La crisis económica, que lo llena todo, nos está cubriendo como un velo tupido e intencionadamente tendido sobre la sociedad, como un inmenso “burka”, que nos oculta la realidad, moralmente descompuesta, languideciente, sociológica y éticamente, así como los múltiples problemas que se digieren sin una conciencia clara de lo que estamos tragando.
Hoy debo confesaros, en esta reflexión heteróclita, que los propalestinos no dejan de sorprenderme.
¿A cuento de que viene eso de la “flotilla de la libertad” como denominación para un conjunto de barcos que tratan de penetrar, ilegalmente, en la franja de Gaza sin control alguno sobre la carga de los mismos?
¿Cree alguien por muy antisistema y propalestino que sea que un Estado como Israel, en permanente lucha por su supervivencia, iba a permitir la entrada incontrolada de una flotilla de barcos propagandísticamente fletados por hamás sin control alguno?
La izquierda, despistada desde la caída del imperio Comunista Soviético no gana para despropósitos y se olvida que serían incapaces de sobrevivir, en su esencia, en cualquier país musulmán.
Muchos de los líderes de este pro palestinismo, “Cerolo” y compañía por ejemplo, serían lapidados, ahorcados o decapitados, según el país islámico en que se encontrasen, por practicar lo que el Islám considera una conducta sexual desordenada y físicamente punible como es la homosexualidad, pero además lo sería también la apostasía y la libertad de pensamiento, ¿o es que en alguno de estos países tan democráticamente propalestinos como Iran, por ejemplo, creen que podrían manifestar su “pensamiento libre” sin ser brutalmente perseguidos?.
Es lamentable que ciudadanos españoles, aunque sean unos descerebrados minoritarios y extremistas, caigan en ese juego antiisraelí.
¿Acaso los “propalestinos” no se declaran “libertarios y pacifistas”?
Pues no son ni lo uno ni lo otro; al menos si consideramos que están de acuerdo con los líderes palestinos a los que defienden y que, por lo general, suelen decir estas lindezas que os transcribo.
Munir Maqdah, responsable en Líbano del partido mayoritario palestino Fatah, tras promover la entrada por la fuerza de los movimientos “propalestinos” en Israel, violentando sus fronteras, acaba de declarar que
"La causa palestina necesita muchos más esfuerzos y más sangre"
Eso implica que “nuestros propalestinos” lo que nos proponen es que defendamos la causa palestina y a sus líderes, ergo… “más esfuerzos y más sangre”.
Tampoco le viene a la zaga el Presidente Iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ha arengado a sus masas diciéndoles:
"Miles de flotillas similares en todo el mundo navegarán con luchadores por la libertad para acabar con el régimen sionista y traer la paz y la libertad a toda la humanidad"
Finalmente Alí Shirazí, asesor del ayatolá supremo Alí Jameneí. Manifestó hace unos días que
"Si el líder supremo lo ordena, la fuerza naval de la Guardia Revolucionaria hará lo que esté en su mano para garantizar la seguridad de los barcos. Es deber de Irán defender al inocente pueblo de Palestina. La fuerza naval de la Guardia Revolucionaria está totalmente preparada para utilizar su capacidad en la escolta de las flotillas libertarias y pacíficas que se dirijan a Gaza.”
Vayamos por partes:
La “flotilla de la Libertad” se ha publicitado como defensora de los derechos humanos de los palestinos, presuntamente pisoteados por Israel.
Sin embargo ninguno de estos tan libertarios propalestinos que atacan, hasta físicamente, a unos empresarios israelíes que iban a dar una conferencia sobre energías renovables en la Universidad Autónoma de Madrid, quiere enterarse de que el concepto de “derechos Humanos” en los países musulmanes difiere mucho de su concepción occidental.
En el año 1990 la 19ª Conferencia Islámica, formada por 45 países musulmanes, promulgó la “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, como respuesta a la declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948.
En esta “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, se establecen principios que son esclarecedores en relación con la filosofía de fondo que subyace en el Islam y en su relación con el resto del mundo.
Así, en primer lugar, su artículo 10º nos dice:
“El Islam es la religión indiscutible”
Y como corolario de ello el artículo 22 de la misma declaración añade:
“a) Todo ser humano tiene derecho a la libertad de expresión, siempre y cuando no contradiga los principios de la Sharía.
b) Todo ser humano tiene derecho a prescribir el bien, y a imponer lo correcto y prohibir lo censurable, tal y como dispone la Sharía Islámica.
c) La información es una necesidad vital de la sociedad. Se prohíbe hacer un uso tendencioso de ella o manipularla, o que ésta se oponga a los valores sagrados [del Islam] o a la dignidad de los Profetas. Tampoco podrá practicarse nada cuyo objeto sea la trasgresión de los valores, la disolución de las costumbres, la corrupción, el mal o la convulsión de la fe.
Recordemos que la Sharía es la ley islámica, contenida en el Corán y en la tradición de los “hazid” —hechos o dichos del Profeta ratificados en su autenticidad por los Ulemas— y que en palabras de Jomeini:
«El gobierno islámico está sometido a la ley del Islam, que no emana ni del pueblo ni de sus representantes, sino directamente de Dios y su voluntad divina. La ley coránica, que no es otra que la ley divina, constituye la entidad de todo gobierno islámico y reina enteramente sobre todas las personas que están bajo ella.»
La consecuencia fundamental de esos preceptos es que la libertad de expresión queda sometida a la Ley Coránica. Y puesto que “El Islam es la religión indiscutible”, cualquier defensa de otra fe, o de cualquier idea ajena a las enseñanzas de “El Profeta”, no puede quedar amparada por el derecho a la libertad de expresión.
Por otra parte, profundizando en la misma idea, el apartado c del artículo 22 de esta declaración prohíbe expresamente que la información pueda oponerse a los valores sagrados [del Islam] o a la dignidad de los Profetas.
Según Pedro Buendía en su comentario a la declaración de Derechos Humanos en el Islam, publicada en la página Web del Grupo de Estudios Estratégicos, (www.gees.org):
“La parte más grave de la Declaración es aquella que afirma "Todo ser humano tiene derecho a prescribir el bien, y a imponer lo correcto y prohibir lo censurable". Bajo esta filantrópica expresión alcoránica (al-amr bi-lma'ruf wa-n-nahi 'ani-l-munkar, 3:104), la Declaración oculta un concepto islámico de la moral pública que, en el plano práctico, equivaldría a autorizar a todo el mundo a fiscalizar la vida de su vecino y, en última instancia, a emprender particularmente la acción política represiva. "Imponer lo correcto y prohibir lo censurable" es, en efecto, una parte esencial del programa político del yihadismo internacional, y desde luego es una conducta que han aplicado los regímenes musulmanes más represivos, como el sudanés, el talibán, el iraní o el de Arabia Saudí, donde incluso hay departamentos de policía moral con ese nombre "Al-amr bi-l-ma'ruf wa-n-nahi 'ani-l-munkar".
Pues bien, si consideramos estos principios, que aparecen en el mundo islámico como esencia de la filosofía que debe presidir la vida de todo “buen musulmán” y su relación con los no creyentes, difícilmente podrá nunca llegar a concretarse un entendimiento razonable entre Occidente y el Islam.
Pero es que, además, y aunque la cita del “Libro” me ponga en el punto de mira de los integristas, lo que no me va a arredrar para ejercer mis derechos de occidental a la libertad de pensamiento y de expresión, es el propio Corán el que insta a la violencia contra los cristianos y lo hace, esencialmente en varios versículos de la Sura “Al taueba” (El arrepentimiento), o Sura 9ª, entre los que podemos citar los siguientes:
“9,5 Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!”
“9,38 ¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Alá!» permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vidad de acá comparado con la otra, sino bien poco...?”
“9,39. Si no vais a la guerra, os infligirá un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituya, sin que podáis causarle ningún daño. Alá es omnipotente.”
“9,41. ¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Alá con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais...”
No faltan estudiosos, incluso sabios ulemas, que interpretan el concepto coránico de “yihad” no como “guerra” sino como “lucha espiritual” que se impone al musulmán frente a la mentira y la descreencia, lucha que ha de estar encaminada a lograr el bien y la sintonía con las enseñanzas de Alá, conocidas por boca del Profeta.
Por desgracia estas posiciones moderadas no ocupan el sentir de la mayoría en el mundo Islámico, en el que las posiciones fundamentalistas siguen ganando adeptos desde Marruecos hasta Filipinas, en todo el Orbe Musulmán.
Por otra parte, mucho se ha hablado de la cercanía del Islam a las otras religiones del “Libro”, Judaísmo y Cristianismo y la deslegitimación de la “yihad” emprendida contra Occidente, ya que aquella solo sería legítima frente a politeístas y animistas, pero nunca contra los miembros de las religiones monoteístas.
A tal efecto se cita el versículo 62 de la “Sura Al Bacara”, del Corán, que dice:
“Los creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes creen en Alá y en el último Día y obran bien. ésos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes.”
Sin embargo, la opinión más extendida entre los fundamentalistas, por desgracia mayoritarios, es que el Corán ha de interpretarse en el sentido de que los “asociadores”, a los que reiteradamente se refiere, son todos los politeistas, y que los cristianos, en cuanto que defienden el Dogma de la Santísima Trinidad, declaran la divinidad de Jesús y elevan a sus santos a los altares, han de ser considerados politeistas y por tanto “asociadores”, ya que tales creencias son contrarias al principio esencial del Corán de que “Dios es Uno”.
En tal sentido se citan varios versículos de la ya citada Sura “Al taueba” (El arrepentimiento), concretamente:
“9,30. Los cristianos dicen: «El Ungido —Jesús— es el hijo de Alá». Eso es lo que dicen de palabra. Remedan lo que ya antes habían dicho los infieles. ¡Que Alá les maldiga! ¡Cómo pueden ser tan desviados!”
“9,31. Han tomado a sus doctores y a sus monjes, así como al Ungido, hijo de María, como señores, en lugar de tomar a Alá cuando las órdenes que habían recibido no eran sino de servir a un Dios Uno. ¡No hay más dios que Él! ¡Gloria a Él! ¡Está por encima de lo que Le asocian!.”
versículos que se argumentan como demostración de la “desviación” en que han caído los cristianos en la interpretación, errónea según Mahoma, del papel y la realidad de Jesús —tan solo un profeta más— que en modo alguno puede considerarse hijo de Dios ni ponerse en pié de igualdad con “El Profeta”.
Desviación que todo buen musulmán debe combatir conforme a las enseñanzas coránicas transcritas.
Y, ¿a dónde nos lleva esta perspectiva islámica del mundo?
Pues a la conclusión de que no solo no cabe Alianza alguna entre ambos mundos, sino que el Islam, al menos el mayoritario Islam fundamentalista, no está dispuesto a renunciar a su guerra contra Occidente, contra su “inmoralidad”, su “herejía” y su “corrupción”.
Y en ello no cejarán, pese a que zapatero reciba al líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, en Moncloa condenando el ataque israelí a la “flotilla de la Libertad”, prometiéndole plena colaboración para el desbloqueo de Gaza y la creación de una “Comisión Interministerial” Hispano-palestina, no sé muy bien con que finalidad
Y mientras tanto Occidente, debilitado en su esencia, en sus creencias, en sus principios, acobardado desde sus posiciones extremistamente “pacifistas”, adormecido en el reconocimiento de su propia identidad, se empeña en el dialogo, la alianza, el pacto, con quienes no lo desean en absoluto, presa de un nuevo impulso del concepto de “appeasement” .
En esta línea se incardinan las recientes manifestaciones propalestinas y antisionistas.
No quiero concluir estas líneas sin una referencia al problema de la inmigración musulmana que ha crecido exponencialmente en Europa durante las últimas décadas.
La inmigración es un fenómeno complejo, que por si solo requeriría un análisis detenido y profundo; pero en lo que ahora nos concierne no dejo de pensar en las corrientes ideológicas robustecidas últimamente en Europa, en ocasiones peligrosamente cercanas a los postulados del Fascismo, que nos previenen de la instrumentalización “islamista” de la inmigración musulmana a Europa.
No se si será un planteamiento simplista, pero desde el “yihadismo” internacional no parece descabellada la idea de financiar en Europa Mezquitas, centros culturales o instituciones de asistencia cultural y social a los musulmanes —en gran medida procedentes de la monarquía wahabista Saudí, uno de los movimientos más intransigentes del Islam— en vez de que las ingentes cantidades de dinero destinadas a tales fines se inviertan en programas de ayuda al desarrollo de naciones musulmanas esencialmente exportadoras de inmigrantes.
Y esa proliferación de instituciones musulmanas en Europa no parece responder sino a un deseo de reforzar la presencia del Islam en la vida social, política y cultural europea, en un deliberado intento de acabar con el “monopolio” del cristianismo en la sociedad Occidental.
Es más, ¿acaso todo ello no es un síntoma de la existencia de una decisión concertada y oculta, dirigida a la “conquista” de occidente a través de la emigración que se está produciendo desde los países musulmanes y el fortalecimiento social del Islam en nuestra sociedad?. —Una prueba de ello serían las reiteradas campañas en defensa de las peculiaridades sociológicas musulmanas derivadas la aplicación de las normas del Corán, como por ejemplo el uso del chador o velo que año tras año se plantean en Francia o Inglaterra—
No deberíamos olvidar que el Corán mismo impulsaría, desde esa interpretación “yihadista”, la idea que apuntamos, pues no en balde el versículo 20 de la Sura Al taueba, nos dice:
“Quienes crean, emigren y luchen por Alá con su hacienda y sus personas tendrán una categoría más elevada junto a Alá. Ésos serán los que triunfen”.
Ciertamente, si no queremos vernos empapados por el persistente goteo de la intransigencia religiosa y política musulmana, de la dilución de los principios filosóficos del humanismo cristiano, de la desaparición de la esencia de Occidente y de la cada día mayor influencia de lo musulmán en las sociedades occidentales, deberíamos ser capaces de reaccionar frente a la amenaza del islamismo, no solo del radical, activo y terrorista, sino también de ese islamismo sordo, cultural y sociológico, que nos invade poco a poco, y, abandonando las tentaciones del “appeasement”, profundizar en la defensa de los principios y valores que conforman el ser y la conciencia occidental.
Los principios de libertad y tolerancia, el respeto a “los otros” no pueden, nunca, ser coartada para permitir que esos otros cercenen nuestros derechos y nuestra libertad.
Frente a esta consideración fundamental, se nos plantea la cuestión del crecimiento de las comunidades musulmanas en Europa y la cada día mayor influencia, a través de ellas, de lo islámico en nuestras sociedades.
De esta realidad se derivan, necesariamente, algunas cuestiones que voy a abordar en este nuevo escrito.
El 30 de junio de 2006 el “Financial Times” publicó un artículo de Jonh Lloyd en el que su autor formulaba una pregunta clave para tratar de definir las relaciones del Islam y Europa:
¿Puede un musulmán devoto ser leal a un Estado laico?
O dicho con otras palabras:
¿Será posible que los musulmanes europeos puedan separar, de modo expresamente diferenciado, el ámbito de su fe y la piedad con la que la defienden y practican sus ritos, y el ámbito de sus derechos y obligaciones civiles impuestas por la legislación del Estado en el que residen o del que formen parte?
La cuestión es efectivamente crítica, y las consecuencias derivadas de ella, inmensas.
Una de las consecuencias es que al igual que los musulmanes exigen respeto a su fe y libertad para su práctica, deberían corresponder, pues tales son las leyes de las sociedades occidentales, con un pleno respeto hacia las posiciones religiosas o filosóficas de los demás, especialmente de aquellas para las que el Islam exige una mayor beligerancia y falta de respeto.
Y junto a ello, pues nuevamente es consecuencia de los principios inspiradores de las sociedades occidentales modernas, debería exigirse a todo musulmán respeto hacia los musulmanes disidentes o críticos con las interpretaciones mayoritarias del propio Islam, favoreciendo así un necesario proceso de adaptación de la fe islámica a las sociedades desarrolladas occidentales en las que está integrada.
La cuestión que todas estas preguntas plantean es la de si es posible aventurar la emergencia de un Islam moderado capaz seducir a los musulmanes y ofrecer alguna perspectiva de libertad y respeto hacia quienes tienen creencias incompatibles con las del propio Islam, propiciando así la coexistencia del Islam con los no musulmanes.
No faltan expertos que piensan que sería perfectamente posible, ya que afirman que el Corán no avala ninguno de los comportamientos antiéticos (desde el punto de vista occidental) que caracterizan los sistemas legales intransigentemente apoyados en la Sharía ---v.g.: la pena de muerte y otros castigos físicos para delitos como el adulterio o la conversión a otra religión--- y ciertamente no existe la menor razón que nos impida creerlo.
Dado que tampoco los Evangelios incitan a la violencia y ello no fue óbice para que, durante un largo período de nuestra historia, su interpretación sesgada fuera utilizada como coartada para justificar las cruzadas o para quemar herejes, muchos sostienen que es posible una evolución modernizadora de las sociedades musulmanas similar a la modernización de las sociedades cristianas acaecida a partir de la revolución francesa.
Sin embargo es preciso tener en cuenta que esa modernización choca contra la creencia, incontrovertida en las distintas ramas del Islam, de la infalibilidad del Profeta y la inamovilidad de los principios derivados del Corán y la Sunna.
A diferencia de los evangelios cristianos, que constituyen una relación de hechos y dichos de Jesús ---fundamentalmente de sus enseñanzas, pasión, muerte y resurrección, en los que se basan los elementos de su fe--- redactados por sus discípulos los evangelistas, el Corán es, según los propios musulmanes, la revelación de Alá, la palabra de Alá revelada directamente al profeta por el arcángel Gabriel.
Esta diferencia plantea una cuestión fundamental, los cristianos creen que son ciertos los hechos relatados en los evangelios y las enseñanzas del Maestro, pero que no son sino los relatos reproducidos por sus discípulos, los cuatro evangelistas, por lo que, sin negar esa autenticidad, se ha discutido en el seno de la cristiandad la posibilidad de interpretaciones diversas de su contenido, lo que dio lugar históricamente a las llamadas corrientes protestantes, frente a la interpretación “verdadera” de la Iglesia católica, divergencias que contribuyeron positivamente a la evolución sociológico-filosófica de Occidente.
Por el contrario los musulmanes creen que el Corán contiene mandatos dictados por el propio Alá, y por tanto, según la interpretación integrista mayoritaria, tales mandatos son inamovibles y solo son susceptibles de interpretación limitada sobre la base de los dichos del profeta transmitidos, sin ruptura del enlace histórico, de ulema a ulema: las llamadas “hazid”.
En tal sentido, si consideramos que la ley del Islam, no emana ni del pueblo ni de sus representantes, sino directamente de Dios y su voluntad divina. La ley coránica, así, no es otra que la ley divina y todo gobierno islámico y toda Sociedad, están bajo ella.»
Esta consideración elimina toda posibilidad, en las sociedades musulmanas —partidarias mayoritariamente de una interpretación integrista del Corán— de llegar a una efectiva división de los poderes religioso y político, que ha sido una de las constantes de la evolución político-histórica en los países occidentales, y uno de los hitos de la evolución de nuestras sociedades hacia lo que hoy conocemos como sociedades democráticas desarrolladas.
En esta línea son interesantes las conclusiones manifestadas por el candidato a la Presidencia de la Republica Francesa Nicolás Sarkozy en su libro, que ha de publicado la editorial Gota a Gota de la fundación FAES, bajo el título “La República, las religiones, la esperanza”
De este libro se deducen las siguientes conclusiones.
Los Estados deben garantizar el respeto y la promoción del culto de las distintas religiones que se practiquen en sus territorios, pero, en el caso de la Unión Europea, deben mostrar una especial sensibilidad hacia el cristianismo, que no solo es una religión, sino que es la base de nuestra cultura.
Entre los sistemas defendidos en distintos países europeos en relación con le Islam, el “multiculturalismo” y la “asimilación” y pese a reconocer los fallos de ambos sistemas, Sarkozy defiende la exigencia de integración de los musulmanes a la cultura occidental para evitar la formación de “getthos” culturales o la deriva de los ciudadanos europeos musulmanes hacia la violencia del “yihadismo” integrista.
Su pensamiento se puede resumir en la frase dirigida por Sarkozy, en un programa televisivo, a una defensora del uso del velo o “chador” por las jóvenes musulmanas en las escuelas francesas:
“Al igual que los cristianos tienen que quitarse sus zapatos, por respeto a las tradiciones musulmanas, al entrar en una mezquita, las musulmanas se tiene que quitar el velo, por respeto a nuestra tradición de escuela laica, al entrar en un colegio.”
Solo un proceso de “integración” cultural del Islam en los esquemas sociológicos y de derechos y libertades Occidentales permitiría la coexistencia de Islam y cultura occidental, del modo en que es posible la coexistencia entre cultura occidental y cristianismo.
Algunos estudiosos defienden que esa posibilidad existe ya en el seno del Islam, en el que no podría obviarse la inexistencia de una uniformidad de interpretación del Corán y la Sunna.
En ese sentido, y como muestra de la evolución del Islam se señala, por ejemplo, la diferente redacción que se propugna entre las corrientes integristas y las más moderadas, del último inciso del versículo 34 de la Sura An-Nisáa (Sura 4ª La mujer):
“En relación con aquellas mujeres de las que tengáis pruebas de su hostilidad, hacedlas entrar en razón, evitad su intimidad e imprimid en ellas la necesidad de un cambio” (Versión moderada)
“Respecto de aquellas mujeres de las que temáis que no os serán sumisas, reñidlas, relegadlas a sus habitaciones, y golpeadlas” (versión Integrista)
En cualquier caso, con ser groseras las diferencias entre una y otra versión, se olvida que lo esencial de la cuestión no se encuentra en este último inciso del versículo, si no en su primer inciso, que ambas corrientes declinan de modo idéntico:
“Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan.”
Lo que implica una sumisión de la mujer al hombre contraria a los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos y difícilmente conciliable con ella.
Son estas, y otras cuestiones fundamentales referidas a la falta de respeto por parte del Corán a aspectos concretos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, las que dificultan una verdadera integración del Islam en la cultura occidental, no solo las posiciones más integristas, si no su esencia general que, hoy por hoy, dificulta la conciliación de pensamientos entre los postulados de las sociedades laicas occidentales y la concepción teológica de la existencia y la presencia de los postulados del Corán en todas las esferas y en todos los aspectos de la vida pública y privada de los musulmanes.
Y mientras tanto, seguimos presenciando nuevas muestras de la debilidad de la sociedad occidental frente a las presiones y amenazas del Islam.
Así, los alcaldes de diversas localidades del Levante español, en las que son tradicionales las llamadas “Fiestas de Moros y Cristianos” han decidido alterar las tradiciones de esas fiestas eliminando de su programa la tradicional “quema de Mahoma” con el fin de “no herir a la sensibilidad de los musulmanes”. Aunque nadie se ha escandalizado de que Bisbal, en el vidioclip de presentación de su nuevo disco se presente “crucificado” colgando de una soga, en una estética de imitación de la crucifixión que, no se muy bien porqué, encanta a nuestros faranduleros.
Por otra parte, los inmigrantes musulmanes retenidos en las instalaciones de acogida de Tenerife, se han amotinado contra la policía porque siendo “Ramadán” se les han repartido bocadillos a la luz del sol, contraviniendo así sus preceptos del ayuno y a nadie se le ha ocurrido decirles que se coman sus bocadillos, cada uno de ellos, cuando sus convicciones religiosas personales se lo recomienden.
Y Marruecos se niega a aceptar que varias decenas de vehículos todoterreno, regalados por España, entren en su territorio por la frontera de Melilla, pues eso sería tanto como aceptar que Melilla es Español y que hay una frontera legítima, mientras que nuestro Gobierno acuerda con las autoridades de Gibraltar abrir un centro del Instituto Cervantes en el Peñón, reconociendo de facto su cualidad de territorio extranjero.
Y así vamos viendo pequeñas, pero constantes muestras de lo que es un permanente intento de islamización de nuestra sociedad:
Los aragoneses discuten la eliminación de las cuatro cabezas de moro que aparecen en su escudo desde la Edad Media; en Granada se piensa eliminar de sus fiestas la exposición y el flameo del pendón de los Reyes Católicos, que recuerda su reconquista, tal y como se ha venido haciendo desde 1492; en Córdova se insiste en realizar una oración musulmana colectiva en la mezquita pese a que sea templo cristiano desde hace casi 800 años, concretamente desde 1236, año de la conquista de la ciudad por Fernando III; etc...
Y fuera de España se suspende la representación de la Opera “Idomeneo” porque en su montaje hay escenas que pueden ofender al Islam, pero nadie suspende el estreno de obras de cine o teatro que ofenden los sentimientos cristianos, (v.g. la obra “Cospus Christi” del autor Terence McNally que presenta a un Jesucristo homosexual y que va a estrenarse en Broadway) y salvo a los ortodoxos rusos, a nadie se le ocurre quejarse de la crucifixión (nuevamente) de Madona.
No podemos seguir en esta dinámica, Occidente tiene la obligación de defender los esquemas de su Sociedad laica, liberal y democrática, creada sobre la base del pensamiento cristiano, si no quiere verse arrastrada a una situación de islamización de consecuencias impredecibles.
Lamentablemente los últimos treinta años los intelectuales han estado presididos en Europa por la vuelta al sentimiento de “appeasement” como lo demuestras las siguientes frases de Saramago:
Parece que tenemos mala memoria porque lo que están haciendo los musulmanes, lo hicimos los cristianos en el pasado con la Inquisición que también fué una organización tan criminal como la actual [¿Cuál de ellas Hammas, Hizbolá, Los Hermanos Musulmanes…?]. Lo que pasa ahora es consecuencia del desprecio que los occidentales, los blancos, los guapos y los cultos que creemos que somos todos, hemos usado con los árabes y asiáticos como a los demás ".
Por lo que parece también Saramago, aparte de ser un dogmático intolerante disfrazado de alma pura, debía tener muy mala memoria, puesto que el Cristianismo ha evolucionado, abandonando prácticas como las Cruzadas (Yihad) o como la Inquisición (Polícia de Moral Publica existente en muchos países musulmanes), y además ha vivido una reforma y contrarreforma que ya me gustaría que viviera el Islám.
A diferencia de Chateaubriand hablo frecuentemente de mis intereses, de mis emociones, de mis trabajos, de mis ideas, de mis afectos, de mis alegrías, de mis tristezas, sin pensar en el profundo tedio que el francés temía causar a los demás hablandoles de si mismo.
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domingo, 15 de agosto de 2010
jueves, 12 de agosto de 2010
COMPETENCIAS DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Prometí en mi post HISPANIA DELENDA ESTque analizaría con mayor detenimiento y sosiego las distintas medidas que proponía para dar solución a la trágica situación económico socio opolítica que atraviesa España.
El caso de la educación es, posiblemente, uno de los más disparatados, pues ha contribuido a la debilitación del concepto de España mediante la reescritura de la Historia y el invento de las propias “historias” de las autonomías.
Así, las Vascongadas, que históricamente nunca fueron más que territorios tributarios de los reinos de Castilla o Navarra; o Cataluña, que lo más que fue a lo largo de su historia fue un conjunto de condados tributarios de la Corona de Aragón, han pasado a ser, por mor de los libros de texto salidos de las Consejerías de educación de los respectivos Gobiernos autonómicos, territorios históricamente soberanos sojuzgados por España (entendida esta como todo aquello que en la Península no son ellos mismos)
Todo ello ha contribuido a la exacerbación del sentimiento autonómico frente al “Todo” que es España, y a la definición de lo español como lo agresivo y enemigo de esa identidad reinventada.
Y ello es en gran medida causante de la situación existente.
Por otra parte, la desmembración del sistema judicial, con el invento de los Tribunales Superiores de Justicia de las CCAA, por mucho amparo constitucional que el sistema tenga, dejando al Supremo una mera competencia de interpretación uniforme de la Ley, que en muchos casos no llega a cumplirse por verse agotadas las instancias jurisdiccionales en aquellos; o la delegación del sistema sanitario en las CCAA con decisiones que cada CA adopta con independencia en cuanto, por ejemplo, a tratamientos aplicables por el sistema de salud pública en cada Comunidad, han socavado, de forma importante los conceptos de igualdad y de solidaridad Constitucionalmente proclamados.
Y a ello le unimos la existencia de fuerzas de policía autonómicas, normativas de mercado o de comercio independientes, normas sobre uso de la lengua en detrimento del Español, e incluso competencias en materia de puertos, fronteras , etc… el disparate es, a parte de carísimo, incalificable.
Y la solución solo es una, la recuperación de competencias esenciales por parte del Estado, que podría articularse a través de la propia constitución que en su artículo 155 establece que:
El primero de estos análisis vengo a recojerlo en esta “reflexión heteróclita” referente al desmán de competencias y gasto de las Comunidadesw Autónomas.
Pero el problema de esa indefinición práctica a afectado a todos los gobiernos constitucionales desde la UCD, pasando por el PP hasta el PSOE y todos ellos han contribuido al disparatado sistema de delegación de competencias estatales en las CCAA, empezando por la educación y terminando con la seguridad ciudadana.
Creo que una de las razones por las que el régimen de autonomías ha fracasado en España, aparte del dislate de gasto que producen, lo ha sido, en primer lugar, el régimen legal electoral vigente, problema al que me he referido en mi post ¡¡¡ O TE CALLAS O TE VAS!!!
La inexistencia de ese concepto claro de Nación, de España, lo puso de manifiesto de modo expreso el Presidente Rodríguez al afirmar en 2004 ante el Senado que “El concepto de Nación es un concepto discutido y discutible”. El segundo problema ha sido el de la indefinición del concepto de Estado que han padecido nuestros sucesivos gobiernos desde la entrada en vigor de nuestra vigente Constitución, que ha dado lugar a una definición de las competencias de las CCAA y a un proceso de descentralización de las mismas, absolutamente lamentable.
Las CCAA se han convertido no en centros de gestión de los intereses de los ciudadanos, de la Sociedad, en su ámbito territorial, sino en auténticos “Mini - Estados” en proceso de competencia entre ellos, contrario al principio de solidaridad de las gentes y los pueblos de España que proclama el art.xxx de nuestra CE. 1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras Leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
El asunto es delicado y sin duda será puesto en solfa por la mayoría de las gentes deseosas de mantener, a toda costa, la “paz social”, y muy especialmente por los nazionalistas, pero como ya le dijera Quevedo al Conde Duque:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Pues en resumen, ante las amenazas de los nacionalistas de “tomar medidas por su cuenta” con permanente vulneración de las normas constitucionales —y claro ejemplo de ello es la actitud del Gobierno y del Parlamento catalanes, que continúan dictando normas conformes con su Estatuto, incluso en las materias declaradas inconstitucionales, recientemente, por el Tribunal Constitucional, hora es de que se actúe como exigía Quevedo sin atender al miedo y con la valentía suficiente que devuelva las cosas a su legítimo ser.