte, que acabaron señalando a la reina Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, que sufría de cierta cojera indisimulable, apostando con sus amigos que él sería capaz de llamar "coja" a la Reina en su propia cara sin que la reina se ofendiese ni él mismo incurriese en grave desacato.

Al parecer, el monto de la apuesta ascendió a "Mil dineros a los que el Marqués de Calatrava, añadiría otros mil si el de Santiago llegaba a tener éxito en su empresa.

Allá fue, pues, nuestro ínclito personaje a cumplir su apuesta:

Llegado el día decidido se presentó Quevedo ante la soberana portando en su diestra una rosa y un clavel en la siniestra.

Ahí estaba toda la corte reunida y ante público tan noble, a modo de testigos, mostró ambas flores a la reina para que admirara su textura y gozara de su aroma y entonces haciendo una reverencia le declaró:

"Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja"

Cuentas además que la Reina, haciendo de tripas corazón, y aguzando su ingenio, contestó al poeta:

“Que soy coja ya lo sé, y la rosa escogeré”

Dejando al poeta desairado aunque ganador de su apuesta.


EL HERRADOR

En otra ocasión se relata que el Rey Felipe IV, a quien divertían, cuando no irritaban, las chanzas de Quevedo, le solicitó que compusiera sobre la marcha unos versos improvisados para los que tenía gran habilidad.

Quevedo, queriendo agradar a su Monarca, le pidió que le indicara sobre que quería los versos, y ello con la expresión:

“Dadme pie Majestad”

A lo que Felipe IV, suponemos que como gracieta, en lugar de darle a alguna idea estiró la pierna hacia él.

Quevedo al parecer se arrodilló, tomo en sus manos el pie del Rey y recito estos versos:
“Adoptando esta postura


Me dais a entender, señor,
Que yo soy el herrador
Y vos la cabalgadura.”



Sutil manera de llamar équido, mula o acémila a su Rey.

AL REY SE LE ABREN TODAS LAS PUERTAS

En otra ocasión en la que Quevedo acompañaba al Rey subiendo las escaleras de Palacio, se le desató el cordón de un zapato, y al agacharse a atárselo, como se le puso el culo en pompa, le dio el rey un manotazo en el culo para que siguiera andando, a lo que el poeta contestó con una sonora flatulencia.

Ante tal afrenta el Rey le dijo irritado

“Hombre, Quevedo….”

A lo que el poeta contestó, aplacando el enojo del Monarca:

“¿Acaso hay alguna puerta a la que llame el rey que no le respondan?».

¡QUE SIGA LA RUEDA!

Para asombrarse es, también, la siguiente hazaña, recogida en el anecdotario popular, que de ser cierta supuso un nivel de desparpajo difícilmente igualable en las monarquías todopoderosas de aquel periodo.

Se dice que estando un día Quevedo en palacio sentado a la mesa real, en compañía de numerosos miembros de la nobleza, ocurrió que en mitad del banquete el poeta volcó accidentalmente su plato sobre su compañero de mesa.

La víctima, viendo sus ropas cubiertas de salsa, no pudo contenerse y propinó un sonoro bofetón en el rostro del poeta, el cual no tuvo más ocurrencia que girarse a su vez y darle un guantazo al comensal del otro lado, que no era otro que el mismo Rey.

Los rostros palidecieron y la sala entera cayó en un silencio sepulcral mientras todos miraban al monarca, tieso como un mástil y con uno de sus mofletes colorado. Pero de forma increíble Quevedo salió al paso con su habitual ingenio, y tras sobreponerse de la sorpresa dijo:

 “¡Que siga la rueda!”

provocando la carcajada general que deshizo la tensión.

NO ESTOY EN TIERRA ESPAÑOLA MAJESTAD

La última anécdota con los Monarcas que voy a relatar es aquella en que por algún tipo de agravio que se desconoce, tal vez alguna impertinencia mal recibida por el Rey, este desterró a Quevedo fuera de España diciéndole:

“Quevedo, me tenéis harto, os destierro; No volváis a pisar tierra española hasta que se os levante la pena”

El poeta se fue a Portugal y allí cargó, con dos testigos, un carro con tierra portuguesa, y volvió a Madrid.

Al llegar a palacio, y sin descender del carro solicitó que el Monarca saliese a una ventana para rogarle el perdón.

El Rey, indignado le soltó una reprimenda diciéndole:

“Pero como os atrevéis Quevedo a presentaros ante mí, cuando tenéis prohibido pisar tierra española”

A lo que el poeta contestó:

“Señor no os parezca mal
Que venga a pedir perdón
Y os lo haga en el balcón.
Y es tierra de Portugal”

Afirmó señalando la tierra que había en el carro

Al parecer la chanza hizo gracia al Rey, que levantó el castigo.

Hay más anécdotas que reflejan el carácter del poeta, ajenas ya a la Corte, entre ellas traigamos estas:

EL MARIDO VENGATIVO

Se cuenta que uno de tantos maridos agraviados por el poeta se presentó en la casa de este con un permiso real firmado, por el cual el rey autorizaba a que ese hombre se cagase en la gran alfombra del salón. El poeta pidió leer el permiso real antes de que le ensuciasen la alfombra y, a continuación le dijo al marido agraviado: “No puedo oponerme a la voluntad del rey, pero ved que aquí no dice nada de orinar. De manera que permitiré que cague pero, si echa un mínimo chorro de orina en mi alfombra, llamaré al alguacil para que lo pongan a buen recaudo mientras solicito del juez una indemnización por su acción”


HASTA POR EL CULO ME CONOCEN

En cierta ocasión estaba Quevedo cagando en una esquina, cuando pasó una madre con su hija, y muy fina la señora, dijo al ver a un señor con el culo al aire “qué vedo”, y Quevedo, sorprendido, dijo:

 “Joder, hasta por el culo me conocen”.


DONDE HAY UNA CRUZ NO SE MEA

Ante la extendida costumbre de la época de Quevedo, de orinar en cualquier esquina, los vecinos solían colocar cruces en esos lugares para evitarlo. En cierta ocasión, y no pudiendo contenerse Quevedo orinó en una de esas esquinas señaladas con una cruz, a lo que un vecino le recriminó

“Donde se pone una cruz no se mea”

A lo que el poeta contestó

“Donde se mea no se pone una cruz”

Pero este carácter irritante, por impertinente, prodigó a Quevedo venganzas, castigos y enemigos, y así, en  1639, con motivo de un memorial aparecido bajo la servilleta del Rey “Sacra, católica, real Majestad...”, donde se denuncia la política del Conde-Duque, se le detuvo como presunto autor de la misiva, se confiscaron sus libros y fue llevado al frío Convento de San Marcos de León, donde estuvo encarcelado cuatro años, hasta la caída del valido Olivares y su retirada a su Palacio de Loeches en 1643.

Ya en ese año de 1643, achacoso y muy enfermo, Quevedo recobra la libertad, pero renuncia a su Servicio en la Corte, para retirarse definitivamente en la Torre de Juan Abad, y en sus cercanías, y tras escribir en su última carta que «hay cosas que sólo son un nombre y una figura», fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645.

Acabaron así sus 65 años de genialidad impertinente. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

FALSTAFF Y BRUMMEL, BUFONES Y DANDYS





















Hay dos personajes apasionantes por su histrionismo, en la realidad y en la literatura inglesas por los que siento una especial simpatía y lástima; Se trata de John Falstaff y George “Le Beau” Brummel.

Ambos fueron íntimos amigos de los Príncipes de Gales Enrique V “Hal” y Jorge IV “Prinny”, sus compañeros de francachelas, juergas y borracheras; y ambos fueron repudiados por ellos ya desde el trono por mor de sus obligaciones como monarcas, que no podían ser pasto de murmuraciones ni por los excesos de confianza de sus compañeros de correrías, ni por el efecto de desprestigio que pudieran suponerles estas malas compañías.

Falstaff es protagonista junto con el Principe Hal de toda clase de fechorías y desmanes a lo largo de la obra “Enrique IV”, pero al final de su segunda parte, tras la muerte de su padre y heredada la Corona por “Hal”, cuando Falstaff prevé que se iniciarán sus momentos de ventura, es repudiado sin miramientos por el Rey.

Así lo relata Shakespeare en la escena V y última de ·Enrique IV

FALSTAFF
FALSTAFF
REY
JUSTICIA
FALSTAFF
REY
Sale el REY [con su séquito].
LANCASTER
Su gran amigo, protector y catapulta a la posición alcanzada por Brummel, desse que coincidieran en el internado de Etoan, fue el Rey Jorge IV, conocido en su juventud como Prinny, que también era un dandy.
Asumió el trono después de ser el Regente durante varios años, tras ser declarado su padre, el rey, legalmente incapaz. Vano y egocéntrico, mandó a construir un salón de banquetes en Brighton (Royal Pavilion), que con su delirante decoración oriental competía con cualquiera en el mundo. Jorge IV servía comidas pantagruélicas de hasta más de cien platos: comía hasta hartarse y, ahíto, se hacía sangrar por sus médicos «para evitar la congestión».
El rey era obeso, caprichoso, dilapidador, adicto a dar bailes y cenas, mujeriego compulsivo, hiperbólico en su tendencia a autoadornarse; aparecía en sus fiestas polveado y con el pelo rizado. Vestía de satén rosa, con la chaqueta adornada de abalorios y con el sombrero saturado de lentejuelas. Brummell trató de ordenar esa exuberancia. Se hicieron amigos íntimos. El príncipe lo colocó, en pago, en la mejor sociedad londinense. Soportó todas las insolencias de Brummell, e incluso las aplaudió; al fin, como era de esperarse, pelearon. Seguramente en estas condiciones, altamente etilizado queremos decir, le espetaría Brummell a su benefactor, el Príncipe de Gales la opinión que le merecía su generoso cuerpo: !Gordo¡, le llamó y lo hizo de tal manera que todo el mundo pudiera escucharlo. Por lo visto el Príncipe le había estado evitando toda la velada, ninguneándolo con unos y con otros, y esto, para el ego hipertrofiado de Brummell, era insoportable.
     Fue el principio del fin, aunque el ocaso de aquella….digamos burbuja, se había venido gestionando desde hacia tiempo. Las 30000 libras que había heredado de su padre, un suma considerable, se habían ido esfumando, por ejemplo, en aquellos guantes que  exigian el concurso de 4 artesanos, uno de ellos se encargaba exclusivamente de elaborar la pieza que cubriría el dedo pulgar.
    Al final, la fortuna de Brummell no fue capaz de soportar tan desenfrenado tren de vida. Con treinta y ocho años perdió tanto su fortuna como el favor del rey. Los acreedores comenzaron a acosar su casa.
En 1816, con treinta y ocho años y para evitar la prisión por deudas, pues debía miles de libras, huyó a Calais (Francia
Fue nombrado cónsul en Caen gracias a la influencia de Lord Alvanley, segundo barón Alvanley y del marqués de Worcester, ya en el reinado de Guillermo IV. Lo le proporcionó una pequeña renta anual. Este nombramiento duró dos años antes de que Brummell recomendara que el Foreign Office aboliera el consulado en Caen, con la esperanza de ser trasladado a una posición con más beneficio en otro lugar. El consulado fue abolido, pero no le dieron ningún otro cargo.
Rápidamente Brummell se quedó sin dinero y acabó en la prisión por deudas, donde lo llevaron sus acreedores de Calais. Sólo la caritativa intervención de sus amigos en Inglaterra le proporcionó cierto alivio. Dejó de vestirse, bañarse y afeitarse. De noche, en el mísero cuarto de la pensión, organizaba simulacros de las grandes cenas que había vivido. Después de dos apoplejías de origen sifilítico, Beau Brummell murió sin dinero, y enloquecido por la sífilis en el asilo de caridad pública del Bon Saveur en Caen en 1840.


domingo, 22 de marzo de 2015

“GUERRA CIVIL DENTRO DE LA GUERRA CIVIL”: LAS LUCHAS INTESTINAS ENTRE REPUBLICANOS


Cuando la izquierda de tinte más revolucionario habla de su “dignidad” y de que se moviliza inspirada en el deseo de “fraternidad” entre los hombres, conviene recordar episodios de su propia historia que demuestran que, ese canto a la fraternidad, es una pura falacia.

Hay numerosos historiadores que ponen su acento en las luchas intestinas que descompusieron el frente popular y la resistencia de los republicanos durante nuestra Guerra Civil (1934-1939), como una de las diversas causa que contribuyeron a la victoria del llamado bando nacional.

Según estos historiadores, la situación ventajosa de partida del Gobierno de la República frente al bando insurrecto era evidente, pues contaban con la mayoría de los barcos de la marina y prácticamente el control de la aviación; además de casi la mitad del ejército. Mientras que la mayoría de los arsenales militares habían sido asaltados por los sindicatos y partidos de izquierdas.

Sin embargo esta aparente superioridad de partida se vio pronto dilapidada como consecuencia de los sangrientos enfrentamientos armados que se produjeron entre las facciones del frente popular, mientras que se mantenía una unidad inquebrantable en las llamadas fuerzas nacionales.

Uno de los episodios más conocidos, dentro de esos enfrentamientos internos entre facciones de la izquierda, aunque rodeado de las sombras de la ocultación, la mentira y la desaparición de sus restos, fue el asesinato de Andreu Nin por el agente soviético stalinista General Orlov.
 
Andreu Nin
De orígenes muy modestos —era hijo de un zapatero y una campesina—, Andreu Nin (Vendrell, Tarragona, 4 de febrero de 1892 - Alcalá de Henares, Madrid, 22 de junio de 1937) consiguió llegar a ser maestro y trasladarse a Barcelona, poco antes de la Primera Guerra Mundial. Aunque fue maestro durante un tiempo, en una escuela laica y libertaria, y pronto se dedicó al periodismo y a la política.

Vivió durante un tiempo en Moscú, y a partir de 1926, perteneció a la Oposición de Izquierda dirigida por Trotsky para oponerse al ascenso de Stalin dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, teniendo que abandonar la URSS en 1930.

Stalin, Lenin y Trotsky

A su vuelta a España, Nin fue clave en la formación de un grupo de orientación trotskista (bolchevique-leninista), la Izquierda Comunista de España (mayo de 1931), grupo afiliado a la Oposición de Izquierda Internacional, publicando también el periódico El Soviet.

Al fusionarse su grupo con el Bloque Obrero y Campesino para fundar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en 1935, fue nombrado miembro del comité ejecutivo del nuevo partido y director de su publicación, La Nueva Era.

Al estallar la Guerra Civil Española se convirtió en el máximo dirigente del POUM y tras formar parte del Consell d'Economia de Catalunya (entre agosto y septiembre de 1936) fue consejero de justicia de la recién constituida Generalidad (hasta diciembre de ese año) hasta que fue cesado debido a las presiones comunistas.

Finalmente, a medida que las tensiones antitrotskistas se hicieron más evidentes, azuzadas por el Partido Comunista de España y el Partido Socialista Unificado de Cataluña (rama catalana del partido comunista), y tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, fue detenido por la policía política soviética a las órdenes de Stalin, que actuaba clandestinamente en la zona republicana con la connivencia de los mandos comunistas en la policía y el gobierno (junio de 1937). Trasladado a Valencia y luego a Madrid, fue finalmente torturado y asesinado por orden del general Orlov, que actuaba en nombre de Stalin, según documentos de la GPU dados a conocer por Mª Dolors Genoves y Llibert Ferri en su película documental "Operació Nikolai", en Alcalá de Henares el 20 de junio de 1937. La versión oficial que se dio fue que Nin fue liberado de la checa por "sus amigos de la Gestapo". Así lo sostuvo Juan Negrín, jefe del Gobierno de la República.[1]

Sin embargo el episodio del asesinato de Nin ha ocultado a la opinión pública lo que en realidad era un marasmo de luchas intestinas entre las distintas facciones izquierdistas aglutinadas en un heterogéneo Frete Popular.

La pugna desatada entre Josep Stalin y León Trostski a la muerte de Lenin, a que hago referencia en mi POST TROTSKY UN COMUNISTA ANTI STALINISTA, desató una cruenta lucha internacional, uno de cuyos focos fue España.
  
Entre las fuerzas frentepopulistas se formaron dos grupos. Una facción reunió a anarquistas de la CNT y de la Federación Anarquista Ibérica [FAI], y al POUM, que veían prioritario desarrollar la revolución para vencer.

La otra aglutinó al PSUC, la Unión General de Trabajadores [UGT], Esquerra Republicana de Catalunya [ERC] y otras fuerzas menores con una prioridad opuesta: efectuar la revolución tras derrotar a los rebeldes. Para lograrlo proponían medidas como sustraer el control de las industrias de sindicatos y partidos, crear un ejército regular y un único cuerpo de seguridad interior. La liza acabó con la victoria de los últimos y centenares de muertes. La CNT entró en declive y el POUM fue estigmatizado como fascista.

Este episodio –definido como “una guerra civil en la Guerra Civil”- influyó en la remodelación del gobierno catalán y del republicano (el presidente Francisco Largo Caballero fue substituido por Juan Negrín) y desde entonces ha merecido lecturas opuestas: la de la victoria del “orden revolucionario” o la del triunfo de “la contrarrevolución”.

Hay así quien compara la desaparición de Nin con los casos de los alemanes Kart Liebknecht y Rosa Luxemburg y con el del italiano Giaccomo Matteotti. Era evidente ya que Nin había corrido la misma suerte que otros revolucionarios europeos no estalinistas. [2]

Lo cierto, pues, es que en el Frente Popular existió una guerra civil, que se desarrolló en paralelo a la guerra civil desatada entre nacionales y republicanos.
No se trató de meras rivalidades más o menos violentas que originasen algunas decenas de muertos; no, se trató de una confrontación en toda regla que provocó miles de muertos: rojo contra rojo, antifascista contra antifascista.
Es la zona oscura y más silenciada de la Guerra Civil, de la que nadie quiere hablar y poco se puede conocer. Es una de las investigaciones que están por hacer, uno de los trabajos más complicados e incompletos que puedan elaborarse sobre la Guerra Civil española. Esto es tan sólo el adelanto de un pequeñísimo esbozo.
Hay multitud de ejemplos registrados de tales luchas, de los que solo citaremos algunos.
Se produce un enfrentamiento sindical el 10 de junio de 1936, con motivo de la huelga de secaderos de las  pesquerías de Málaga, y, como consecuencia del mismo, los sindicalistas de la CNT asesinan al concejal comunista Andrés Rodríguez González. Responden los de la UGT abatiendo de seis balazos a Miguel Ortíz Acevedo dirigente de la CNT. Al día siguiente es asesinado el socialista Antonio Román Reina.
Finalizan los enfrentamientos con una batalla campal en el puerto, en la que muere de catorce balazos, el obrero Carlos Santiago Robles afiliado a la CNT. Como consecuencia de esos enfrentamientos resultó muerta por una bala perdida, la niña de once años María Manzanares de la Cruz.
En los primeros días de agosto de 1936 en el frente de Buitrago, es fusilado por comunistas el socialista teniente coronel Cuervo. El joven poeta John Cornford, bisnieto de Darwin, dirigente comunista del movimiento estudiantil en Inglaterra y enrolado primero en el POUM y después en las Brigadas Internacionales, es asesinado por sus mismos compañeros a finales de diciembre de 1936 en el frente de Córdoba, según confesó su madre Frances Cornford al historiador Hugh Thomas.
El 6 de septiembre de 1936, es asesinado por venganzas y rivalidades el delegado de Abastos, Manuel López, de la CNT-FAI. Buenaventura Durruti líder anarquista, es herido de muerte el 19 de noviembre de 1936 en el frente de la Ciudad Universitaria de Madrid, de un disparo a corta distancia y por la espalda.
En Molins de Llobregat, el 25 de abril de 1937 es asesinado Roldán Cortada dirigente del PSUC. Al día siguiente en Puigcerdá, son abatidos el anarquista Antonio Martín y dos de sus compañeros. Antonio Sesé Artaso, secretario de la UGT catalana, dirigente del PSUC y consejero de la Generalidad, el 6 de mayo de 1937 es herido de muerte de un disparo realizado desde una barricada ocupada por militantes del PSUC.
Hasta aquí las víctimas con nombres y apellidos, ahora sólo cifras, víctimas anónimas, desconocidas.
No existen cifras exactas ni aproximativas de las numerosas ejecuciones sufridas por los modestos  campesinos, artesanos y comerciantes, la mayoría partidarios del Frente Popular, asesinatos llevados a  cabo por la CNT-FAI y otros grupos sindicales, al imponer e implantar por la fuerza de las armas las colectividades agrícolas, siguiendo la técnica de los “pogrom” soviéticos en Ucrania.
Dentro del comunista Quinto Regimiento se creó la Compañía de Acero y una de sus consignas era: “Si un camarada avanza o retrocede sin órdenes, tengo derecho a disparar sobre él”.

 En julio de 1936, en Barcelona miembros de la CNT asesinan a más de 80 trabajadores del transporte de la UGT. Cerca de Barbastro a finales del verano de 1936, fueron asesinados por anarquistas 25 afiliados de la UGT.
Las ejecuciones de izquierdistas realizadas por las anarquistas y autónomas Columnas de Hierro y Columna del Rosal, sus enfrentamientos con otras fuerzas del Frente Popular; como por ejemplo, el choque de noviembre de 1936 en Valencia, cuando la Columna de Hierro sembró el terror en la capital y su posterior enfrentamiento con la Guardia Popular Antifascista, policía comunista-socialista, con un saldo de 148 muertos. Los 30 milicianos fusilados por orden del general José Asensio en el frente de Tagus.
En Villanueva, pueblo de la provincia de Toledo, por orden del alcalde comunista fueron asesinados 16 militantes de la CNT.
Los sucesos del mayo catalán de 1937, con un mínimo de 277 muertos, como los 36 anarquistas asesinados  por el PSUC en Tarragona, o los 12 cadáveres de los jóvenes anarquistas abandonados en el cementerio de  Sardañola, “horriblemente mutilados, con los ojos fuera y las lenguas cortadas”, según denunció la ex  ministra y dirigente anarquista Federica Montseny Mañé.
Al conocerse los sucesos de Barcelona, el 4 de mayo de 1937 fuerzas anarquistas abandonan sus posiciones en el frente de Aragón y se dirigen a la Ciudad Condal a defender a sus compañeros. A su paso por Binéfar, Barbastro, El Grado, Albalate de Cinca, Peralta de Alcolea, Valderrobles, Mora de Rubielos y otras poblaciones, se producen enfrentamientos y ejecuciones. Después del mayo catalán vendrían las represiones, primero contra el POUM, hasta casi su total exterminio.
Al mismo tiempo, en todo el territorio del Frente Popular, los comunistas desataban una campaña contra  las colectividades anarquistas. Enrique Líster, comandante comunista de la XI División, fue el responsable de un gran número de asesinatos de campesinos castellanos, como los 60 fusilados en el pueblo toledano de Mora, ejecuciones que jamás negó ni se arrepintió; pero tanto en número como en crueldad fue superado por su camarada comunista Valentín González, “el Campesino”.
Según testimonios, sólo en la zona central castellana fueron eliminados cientos de campesinos y artesanos colectivistas. Finalizada la represión de las colectividades agrarias anarquistas le tocó el turno al Consejo de Aragón.
Desde octubre de 1936 los anarquistas eran dueños de Aragón, y según los comunistas la región estaba dominada por el pillaje, el desorden y el crimen.
El 5 de agosto de 1937, el socialista Indalencio Prieto llamó a su Ministerio de Defensa a Enrique Líster para darle la orden, pero no por escrito, de actuar sin contemplaciones ni trámites burocráticos y acabar  con el Consejo de Aragón. Enrique Líster, que además de asesino contaba con una de las mejores y más eficaces unidades armadas del Frente Popular, cumplió con creces la orden.
A finales de agosto, cuando ya casi estaba dominado el territorio aragonés, fue nombrado el militante de Izquierda Republicana, José Ignacio Mantecón gobernador general de Aragón, y con las dos compañías de Guardia de Asalto que le acompañaron más la División de Líster, se dio por finalizada la misión llevada a cabo “con extremada violencia”.
De las numerosas ejecuciones del comunista Enrique Líster ─de algunas de ellas alardeó ufano hasta el último día de su vida─, se sabe que durante la ofensiva de Brunete en julio de 1937, ordenó fusilar a un comisario de división y a un comandante de brigada regular, ambos anarquistas. En cuanto al elevado número de ejecuciones dentro de las Brigadas Internacionales, en Brunete y en la noche anterior a las ejecuciones ordenadas por Líster, fueron fusilados 18 brigadistas.
Se tiene certeza de la existencia de prisiones reservadas para los brigadistas, como la del barrio de Horta en Barcelona, con una población reclusa de 625 brigadistas en el año 1937. También existían otras prisiones, en Castellón, en Albacete.
 Uno de los jefes carceleros, el croata Emil Copic, hermano del coronel Vladimir Copic, con motivo de la llegada de una nueva remesa de brigadistas a la prisión de Castelldefels mandó fusilar a 60. En otra ocasión, cincuenta prisioneros lograron evadirse de la prisión de Horta, por lo que se ordenó como escarmiento y disciplina la ejecución de 50 presos.
El ex brigadista Roger Codou conoció y consultó 2.000 expedientes de brigadistas cuyos familiares reclamaban saber sobre su destino, pudiendo comprobar que no pocas fichas provenientes de la prisión de Castelldefels indicaban que habían muerto por ahogamiento o por accidente. El dirigente de la Internacional Comunista y uno de los organizadores de las Brigadas Inter nacionales, el  francés André Marty, conocido entre sus camaradas como “el Carnicero de Albacete”, informaba en noviembre de 1937 ante el Comité Central del Partido Comunista Francés, que las ejecuciones ordenadas  por él no sobrepasaban las 500.
A 31 de marzo de 1938, el total de los incorporados a las Brigadas Internacionales eran 31.369, de ellos, 5.740 figuraban en un apartado denominado “diferencia”, que incluía a los desertores y a los ejecutados aunque no a todos, porque se dieron casos de ejecutados que después eran computados como muertos en combate. El 20 de enero de 1938 fueron fusilados en el pueblo turolense de Rubielos de Mora, 46 milicianos acusados de insubordinación.
Del 5 al 13 de marzo de 1939 tuvo lugar en Madrid la última batalla de la Guerra Civil. Se enfrentaron fuerzas prosoviéticas contra fuerzas anarquistas de Cipriano Mera Sanz y del militar profesional y republicano Segismundo Casado López. Tampoco se conoce el número exacto de muertos, y las cifras que dan van desde los más de 200 hasta los 20.000. La única certeza, es que el coronel o general Casado ordenó fusilar a los comunistas, coronel Luis Barceló Jover y al comisario José Conesa, y que anteriormente fuerzas de Barceló habían ejecutado a los ayudantes de Casado, los coroneles José Pérez Gazzolo, Arnoldo Fernández Urbano, Joaquín Otero Ferrer y al comisario Ángel Peinado Leal.” [3]
Otra muerte rodeada de extrañas circunstancias fue la del Anarquista Buenaventura Durruti, líder anarquista, en la batalla de Madrid, Efectivamente, aproximadamente a la una de la tarde del 19 de noviembre de 1936 (en plena Batalla de la Ciudad Univesitaria de Madrid), en la calle Isaac Peral, menos de dos horas después de haber sido entrevistado en la calle en Madrid para el noticiario filmado del PCUS, Durruti fue herido en el pecho por una bala de extraña procedencia; en grave estado, fue llevado al Hotel Ritz, sede del hospital de sangre de las milicias catalanas, donde muere al día siguiente a las cuatro de la mañana. La autopsia reveló que el deceso de Durruti se debió a los destrozos causados por una bala calibre nueve largo, la cual penetró el tórax y lesionó importantes vísceras. Su cuerpo fue entregado a los servicios especializados del Municipio de Madrid para ser sometido a un proceso de embalsamamiento, ya que sería trasladado y enterrado en Barcelona.
 La muerte de Durruti ocurrió en oscuras circunstancias que han propiciado la aparición de diversas hipótesis para su explicación. Según la CNT, escuetamente fue una «bala fascista». Las emisoras de radio de la zona nacional les atribuyeron el hecho a los comunistas, quienes a su vez aseguraron que el atentado había sido ocasionado por trotskistas o hasta por los mismos anarquistas, debido al enfrentamiento de Durruti con su propia dirección.
Aciertan pues los historiadores que consideran que las pugnas, o purgas internas, en las filas del frente popular o bando republicano, diezmaron su capacidad combativa, favoreciendo de modo directo el triunfo del Bando nacional.
Esperemos no tener que vivir nuevamente episodios similares en nuestra historia.